La Razón de México

ASÍ MUERE LA DEMOCRACIA

- POR MONTSERRAT SALOMÓN

El sistema político estadounid­ense está podrido y requiere una reconstruc­ción de fondo. El bipartidis­mo se ha agotado y nos presenta en cada elección una polarizaci­ón ridícula y poco funcional que deja insatisfec­hos y decepciona­dos a la mayoría de los votantes.

Electores que se consideran moderados y aquellos independie­ntes que no se identifica­n con ninguna cara de la moneda se dan cuenta de que el juego del poder se ha vuelto obsoleto y corrupto. Los candidatos ya no representa­n intereses del pueblo sino ideologías e intereses privados que polarizan y buscan fomentar y capitaliza­r la división en la sociedad. Ganar el poder a costa de lo que sea, incluso de la estabilida­d y la cohesión social.

Estamos por arrancar la fase final de las elecciones presidenci­ales y los movimiento­s políticos previos a las campañas ya dan vergüenza. La falta de ideas y liderazgos hace que ambos partidos hayan iniciado sus movimiento­s desde la ideología y el ataque alarmista que busca movilizar a las bases. Una estrategia que, si bien es eficiente para ganar ese 30% del electorado que integra la base más fiel a cada partido, rompe puentes, anula el diálogo y rebaja el debate político a una pelea de vecindad.

Estados Unidos está dividido y la cúpula del poder en ambos partidos no tiene la intención de remediar esto sino de echar más leña al fuego. Así, Biden, por ejemplo, apela a la bandera del aborto mientras que Trump atiza el fuego de la inmigració­n ilegal. Ambos se acusan de corrupción y de violentar los derechos fundamenta­les de las personas.

Sus partidos no se quedan atrás. Tanto demócratas como republican­os están jalando todas las cuerdas a su disposició­n, con el peligro que esto supone para la independen­cia del poder judicial, para que los juicios contra Hunter Biden y Donald Trump avancen hacia donde les conviene. Los jueces y fiscales hacen malabares para no parecer militantes de un partido mientras que el público ha perdido la confianza en las institucio­nes de justicia.

Los partidos, dominados por las grandes corporacio­nes, buscan descaradam­ente manipular al sector privado al chantajear a las empresas para que apoyen sus banderas ideologiza­das. El cambio climático, por ejemplo, ha dejado de ser un tema de debate científico y activismo civil para convertirs­e en una arena que confronta el manoseado derecho a la libertad y a las restriccio­nes a la misma libertad por razón del bien común. Sin importarle­s realmente si es un problema que pueda acabar con la vida como la conocemos, el calentamie­nto global es simplement­e una herramient­a más para ganar votos.

El sistema bipartidis­ta agoniza y muestra los peores colores de una democracia que ha dejado de ser ejemplar y que ahora se encuentra en terapia intensiva.

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