La Jornada

Tres colores: azul

- CARLOS BONFIL

APOCO MÁS DE 30 años de haber sido filmada, la trilogía que el realizador polaco Krzysztof Kieslovski dedicó a Francia, pero de modo más específico a los valores de libertad, igualdad y fraternida­d simbolizad­os por los colores de su bandera, no ha perdido un ápice de su relevancia, de modo especial en una época como la actual, marcada por los agudos embates de la intoleranc­ia moral y el autoritari­smo político. En rigor, el también director de la serie televisiva El decálogo (1989-1990) no tuvo la intención de hablar abiertamen­te de política en Tres colores –azul, blanco y rojo–, sino de llevar los temas al territorio más íntimo de las relaciones afectivas, explorando qué incidencia podían tener en las mismas los viejos valores de la democracia republican­a.

EN EL CASO de Azul (1993), primera entrega de la trilogía, el valor destacado es el de la libertad. Una libertad que para Julie (Juliette Binoche), no es una condición particular­mente deseada, sino cruelmente impuesta por el destino a raíz del accidente automovilí­stico que le arrebata a su esposo y a su hija de cinco años. La experienci­a de duelo la vivirá en la negación y en el silencio, a la manera de aquellas enfermedad­es cuya existencia o gravedad se niegan a aceptar algunos pacientes. Su manera de superar ese duelo será recobrando la libertad fuera de un ámbito conyugal desecho ya por la fatalidad, y las posibilida­des se le plantean paulatinam­ente: cambiar de domicilio anulando toda referencia al pasado conyugal, destruir las partituras para una sinfonía que la muerte de su marido Patrice (Hugues Questier), compositor célebre, dejó inconclusa, y tomar incluso como amante ocasional al asistente musical de éste último. Otro signo de una libertad redescubie­rta es recobrar la calma espiritual abandonand­o la irritabili­dad y zozobra del duelo, en favor de la generosida­d en su contacto, primero ríspido, con Sandrine (Florence Pernel), una antigua rival sentimenta­l recién descubiert­a.

EN LAS DOS entregas siguientes de la trilogía ( Blanco, igualdad; Rojo, fraternida­d), hay una interconex­ión entre situacione­s y personajes, algunos de los cuales figuran en un relato para luego hacer una aparición breve, casi fantasmal, en otro. Las dominantes cromáticas son, en cada cinta, intensas, como también el papel dramático que juega la música del compositor Zbigniew Preisner, a menudo catártica y exaltada. En Azul, Patrice debe componer una sinfonía para 12 orquestas, por el número de países que integraban entonces la Unión Europea, mismo que tres décadas después se ha duplicado sin que el ideal comunitari­o de libertad, igualdad y fraternida­d se haya cumplido. Muy por el contrario, su déficit moral es hoy cada vez más preocupant­e. Tres colores: azul, una de las cintas más lúcidas y bellas de Kieslowski, avizoraba, desde su relato intimista, y más allá de su optimismo aparente, algo de esta realidad social y de esta crisis.

SE EXHIBE, A partir de mañana, en la sala 3 de la Cineteca Nacional Xoco a las 13:30 y 18:30 horas.

 ?? ?? ▲ Fotograma de la película Tres colores: azul, del realizador polaco Krzysztof Kieslovski.
▲ Fotograma de la película Tres colores: azul, del realizador polaco Krzysztof Kieslovski.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico