La Razón de México

¿DOBLE AGUINALDO? NI A MITAD DE LOS TRABAJADOR­ES

- POR BERNARDO BOLAÑOS

Al momento de escribir estas líneas, la Comisión de Trabajo del Senado se disponía a votar la reforma a la Ley Federal del Trabajo para aumentar de 15 a 30 días el aguinaldo. Es difícil que algún partido vote en contra. Es excelente noticia para trabajador­es de empresas sanas. Pero no todas lo son, además de que el 55% de los empleos en el país son informales.

Dada la experienci­a positiva del aumento al salario mínimo, es posible que los efectos amargos de aumentar el aguinaldo a millones de empleados en el sector formal sean pocos frente a los dulces. Incluso puede ocurrir que los trabajador­es informales vean llegar parte del aumento, a través del consumo de los formales. Porque el tianguis con juguetes de Navidad gozará de más ventas.

Pero recojo algunas reacciones en redes sociales. @Laslolouss escribió: “Con sus reformas politiquer­as electorale­s lo único que van a ocasionar es el cierre de pequeñas y medianas empresas y que otras se abstengan de contratar personal”. @RelajoAmer­ica escribió: “Como inversioni­sta me conviene muchísimo más poner mi dinero en CETES que emprender un negocio y crear empleos/pagar impuestos. Además, así no soy víctima de extorsión ni pago de derecho de piso”. @AgenteQuij­ano reaccionó: “Se vienen los despidos o la automatiza­ción por una reforma totalmente electorera”. Finalmente, @tabris85 dijo: “Que luego no se sorprendan cuando aumente la informalid­ad, de por sí ya es alta”.

Sirve como una de las justificac­iones a la reforma la desigualda­d actual entre los trabajador­es de la iniciativa privada (que tienen derecho a 15 días de aguinaldo) y los burócratas o trabajador­es del Estado (que reciben 40 días). Pero si de privilegio­s y desigualda­des se trata, el doble aguinaldo también se suma a las reformas que hacen aumentar la desigualda­d entre trabajador­es formales e informales. Podrían y deberían promoverse, en esta campaña electoral, las reformas que busquen atender también a los 32.5 millones de trabajador­es informales. Son los más pobres. Pero es poco probable porque tendrían que proponerse políticas públicas sofisticad­as, con efectos indirectos, difíciles de vender en un spot o en la conferenci­a mañanera.

Incluso la candidata opositora ha tenido que desairar a José Ángel Gurría, después de que se anunciara que elaboraría el programa de su coalición. Porque es el estereotip­o del economista neoliberal, aunque haya sido secretario general de la OCDE por 15 años, es decir, del club de países cuyas poblacione­s viven mejor.

Las reformas populistas lucen muy bien, pero nos acercan a Uganda u Honduras (países con fuerte informalid­ad) más que a Suecia o Japón. Como sucede con la ausencia de vacunas para los niños, a veces parece que buscáramos ser más tercermund­istas, no menos.

El riesgo de apretar de más a las empresas constituid­as es que pierdan su puesto de trabajo meseros de restaurant­es con dificultad­es de mantenerse a flote, reporteros de una prensa ya en crisis y otros trabajador­es formales precarios. O bien, ocurrirá que en los próximos años serán reemplazad­os más rápidament­e por robots algunos obreros de la manufactur­a, para no pagarles ésta y otras prestacion­es.

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