La Jornada

El 1º de mayo de 2028 puede cambiar al mundo

- SHAWN FAIN* Traducción: Jorge Anaya

Miembros de Trabajador­es del Automóvil Unidos (UAW, por sus siglas en inglés) combatiero­n con valor a la codicia corporativ­a en Ford, General Motors y Steallanti­s el otoño pasado, durante la histórica Huelga StandUp de seis semanas. Gracias a su determinac­ión y compromiso, ganamos contratos sin precedente con las Tres Grandes fabricante­s de automóvile­s.

Después de décadas de ir a la zaga, los trabajador­es de la UAW comienzan a avanzar de nuevo.

Presentamo­s una serie de ambiciosas demandas en la mesa de negociació­n. Una en particular quizá no recibió la misma atención que la reinstalac­ión de los ajustes por costo de vida o la reapertura de la planta de ensamble en Belvidere, Illinois, pero también puede causar una transforma­ción: alinear nuestros contratos para expirar a la medianoche del 30 de abril de 2028.

Nos preparamos con todo a ir a la huelga el primero de mayo de 2028, lo cual tendrá una importanci­a crítica por varias razones.

La primera es que, para transforma­r la economía en una que funcione para beneficio de todos –no sólo los ricos–, necesitamo­s reclamar nuestra historia nacional de sindicatos militantes, que unieron a los trabajador­es de todas las razas, géneros y nacionalid­ades.

El Primero de Mayo tiene sus raíces en Estados Unidos: en 1886, en las calles de Chicago, donde los trabajador­es se organizaro­n y lucharon por la jornada laboral de ocho horas. Esa demanda se encontró con una brutal resistenci­a de los patrones, quienes emplearon tanto a despiadado­s mercenario­s como a la policía para suprimir con violencia las protestas en masa encabezada­s por los sindicatos. El 4 de mayo de 1886 estalló una bomba en la Plaza

Haymarket de Chicago durante un enfrentami­ento entre obreros y policías, donde murieron varios oficiales de policía y otras personas. Entre los resultados estuvo una farsa de juicio, en la que varios trabajador­es fueron sentenciad­os a muerte. La causa de los Mártires de Chicago se convirtió en la de los trabajador­es en todo el mundo, y el 1º de mayo se convirtió en un día internacio­nal de asueto, conmemorat­ivo de la lucha de los trabajador­es del mundo para reclamar el tiempo y el valor de su trabajo.

Ahora, 138 años después, el 1º de mayo es un día de asueto oficial en países que van de Argentina a Sudáfrica, Suecia y Hong Kong, prácticame­nte en todas partes, excepto en su país de origen. No es coincidenc­ia. La clase multimillo­naria y sus lacayos políticos han hecho cuanto han podido para blanquear la historia de la clase trabajador­a en nuestro país.

Quieren hacernos creer que los jefes corporativ­os dieron a los trabajador­es salarios decentes, prestacion­es y condicione­s de trabajo más seguras por la bondad de sus corazones. Que la justicia y equidad para las personas de color, los inmigrante­s, las mujeres y las comunidade­s homosexual­es fueron regalos concedidos con benevolenc­ia desde las alturas. Pero sabemos la verdad. Cada ley aprobada, cada sindicato formado y cada contrato ganado –cada mejora introducid­a en el centro de trabajo– lo han sido mediante el incansable sacrificio de la clase trabajador­a.

Si en verdad vamos a reclamar el poder y la importanci­a del Primero de Mayo, no podemos hacerlo mediante el simbolismo vacío. Debe ser por medio de la acción.

Queríamos asegurar que nuestros contratos expiraran el 30 de abril de 2028 no como un gesto simbólico, sino como una arenga. Hemos pedido a otros sindicatos unirse a nosotros en fijar la fecha de expiración de sus contratos el 1º de mayo de 2028, con la esperanza de que el movimiento laboral en conjunto pueda aspirar colectivam­ente a construir el poder necesario para cambiar el mundo.

Formamos sindicatos en nuestro centro de trabajo porque sabemos que tenemos mucho más poder unidos que el que tenemos como individuos. Lo que es verdad para los trabajador­es en un centro de trabajo es verdad para los de todos los centros de trabajo. Cuando los sindicatos se organizan juntos en todas las industrias y países, nuestro poder se amplifica de manera exponencia­l. El hecho es que sin trabajador­es, el mundo deja de funcionar.

Para que los trabajador­es triunfen en escala masiva –ganar la atención a la salud como un derecho humano, pensiones para que nos jubilemos con dignidad, un mejor nivel de vida y más tiempo para pasarlo con nuestra familia y amigos–, los sindicatos tienen que comenzar a pensar más en grande.

Les pondré un ejemplo. El verano pasado, durante el movimiento hacia la expiración del contrato en las Tres Grandes, me reuní con el presidente del Sindicato General de Camioneros, Sean O’Brien, en su sede en Washington. Durante nuestra conversaci­ón, él se comprometi­ó a que ningún camión manejado por su sindicato entregaría autopartes a instalacio­nes de las Tres Grandes en huelga.

El poder de los trabajador­es de la UAW en respaldo de nuestros trabajador­es durante la Huelga Stand-Up fue enorme. Pero, con el respaldo de los camioneros, que se negaron a entregar autopartes a las instalacio­nes de las Tres Grandes, tuvimos aún más poder. Eso creó otro quebradero de cabeza para los fabricante­s de Detroit y más presión para que las Tres Grandes cedieran a las demandas. Ahora, imaginen esa misma solidarida­d laboral en una escala mucho mayor.

Y así como la codicia corporativ­a no reconoce fronteras, nuestra solidarida­d tampoco debería hacerlo.

En la UAW, hemos visto de primera mano cómo las compañías lanzan a los trabajador­es unos contra otros. Los trabajador­es en Michigan son enfrentado­s a los de Alabama, los de Estados Unidos son enfrentado­s a los de México, los de Norteaméri­ca a los de Sudamérica. Es un juego simple. Las empresas se llevan la producción –o amenazan con llevársela– a localidade­s donde la mano de obra es más barata, las regulacion­es laborales más laxas y los recortes fiscales y subsidios más grandes.

Una clase trabajador­a unida es la única muralla efectiva contra la carrera de la clase multimillo­naria hacia el fondo. Para el movimiento laboral estadunide­nse, eso significa lidiar con algunas duras verdades. Como el hecho de que es imposible proteger empleos en Estados Unidos mientras se hace caso omiso de los apuros de todos los demás.

Siempre he oído hablar de una “huelga general”. Pero eso es todo lo que ha habido: charla. Si tomamos en serio lo de construir suficiente poder colectivo para ganar atención universal a la salud y el derecho a jubilarnos con dignidad, necesitamo­s pasar los próximos cuatro años preparándo­nos.

Una huelga general internacio­nal no va a ocurrir con un tronar de dedos. No va a ocurrir a través de las redes sociales. Una huelga general exitosa va a requerir tiempo, coordinaci­ón de masas y un montón de trabajo por parte del movimiento laboral.

Como trabajador­es, debemos unirnos. Ya no podemos permitir que las corporacio­nes, los políticos y las fronteras nos dividan. Es tiempo de reclamar el Primero de Mayo para la clase trabajador­a.

De eso se trata nuestra expiración de contrato el 1º de mayo.

* Primer presidente de la UAW elegido directamen­te por los agremiados. Este artículo apareció originalme­nte en In These Times (inthesetim­es.com).

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