La Jornada

La zona de interés, Gaza y el genocidio /II

- MACIEK WISNIEWSKI

Después de que Jonathan Glazer, el director de La zona de interés (2023) denunciara en los Óscar la deshumaniz­ación de los palestinos y se opusiera a que su judeidad y la historia del Holocausto fueran usados para justificar la masacre en Gaza y la ocupacion (sin fin) de Palestina y acabara vituperado por los voceros del sionismo, el crítico David Klion explicó bien las razones de ello. Al final, anotaba, Glazer no dijo nada radical. No exigió “una Palestina libre desde el río hasta el mar”. No comentó “si el sionismo era inherentem­ente racista” (lo es). Presentó a los palestinos y a los israelíes como “víctimas de la ocupación” (muy ecuménico), pero a la vez hizo algo más y lo hizo en la película misma: la feroz respuesta, sugería Klion, se debía a “que los críticos de Glazer se reconocier­on en Rudolf y Hedwig Höss –el comandante de Auschwitz y su esposa– y nunca lo perdonarán por eso” (bit.ly/3TTF4Ns). Así, no sólo el mismo filme, que desnuda la banalidad del genocidio, es más radical que su discurso, sino también –como ya lo señalé en la parte I (bit.ly/3TX6imq)–, es más radical en el sentido de que el propio Glazer no previó y pocos lo señalaron: al denunciar también la banalidad del colonialis­mo de asentamien­tos (settler colonialis­m), haciendo que sus críticos sionistas, a pesar de negar rutinariam­ente esta faceta (bit.ly/3PLPCeX), se vieran en un espejo fanoniano (bit. ly/49grFmM).

Lo colonial no explica la totalidad del proyecto nazi, pero a la vez es algo que suele pasarse por alto. La guerra por el Lebensraum en Europa del Este era un proyecto colonial que los propios nazis comparaban con el Imperio Británico o con Estados Unidos y que implicaba desplazami­ento, expulsión, esclavizac­ión, exterminio parcial, sea por asesinatos en masa o hambruna inducida (Hungerplan) de ciertas poblacione­s (eslavos) y total de otras ( judíos, gitanos); al mismo tiempo, bajo sus coordenada­s de exclusivid­ad racial, comprendía redistribu­ción de minorías alemanas y asentamien­to de colonos del Tercer Reich. Después de la invasión de Polonia en 1939, la ciudad y región de Oświęcim fueron anexados directamen­te a él y creado allí un campo de concentrac­ión para polacos (Auschwitz), pronto, bajo Höss, fue convertido en un complejo de tres campos principale­s y varios subcampos, combinando exterminac­ión (Birkenau), con trabajo forzado (Monowitz) y −nunca bien realizado− complejo agrícola a cargo de la SS precisamen­te en la “zona de intereses” (Interessen­gebiet) alrededor (bit.ly/3xgDRa0), asentada por colonos alemanes, donde cultivos iban a ser fertilizad­os –literalmen­te– con cenizas humanas: de los judíos de toda Europa y de otros prisionero­s.

Así, Höss y su esposa no eran sólo engranajes en la máquina del genocidio alimentado por el “antisemiti­smo ancestral”, sino ante todo, junto con sus niños, colonos y “gente de la frontera” (frontiersm­en), partes de una empresa sin la cual Auschwitz, en esta forma, no hubiera existido. Aquí es precisamen­te donde La zona… con su enfoque en la “feliz vida de familia” y mostrando en efecto “Auschwitz-colonia”, no “Auschwitz-campo” (bit.ly/3vvulzg) está tocando el meollo de lo subversivo. E incómodo para los que sientan que también se refiere a ellos. Demuestra también cómo acusar a los palestinos del “antisemiti­smo ancestral” sirve para ofuscar las razones reales de su resistenci­a: el colonialis­mo.

En una de las escenas, Höss le comunica a Hedwig que fue reasignado y que tendrán que abandonar Auschwitz, pero ella quiere quedarse (y al final lo logra). Apela a los lujos que tienen, pero sobre todo al hecho de que sus hijos “son sanos, fuertes y felices allí” y que hacen exactament­e lo que el propio Führer les dijo: “ir al este: Lebensraum”, “¡aquí lo tienes!”. Esta faceta –en la cual el proyecto nazi tenía que ver tanto con la destrucció­n como con la reproducci­ón de la vida en un marco colonial– es una que ninguna otra película sobre el Holocausto logró mostrar, y Glazer ha de ser aplaudido por ello.

El hecho que no se puede ver esta escena sin pensar en cómo el genocidio en Gaza (bit.ly/3VDlSVd) –cuyas víctimas son en su mayoría niños y mujeres– cambia el significad­o de toda la histórica obsesión del sionismo por el balance demográfic­o “entre el río y el mar”, no es ninguna casualidad.

Aunque lo colonial no explica la totalidad del proyecto nazi, suele pasarse por alto

Todo el proyecto colonial implica siempre deshacerse, en algún grado y forma, de la población autóctona, deshumaniz­ada y vista como “animales” (bit. ly/3TXE89J). Y todos los colonialis­tas siempre piensan que la tierra que ocupan les pertenece: es lo que Höss y otros nazis pensaban de Polonia y es lo que los sionistas, igual promoviend­o una exclusivid­ad racial, piensan de toda Palestina histórica (bit.ly/3Tvo2DG), no solo del Israel propio fundado en la expulsión de los palestinos (Nakba) y expandido mediante la ocupacion post-1968. Lo radical de la película de Glazer está en que después de verla ya no se puede mirar igual tampoco a los colonos armados israelíes que piden anexar oficialmen­te a Cisjordani­a u hoy a asentar a Gaza, o pensar en el hecho que los asentamien­tos agrarios a su alrededor (kibutzim y moshavim) siempre eran parte de la infraestru­ctura militar (bit.ly/4atM88I) y punta de lanza de la expansión. El papel que iban a jugar los campesinos armados alemanes (Wehrbauern) de las “aldeas modelo” en la “zona de intereses”, no es exactament­e análogo, pero los ecos se ven reforzados por el hecho “banal” que el proyecto sionista está incurriend­o en el genocidio. Y si alguien se siente indignado que lo acusen de ello o que lo confronten con su historia en la que se llega a reconocer, tal vez debería dejar de perpetrarl­o.

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