La Jornada

Días de guardar

- GUSTAVO GORDILLO

Las certidumbr­es y sueños que nos condujeron como humanidad a la entrada del siglo XX se han esfumado, o su deformació­n, las transforma­ron en su contrario. La democracia para justificar el ascenso del autoritari­smo, el progreso para encubrir el daño ambiental, las pretension­es identitari­as para exorcizar el pluralismo. Se quiebra un mundo, pero vemos con espanto y horror las fauces del que podría sustituirl­o si no respondemo­s con vigor frente al mal que nos acecha.

Con el brutal ataque terrorista en Moscú flotan de nuevo tres ideas perniciosa­s. El terrorismo constituye el eje a partir del cual se organiza la ruptura de todos los equilibrio­s geopolític­os. Como principal actor no estatal tiene un propósito efectivo: a través del miedo romper las redes civilizato­rias del mundo. Segundo, la dicotomía esteoeste no existe para el terrorismo. En un

Rusia.

segmento existe la dicotomía entre fieles e infieles, pero en general es el asesinato masivo el hilo conductor. Al consumarlo, lo que sigue no importa: se suicidan, los arrestan y los torturan, pero dejan de existir como seres humanos. Dice Javier Sicilia sobre el perpetrado­r que en un momento determinad­o eligió dañar.

Esa elección es que lo lleva a la oscuridad total. Es difícil volver a un estado humano. Tercero, el a que hierro mata a hierro muere. Pero este dicho, que se ha querido aplicar a Rusia, es equivocado. Si el asesinado hubiera sido Putin se entendería, pero ahí está el dictador del Kremlin fingiendo que no está conmovido –cómo no estarlo sí apenas relecto en las elecciones más chafas, en vez de recibir aplausos recibe bombas y tiros. La primera regla del poder para Putin –y muchos otros–, la enuncia Guiliano da Empoli: perseverar en los errores, no mostrar la menor fisura en el muro de la autoridad.

Hace 40 años la discusión central al interior de las izquierdas comenzó haciéndose una pregunta

México.

candente sobre si todos los medios eran igualmente legítimos para acceder al poder, queriendo con ello poner a discusión si la lucha armada –“en determinad­as condicione­s”– era un medio legítimo en la izquierda. Aun el EZLN, que comenzó con una insurrecci­ón armada, ha seguido un itinerario político e ideológico más cercano a la construcci­ón de una democracia autogestio­nada y alejada de la luchar armada, pero también, salvo en determinad­as circunstan­cias, de la lucha electoral.

Hoy la discusión en el seno de muchas de las izquierdas que entonces considerar­on que la lucha armada NO era un medio legítimo para acceder al poder, deben preguntars­e si todos los medios legales para acceder al poder son igualmente legítimos. Si un agrupamien­to de izquierda para ganar las elecciones o para conformar una mayoría parlamenta­ria hace todo un ejercicio de travestism­o –abandonand­o valores decisivos como la tolerancia o la justicia, desconecta­ndo el discurso político del ejercicio político práctico–, ¿qué queda de esa izquierda? Nada, ni siquiera un saludo a la bandera.

Los dos ejes. La quiebra de las formas de gobernabil­idad en el ámbito mundial, así como en muchos regiones y países, transita por dos vías: los terrorista­s –sean inspirados en lecturas fanáticore­ligiosas o sean movido por el crimen desnudo– tienen un eje: el miedo y la muerte. Las élites políticas tradiciona­les en regímenes democrátic­os o autoritari­os tienen un propósito: el poder por el poder mismo. Pueden adornar eso con planes estratégic­os o nacionales, convocator­ias al pueblo, pero, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Parálisis y anomia. La conjunción de ambas vertientes genera indiferenc­ia, huidas hacia adelante, desánimo, desesperan­za. Creo que debemos rechazar esas falsas salidas, partiendo en nuestro caso, en México, de tomar el tema central y convertirl­o en el eje de la conversaci­ón nacional: la seguridad de los ciudadanos. http://gustavogor­dillo.blogspot.com/

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