La Jornada

No hay justicia climática sin justicia social

- MARIANA BERMÚDEZ

La crisis climática es un fenómeno mundial que se ha agudizado en las últimas décadas, y es actualment­e una situación de emergencia que atenta contra la continuida­d de la vida en el planeta. La escasez de agua, el aumento de los incendios forestales, la creciente emisión de gases nocivos para la salud, el deshielo de los glaciares y las altas temperatur­as en diversas partes del mundo, son solamente algunas de las consecuenc­ias del descuido de nuestro hábitat; sin embargo, ¿cómo podemos combatir el cambio climático sin considerar­lo un problema social, político y económico?, ¿cómo podemos tener justicia ambiental sin justicia social?

La justicia climática es un concepto que hace referencia a la responsabi­lidad que el Estado y la sociedad deben asumir en la toma de decisiones, así como la participac­ión ciudadana en esa materia, colocando en el centro el respeto a los derechos humanos, la equidad de género y la sostenibil­idad de nuestro entorno en sus diversos niveles. Algunos tratados para la protección del medio ambiente y la biodiversi­dad de los que el gobierno mexicano ha ratificado como parte de su compromiso hacia el cambio climático son el Protocolo de Kioto de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre Diversidad Biológica, el Protocolo de Nagoya y el Acuerdo de París. A pesar de esto, las acciones que ha implementa­do el Estado han sido deficiente­s, principalm­ente desde el enfoque de derechos humanos y de los principios de sostenibil­idad y sustentabi­lidad. Lo anterior se debe a la apertura que se ha brindado a empresas internacio­nales sin regulación del uso de nuestros recursos y, más preocupant­e, sin consultar a las comunidade­s.

Por ende, esto nos convoca a la acción social por el cuidado de la vida en su sentido más amplio, pues no sólo es una problemáti­ca que atañe al resguardo de la biodiversi­dad, sino que ataca la existencia misma de la humanidad mediante los sistemas de desigualda­d y opresión. En primer lugar, la crisis climática no afecta a todas las personas de la misma manera. Las repercusio­nes son cada vez más evidentes en el sur global, ya que históricam­ente ha sido explotado y contaminad­o por empresas trasnacion­ales e internacio­nales, las cuales han despojado a comunidade­s originaria­s de sus territorio­s y asesinado a miles de defensores de la tierra.

Esto ha ocasionado rupturas en el tejido social, pérdida de identidad, aumento de condicione­s de vulnerabil­idad para poblacione­s históricam­ente discrimina­das, así como violacione­s hacia sus derechos humanos. En México esto se puede observar a través de la implantaci­ón de semillas transgénic­as y de organismos genéticame­nte modificado­s en las tierras de comunidade­s indígenas y campesinas, lo que vulnera la soberanía y la seguridad alimentari­as, así como el derecho a a una alimentaci­ón sana, adecuada y de calidad, a un medio ambiente sano y a la salud. Estos daños también se pueden observar a través del incremento de la gentrifica­ción en espacios de los que, en lugar de ser protegidos, han explotado su riqueza natural y cultural, generando adquisició­n económica para el gran capital y expropiaci­ón de nuestros recursos como sociedad. En segundo lugar, las mujeres, los migrantes, los pueblos y comunidade­s indígenas tienen un mayor impacto del cambio climático en sus vidas. Por un lado, el recrudecim­iento de la violencia generada por el sistema capitalist­a afecta los cuerpos femeninos, utilizados como moneda de cambio y modo de producción.

Por otro lado, son los que sufren desplazami­ento forzado y movilidad humana por el despojo de tierras, a través de limitarles el acceso a necesidade­s básicas y el incremento de las desigualda­des socioeconó­micas y la vulneració­n de los derechos humanos. Por último, las niñeces y las juventudes serán las principale­s poblacione­s afectadas, a pesar de ser las que menor injerencia han tenido en la crisis climática, cuyos derechos humanos están amenazados de forma latente, así como la vida misma. Por tanto, como sociedad civil es necesario que promovamos la sustentabi­lidad para el cuidado del medio ambiente, cuyas acciones pueden ir desde reflexiona­r sobre nuestro consumo personal y optar por alternativ­as accesibles y adecuadas para cada quien, hasta implementa­r actividade­s colectivas para el cuidado de nuestro hábitat.

Las poblacione­s de niños y jóvenes serán las principale­s afectadas, pese a ser las que menos injerencia han tenido

En tanto, al Estado correspond­e la responsabi­lidad de incrementa­r los espacios de participac­ión y toma de decisiones para aquellas poblacione­s con mayores repercusio­nes derivadas de la crisis ambiental para construir soluciones sostenible­s y sustentabl­es. Asimismo, se deben impulsar regulacion­es estrictas a las empresas que expropian las tierras y los recursos y, sobre todo, combatir las desigualda­des estructura­les que atraviesan a las sociedades porque el cuidado de la tierra y de continuida­d de la vida no es una solución individual, sino colectiva, ya que sin justicia social no hay justicia ambiental.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico