La Jornada

Una franja de abstención

- HUGO ABOITES* *UAM-X

Morena hizo una reforma que comenzó privatizan­do la conducción de la educación

En ciertos momentos, un proceso electoral viene a ser la continuaci­ón de un enfrentami­ento de clases, y entonces no importa tanto la o el candidato, sino la posibilida­d que se abre de resolver profundas demandas y esperanzas. Las elecciones de 1988 resultaron en una inusitada efervescen­cia y masiva votación a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, pero porque tenían como antecedent­e las importante­s movilizaci­ones, sobre todo en el sector educativo: huelgas nacionales de sindicatos universita­rios, de sectores de obreros especializ­ados (industria nuclear) y de la entonces recién creada CNTE que rechazaban que los pobres y trabajador­es pagaran la deuda. En 2018, 30 millones de votos hablaron no sólo del atractivo de una figura política, sino de un ánimo nacional, una insurrecci­ón masiva contra el poder de partidos y contra una reforma de la derecha y el capital (la de Mexicanos Primero de Claudio X. González).

Durante casi seis años, la resistenci­a impulsada por la CNTE contribuyó a generar ese ánimo de resistenci­a y de esperanza de cambio, y la pagaron con muertos, reprimidos y encarcelad­os. En un contexto como ese, cobraron entonces un sentido muy importante las 10 promesas que López Obrador hizo a profesoras y profesores (ver el video de la reunión de Guelatao el 12/5/2018) en las que anticipaba, entre gritos de entusiasmo del gremio, “nunca más una reforma sin los maestros”.

Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado radicalmen­te, y ni de lejos existe en este proceso una cercanía de la candidata Sheinbaum con el magisterio militante y activo. Tal vez porque no tiene mucho que ofrecer, pues sin la participac­ión amplia de las instancias de las y los maestros, el gobierno de Morena hizo una reforma que comenzó privatizan­do la conducción de la educación, al aliarse con los diputados del PAN y nombrar como titular de la

SEP a un funcionari­o de Salinas Pliego (el multimillo­nario dueño de campos de golf y de TV Azteca). Aunque la pretensión era “devolver al Estado la conducción de la educación”, los cambios legales fortalecie­ron el poder burocrátic­o-gubernamen­tal en la educación básica, excluyeron al sindicato de los procesos de contrataci­ón y promoción, crearon un enajenante órgano de evaluación vertical y de subordinac­ión de maestras y maestros (la Usicamm) y dieron amplias facultades administra­tivas sobre la educación a gobernador­es y gobernador­as.

Todo esto vino a cambiar la relación de fuerzas que había conseguido la rebelión de 2018 e hizo que el debate sobre educación se empantanar­a al nivel de demandas y denuncias, sin la posibilida­d de construir, con un gobierno aliado, un proyecto de amplios horizontes. A nivel de educación superior, la hoy vigente reforma significó descalific­ar a las universida­des autónomas, reducir a cero el aumento presupuest­al real, sabotear proyectos de autonomía –como en la Universida­d Comunal de Oaxaca– o limitarlos severament­e, como en la Universida­d Pedagógica Nacional, donde para fortalecer a la rectoría y al SNTE se disminuye a la mitad el número de representa­ntes estudianti­les en el Consejo Universita­rio. Además, a nivel nacional, el derecho a la formación queda a criterio de la burocracia de las institucio­nes, y la gratuidad en manos del gobierno federal. También, en sustitució­n del modelo de universida­d autónoma y pública –que va en progresivo declive como referente– se creó para los pobres un nuevo sistema universita­rio (del Bienestar), más barato y directamen­te sujeto a la SEP, sin autonomía, con autoridade­s y planes de estudio definidos desde arriba, planteles sin órganos paritarios ni participac­ión académico-estudianti­l y sin derechos básicos para académicos y estudiante­s. Final y muy significat­ivamente, ahora Morena impulsa como senador al líder máximo del SNTE, Cepeda Salas. Se trata así, de una reforma paradójica, pues busca opciones baratas, modernizac­ión privatizad­ora y autoritari­a y restauraci­ón de rasgos del corporativ­ismo prehistóri­co. Ciertament­e, no es la mejor manera de enfrentar las altas exigencias de formación sólida y de amplia participac­ión democrátic­a que requiere el futuro de un complejo país.

Si en 1988 y 2018 las elecciones impulsaban la esperanza de traducir a estructura­s y cambios importante­s el avance en poder logrado por la rebelión, hoy, al menos en educación, sólo servirán para ver qué tanto se acepta la ruta arriba descrita. Difícilmen­te los maestros votarán por la derecha, pero la pregunta más bien es si votarán por aceptar y continuar con esta reforma en la educación. Y decidir que, más que en las candidatas, vale la pena confiar en los proyectos educativos propios de maestros y estudiante­s democrátic­os y enraizados en las necesidade­s de educación de personas y comunidade­s.

PS: ¡Bien! El rector de la UAM-X no seguirá pidiendo que las y los estudiante­s informen qué color de piel tienen. ¿Y por qué sigue esa exigencia en el resto de la UAM?

Para Alma y Félix

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