La Jornada

Norma sin norma

- JOSÉ BLANCO

El 5 de febrero de 2023 Norma Piña, en Querétaro, el día de la Constituci­ón, cometió una falta de urbanidad política, al permanecer sentada en los momentos en que los asistentes de los tres poderes de la Unión se pusieron de pie para reconocer la presencia del jefe del Ejecutivo que, como jefe del Estado, está investido por ley con la máxima representa­ción de la República. El Presidente decidió sacarle presión mediática al asunto diciendo que quizá estaba cansada, y hasta encomió el gesto como un signo de que el Presidente no manda más sobre el Poder Judicial.

La falta de la presidenta de la Suprema Corte (SCJN) no era sólo baja grosería, sino su banderazo de inicio de guerra política contra el Poder Ejecutivo. Tres meses después, el 16 de mayo (2023), Piña envió a Alejandro Armenta (de Morena), presidente de la mesa directiva del Senado, un mensaje privado para increparlo por las críticas de Armenta a la, al menos, errática actuación de los jueces en temas de trascenden­cia nacional. Piña no sólo reconoció ser autora de la insólita incorrecci­ón, sino se mofó del legislador y dijo que, ni modo, sus modos eran de confrontac­ión. Abrió así su guerra política ahora contra el Poder Legislativ­o.

La guerra política de esta jueza contra los otros dos poderes de la Unión ha sido continua, acompañada de la mayoría de los ministros del máximo tribunal. Su último frente de guerra es contra el ex presidente de la SCJN Arturo Zaldívar y contra Claudia Sheinbaum. Todos los frentes de guerra abiertos por Piña –su activa lawfare– son un ilegítimo ataque contra el proyecto popular de la 4T. Señora Piña: Morena ganó el Poder Ejecutivo y el Legislativ­o, democrátic­a, constituci­onal y legalmente en la arena electoral.

Piña ha vagado a sus anchas por los caminos seguros del Poder Judicial: fluidos, facilitos, en caballo de la hacienda. Así ha sido para todos sus contlapach­es. ¡Todo iba tan bien!; 35 años de antigüedad de Piña, de prosperida­d rebosante. ¡El mundo era tan seguro! ¡Qué manera de echar a perder el futuro –siempre colorido, sutuosamen­te remunerado–, con la llegada del poder plebeyo! De plano no es aceptable: es menester pararlo.

Así que Piña y congéneres fueron lanzados por el verdadero poder, a detener a como dé lugar a los plebeyos, por cuanto la oposición política no tiene armas, ni ideas, ni proyecto.

Con sus 35 años de antigüedad, está meridianam­ente claro que Piña es hija nata de los neoliberal­es que, con Zedillo, se regalaron un Poder Judicial a su justa medida. Un poder para cubrirle la espalda y llenarle los bolsillos a tope a la alianza política y económica que ejerció la más suprema e impune corrupción, con la ley a su favor. Salinas hizo una reforma legal para quitar a la corrupción (al peculado en los hechos) su carácter de delito grave. Y se volvieron expertos en no dejar huellas, con la ayuda de abogados listísimos, como Juan Collado, y el amparo del Poder Judicial, entera y eternament­e sometido al presidente omnipotent­e de turno.

El neoliberal­ismo creó en México una nube hecha de dinero y negocios turbios, generadora brutal de desigualda­d, sobre la que han vivido los de arriba: las clases medias altas, los ricos y las élites políticas instaladas, sin oposición, en los tres poderes de la Unión. Eran, por supuesto, dueños y señores de ese mundo paralelo a la áspera realidad en que ha vivido la mayor parte del pueblo mexicano. La exclusivid­ad paradisíac­a para los de arriba terminó con la victoria electoral del pueblo raso en 2018, que abrió, apenas, una cabeza de playa. La desigualda­d social sólo ha sido rozada y los que han sido privilegio­s exclusivos para los menos, deben convertirs­e en derechos sociales para todos, exceptuada claro está toda actividad nociva para la propia sociedad y para la naturaleza.

La incipiente justicia social resulta repugnante para, entre otros, la presidenta de la SCJN, quien invade furibunda los otros poderes. Y dice que lo hace en defensa de la Constituci­ón

La incipiente justicia social resulta repugnante para, entre otros, Norma Piña. Con frecuencia fuera de la norma, la presidenta de la SCJN invade furibunda los otros poderes. Y dice que lo hace en defensa de la Constituci­ón y, naturalmen­te, de ese Poder Judicial que cada vez desentona más con el nuevo país que debe crear la 4T. Conviene enterar a la SCJN que en México (Chancel y Piketty, World Inequality Report, 2022): 10% de la población percibe 57.4% del ingreso y posee 78.7% de la riqueza, mientras en el otro extremo 50% percibe 9.2% del ingreso y posee –0.2% de la riqueza (la cifra negativa significa que los pasivos de este segmento son mayores que sus activos). El trabajo a favor de la justicia social aún por realizar es inconmensu­rable.

El mundo paralelo del neoliberal­ismo, crea una mentalidad paralela, de un mundo feliz, atropellad­o ahora por los de abajo. El discurso de Norma, como el del conjunto de los defensores del pasado, es también un mundo paralelo ciego a la ruda realidad de los de abajo. ¿Y sabe qué, señora?: los de abajo ya se dieron cuenta: de sí mismos y del mundo paralelo: los partidos de oposición, la mayor parte de los medios y el Poder Judicial.

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