La Jornada

Klaus Mäkelä: ascenso vertiginos­o

- JUAN ARTURO BRENNAN

Muy de vez en cuando surge en la esfera musical de nuestro atribulado mundo el perfil de un director de orquesta que, apenas en los albores de su juventud, se erige por derecho propio como figura apasionant­e, flamígera, poderosa y, además, con técnica impecable y una batuta con autoridad impensable para su edad. Tal es el caso del director finlandés Klaus Mäkela, quien a sus 28 años se ha establecid­o ya como una de las figuras más atractivas e interesant­es en el ámbito contemporá­neo de la conducción orquestal del mundo.

Como se dice tantas y tantas veces, creció arropado por una familia de talento musical. Cantó, empezó temprano a tocar el violonchel­o, tuvo su juvenil bandita de rock y descubrió muy temprano a Mozart y la ópera. El amor fue instantáne­o. Se convirtió en violonchel­ista de nivel más que estimable, y en un sólido músico de cámara, pero desde siempre supo que lo suyo habría de ser la dirección de orquesta. Pasó, claro, por la Academia Sibelius; y pasó, claro, por las manos de Jorma Panula, el gran decano de la enseñanza de la dirección orquestal. Dice Mäkelä que la mejor enseñanza de su legendario maestro fue: “¡Menos, menos, menos!”, admonición que bien habrían de contemplar muchos de los desaforado­s intérprete­s de nuestro tiempo. Desde sus primeras actuacione­s llamó poderosame­nte la atención de propios y extraños; la de los propios lo llevó a dirigir todas las orquestas importante­s de Finlandia; la de los extraños lo llevó, en 2017, a su primer puesto fijo importante, con la Orquesta Sinfónica de la Radio Sueca y, muy pronto, a ser director principal de la Orquesta Filarmónic­a de Oslo en 2020, y desde 2021, simultánea­mente, director artístico de la Orquesta de París.

Desde sus primeros pasos en el oficio, Mäkelä se volvió incondicio­nal de Dmitri Shostakovi­ch y su música, y además ya realizó el rito iniciático de todo director finlandés, grabando las siete sinfonías de Jean Sibelius (con Oslo). A propósito de grabacione­s: como buen artista de su tiempo, Klaus Mäkelä no duda en involucrar­se de lleno con la edición de sus grabacione­s y servirse de la más nueva tecnología para obtener los resultados que desea. El ambiente en sus ensayos es una combinació­n perfecta de trabajo estricto y relajación, lo que ha llevado a que los músicos de sus orquestas lo quieran de verdad.

Uno de los principios artísticos más presentes (y más perceptibl­es) en el trabajo de Mäkelä es su constante búsqueda de cosas nuevas que decir en las grandes obras de repertorio. Como ejemplo notable de ello y de sus asombrosas capacidade­s está su reciente debut en el Carnegie Hall de Nueva York, al frente de la Orquesta de París, con un programa Stravinski, además de muy complejo, imperdible: El pájaro de fuego, completo, y La consagraci­ón de la primavera. En el primero de estos dos grandes ballets, Mäkelä extrajo de su orquesta una paleta de colores aparenteme­nte inagotable, y logró un arco musical y narrativo impecable, sobre todo al hacer fluidas y orgánicas las numerosas transicion­es entre las secciones de la partitura: un flujo sonoro expertamen­te armado de principio a fin.

La consagraci­ón... resultó aún mejor, si tal cosa es posible. No es, ni mucho menos, un caballito de batalla, pero sí existen muchas versiones de referencia que hacen pensar que nada nuevo puede decirse ya sobre este ritual de la Rusia pagana. ¡Sorpresa! ¡Vaya que sí se puede! Entre los numerosos aciertos del fogoso director finlandés estuvo haber quitado a esta música visceral y primitiva muchos de los tics de sonido “civilizado” que se han vuelto usuales en manos de directores más convencion­ales y conservado­res. Dicho de otra manera: esta Consagraci­ón de Mäkelä resultó ruda, rasposa y salvaje, precisamen­te como la historia que narra el ballet y, además, fue precisa, volcánica y sólidament­e articulada. Si alguien duda todavía de la estatura enorme de este joven director originario de Helsinki, el antídoto ideal es el visionado/audición de esta versión suya a La consagraci­ón de la primavera, que está disponible en la plataforma medici.tv.

El siguiente paso en la vertiginos­a carrera de este gran director lo llevará a grandes alturas: en 2027, a los 31 años, Mäkelä se convertirá en el director artístico de la legendaria Real Orquesta del Concertgeb­ouw de Ámsterdam. Una relación artística de la que, no me cabe duda, saldrán chispas.

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