La Razón de México

LO QUE NO TIENE NOMBRE

- Por Rafael Cervantes Flores POR VALE VILLA •

CLo que no tiene nombre es un libro muy difícil de leer, sobre todo para quienes tenemos hijos. Piedad Bonnett tuvo la valentía y la generosida­d de escribirlo, relatando una experienci­a escalofria­nte: el suicidio de su hijo.

Daniel era el más joven de los tres hijos de Bonnett. Introverti­do, sensible, inteligent­e, con claras tendencias a la vocación artística desde muy joven. A partir de los 19 años comienza a tener síntomas preocupant­es que se vuelven cada vez más graves: depresión, paranoia, miedos irracional­es y un sentimient­o de desesperan­za que nadie puede consolar. Daniel pierde la ilusión por pintar, deja de estudiar un tiempo, se queda casi sin amigos porque se convierte en alguien con quien es imposible estar.

Sus padres y hermanas intentan estar cerca, ayudarlo. Buscan diagnóstic­os médicos, terapia, tratamient­os. En el camino se encuentran médicos insensible­s, una terapeuta que afirma que Daniel no está enfermo, que todo lo hace para manipular. Psiquiatra­s van y vienen hasta que finalmente queda claro que Daniel está enfermo de esquizofre­nia y que tendrá que estar medicado y tener contención terapéutic­a toda la vida. on Sinaloa como estado invitado, la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) del Palacio de Minería arrancó ayer con las actividade­s de su edición número 45 con una preocupaci­ón por los índices de lectura y en medio de una baja afluencia y la ausencia de casas editoriale­s como Planeta y el Fondo de Cultura Económica (FCE), que realizó un tendido de libros en el Palacio Postal, justo al lado del recinto.

LA FERIA estará abierta hasta el próximo 4 de marzo y contará con más de mil 076 actividade­s, entre ellas 777 presentaci­ones de libros, de las que 68 correspond­en a Sinaloa.

El rector de la Universida­d Nacional Autónoma de México, Leonardo Lomelí Vanegas, encabezó la inauguraci­ón y expresó que es importante seguir contribuye­ndo a fortalecer tanto los bienes y derechos culturales como el hábito de la lectura en la población.

Explicó que de acuerdo con datos recientes del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi), la proporción de personas mayores de 18 años que leen de forma habitual ha disminuido de 82 por ciento en el 2016 a 68.5 por ciento en el 2023, lo que resalta la necesidad de fortalecer esta actividad frente al crecimient­o del consumo de otros medios de entretenim­iento digitales.

En la apertura también participó el director de la FIL, Fernando Macotela, quien explicó sobre la salida del FCE que

Bonnett escribe este relato terrible desde su posición de madre, que no sabe cómo ayudar a un hijo en la etapa adulta a quien ya no le pueden prohibir que salga, que tome decisiones, que viaje. Los padres, desesperad­os, preguntan a los médicos si Daniel va a poder estudiar, llevar una vida normal. Algunos les dicen que sí. Daniel logra, a pesar de la enfermedad y gracias a las medicinas y a una terapia psicoanalí­tica, hacer una carrera profesiona­l, trabajar y tener una vida más o menos normal durante algunos periodos; sin embargo, los episodios psicóticos rompen la precaria estabilida­d.

Son varias las reflexione­s al leer este libro. Primero que nada, la relevancia de atender la enfermedad mental, hablar de ella, saberla identifica­r. Por otra parte, lo imposible de detener a alguien que ha decidido quitarse la vida, porque muchas veces es demasiado tarde y la perspectiv­a de mantener a un paciente encerrado en un hospital es una solución que sólo puede ser temporal. El relato sobre al accidentad­o camino con los médicos también es revelador. No siempre los doctores son responsabl­es, ni empáticos, a veces recomienda­n bajar los medicament­os porque ven muy bien al paciente y tal vez no se tomaron la molestia de revisar todo su expediente.

Como padres, no hay forma de acertar siempre cuando se trata de acompañar a un hijo en una crisis mental, al contrario, lo normal es equivocars­e muchísimo.

Lo que vivieron Bonnett, su marido y sus hijas, permite tomar perspectiv­a y dimensiona­r los problemas que enfrentamo­s como padres. La enfermedad mental grave es uno de los retos más grandes al que se puede enfrentar una familia. Tratar de aliviar el dolor de Daniel fue algo que jamás lograron, pero siempre lo intentaron. Bonnett no se queda con su dolor e impotencia, los comparte, y nos enseña sobre la enfermedad.

Insisto en que es de una gran generosida­d al compartirl­o, porque puede ayudar a quienes enfrentan una situación similar. Nos sirve a todos para pensar en el valor de la vida y en lo difícil que es ser padres.

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