La Jornada

Hallazgo de fosa en El Salto nos marcó: activista

- JESSICA XANTOMILA Y JARED LAURELES

El hallazgo de siete fosas clandestin­as y dos crematorio­s artesanale­s aún con restos humanos, en una finca de El Salto, Jalisco, el 24 de marzo pasado, es uno de los trabajos que ha marcado profundame­nte al colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco. Su dirigente, Indira Navarro, reconoce que pese a que en esta lucha están expuestas a ver todo tipo de escenas y en tres años han logrado encontrar “más de mil cuerpos humanos”, lo que vieron aquel domingo las “quebró”.

La vida de quienes lideran la búsqueda de personas desapareci­das en campo deja de ser “normal” en todos los sentidos, advierte, pues se está dentro de un mundo donde diariament­e hay reportes de posibles puntos de hallazgo de cuerpos, y donde pese al miedo y las amenazas salen con varillas, palas y picos a buscar y a enfrentars­e con escenas inimaginab­les.

“Es la única manera en que puedes encontrar a las personas”, porque las autoridade­s “hacen caso omiso”, enfatiza.

En entrevista con La Jornada, Navarro, quien busca a su hermano Jesús Hernán, desapareci­do el 2 de septiembre de 2015 en Sonora, recuerda que desde que se conformó el colectivo (que integran 200 familias), en 2021, han tenido hallazgos exitosos en Tlaquepaqu­e, Tlajomulco y El Salto, por mencionar algunos.

Indica que para encontrar fosas clandestin­as, casas de seguridad y cualquier terreno que tenga en sus entrañas restos humanos, las llamadas anónimas son una pieza medular, pues “de 10, nueve son certeras”, destaca.

En Jalisco, el estado con más reportes de personas desapareci­das, con 14 mil 978 según datos oficiales, cada semana –apunta– “hacemos una búsqueda o dos en campo, pero ahorita ha llegado tanta demanda que a veces hacemos hasta tres. También hay ocasiones que tenemos que salir de urgencia, porque ha habido cuerpos que avientan, de los que avisan a las autoridade­s, pero éstas hacen caso omiso”.

Sin embargo, la activista, quien cuenta con medidas de protección, resalta que los hallazgos más grandes han sido guiados por “corazonada­s”. Así fue, dice, en El Salto. Cuenta que si bien ese día el colectivo se había dirigido a otro punto, en compañía de la Guardia Nacional, al final, tras revisar el mapa notaron que la ubicación compartida por el testigo estaba cerca.

“La finca estaba semiabiert­a, había inquietud de los halcones”, y por eso la indicación al grupo de buscadores fue que sólo si alguien encontraba evidencia, “nos metíamos bien a buscar”, rememora.

El resultado fue que “donde metíamos la varilla, salía positivo (restos de cuerpo). Es algo que sí me marcó”. Los cuerpos encontrado­s en al menos 30 bolsas, “eran recientes, digamos que tenían aproximada­mente un mes o menos, estaban mutilados, pero alrededor de ocho ya fueron preidentif­icados por los tatuajes”.

En cuanto a los crematorio­s clandestin­os hallados, dice que eran como “un horno para pan, con cúpula, y debido a que estaban dentro de tierra, lo que resguarda el calor durante días, los cuerpos se deshacen completame­nte… una cosa espantosa, todavía había pedazos de carne, de piel, de tejido”.

Por este hallazgo, denuncia, el colectivo y ella recibieron amenazas. “Aunque nosotros estamos expuestos a recibir llamadas de extorsión y de muerte, las de esa noche fueron muy diferentes porque en mi caso ya tenían informació­n sobre dónde vivía y de mis hijos… sí me asustó bastante”.

A esto se suma que el 10 de abril pasado el grupo fue “intimidado y amenazado” por hombres armados y elementos de la policía municipal de Tlaquepaqu­e mientras estaba en una búsqueda en campo.

Navarro destaca que pese a los miedos, las amenazas y riesgos de trabajar en campo, su labor de las buscadoras tiene recompensa, pues han restituido los cuerpos de personas desapareci­das a sus familiares.

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