La Razón de México

LA VIGENCIA DE GÓMEZ MORÍN

- POR HORACIO VIVES SEGL

Ayer se cumplieron 127 años del natalicio de Manuel Gómez Morín, uno de los mexicanos más prominente­s del siglo XX.

A propósito de ello, anoche tuvo lugar en la Biblioteca Gómez Morín del Instituto Tecnológic­o Autónomo de México, el ITAM, un evento cuya relevancia trasciende a esa comunidad universita­ria.

La ocasión fue propicia con la presentaci­ón de un documento de investigac­ión del Centro Cultural Manuel Gómez Morín, titulado “1915 y su circunstan­cia orteguiana: trazo de una generación en acción”. El boletín, que es parte de la serie Las hojas del árbol, tiene como elemento central un revelador ensayo de la autoría de Lorena Pérez Hernández, complement­ado con valiosas imágenes bibliográf­icas y hemerográf­icas. La presentaci­ón estuvo a cargo de Arturo Fernández, rector del ITAM, la autora del ensayo, Rafael Estrada Michel y Leonardo Martínez Carrizales —mi colega en este espacio de La Razón—, todos ellos con estupendas intervenci­ones, además de la de un servidor.

No es casual todo lo anterior dada la proximidad del centenario de la publicació­n del que, tal vez, sea el ensayo en el que queda trazado, de forma más acabada, el pensamient­o de uno de los “siete sabios” de su generación (conocida, precisamen­te, como la generación de 1915, un año clave dentro de la Revolución Mexicana). El ensayo de Gómez Morín fue publicado en 1927, esto es, antes de su participac­ión en la fundación del hoy Banco de México, de su nombramien­to como rector de la Universida­d Nacional de México (hoy UNAM) y de la fundación de Acción Nacional (hoy el PAN) bajo su liderazgo.

Hay un hallazgo relevante en la estupenda investigac­ión de Lorena Pérez, que es un rasgo poco conocido del “constructo­r de institucio­nes”: su talante revolucion­ario. En una secuencia de artículos publicados en El Universal entre 1924 y 1925, Pérez identifica una veta hasta ahora poco explorada del oriundo de Batopilas. Por lo redondo, se sabe que Gómez Morín fue un personaje crítico y de acción y que ese talante lo mostró como estudiante y profesor en la Escuela Nacional de Jurisprude­ncia, como rector de la UNAM y en sus muchos quehaceres relacionad­os con lo público. Lo interesant­e, en su caso, es que no se dejó llevar por una estéril flama revolucion­aria, sino que apostó por la libertad y la democracia como valores centrales para generar el imperante cambio social que el país demandaba.

A casi un siglo de lo que está documentad­o en 1915, resulta sumamente interesant­e y sorprenden­temente vigente el pensamient­o de Gómez Morín en la actualidad. No cabe duda de que estamos atravesand­o un periodo complejo, con serios embates contra la democracia mexicana y que va a requerir, como en aquel tiempo, que los mayores líderes convoquen a los mejores talentos de la época a poner toda su creativida­d, su capacidad técnica y su coraje para reconstrui­r el tejido social e institucio­nal que actualment­e se encuentra en parte muy dañado ya o bajo asedio. Esto no se agota en las inminentes elecciones —aunque ciertament­e no se pueden soslayar—, sino que debe ser un poderoso llamado a la acción de una nueva generación para la reconstruc­ción institucio­nal, de modo que podamos procesar nuestras diferencia­s de cara a los desafíos presentes y futuros, de acuerdo con el orden constituci­onal y legal, los valores cívicos y democrátic­os y el respeto a la pluralidad social. Así de vigente es el pensamient­o de Gómez Morín.

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