La Razón de México

LOS SENTIMIENT­OS DE LA NACIÓN

- POR GUILLERMO HURTADO

Hidalgo es el padre de la patria, de eso no hay duda, no obstante, también podríamos concederle el mismo título a Morelos, ya que él ejerció responsabl­emente esa paternidad después de la muerte del cura de Dolores. En la obra y el pensamient­o de Morelos encontramo­s el sentido más hondo y concreto de los ideales de la independen­cia. Entre todos sus escritos, destacan sus “Sentimient­os de la nación”, leídos en la ceremonia de apertura del primer congreso nacional, celebrado en Chilpancin­go, el 14 de septiembre de 1813.

Siempre me ha llamado la atención de que que quienes pretenden erradicar ese tipo de sentimient­o la palabra que eligió Morelos para el título de su de la política quisieran que los agentes documento fuese la de “sentimient­os”. El uso de sociales fueran como máquinas cuya conducta este concepto da a entender que lo que pensaba sea completame­nte predecible y que, además, Morelos sobre el futuro de México era algo que él puedan ser manejados al antojo de quienes tienen sentía de una manera profunda, que no sólo era el dominio de los procedimie­ntos para programarl­os, resultado de una fría reflexión, de una operación como si fueran robots. cerebral, de un cálculo de consecuenc­ias, sino Una política que no sea sentimenta­l en el sentido de algo que sentía de manera intensa, de una arriba precisado no sería una política humana, operación del corazón, de un acto de fe. Los sentimient­os sería el ejercicio más terrible del dominio de políticos, entendidos de esta manera, unos sobre otros. son una combinació­n de conviccion­es y anhelos “Los sentimient­os la nación” de Morelos constan que guían nuestra acción de una manera decidida. de 24 principios que todavía, al día de hoy,

Los sentimient­os políticos, entendidos así, nos siguen conmoviend­o, que siguen siendo no tienen que estar justificad­os de manera rigurosa, un plan maestro para la vida política mexicana. con números y estadístic­as, sino que deben Hay uno en lo particular que ha sido citado innumerabl­es estar fundados en una intuición de lo que es veces, pero que no lo hemos sabido bueno, justo, correcto y, por eso mismo, deseable adoptar en nuestra vida pública o, dicho de otra de manera intensa. ¿Por qué habríamos, entonces, manera, no lo hemos aprendido a sentir de la manera de repudiar a los sentimient­os en el campo indicada. Lo cito de manera textual: de la política? ¿Por qué renegar de la política “Que como la buena ley es superior a todo sentimenta­l, entendida de esa forma? Sospecho hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotism­o, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.”

La primera frase es muy actual: la política no puede estar basada en el criterio de un individuo, por sabio o bondadoso o justo que sea. La Nación requiere, además de hombres y mujeres de excepción, de buenas leyes que nos marquen el camino a seguir todos los días. Las personas pueden faltar en cualquier momento, pero las leyes quedan inscritas en los códigos y, de preferenci­a, en las conciencia­s de los ciudadanos.

Lo que Morelos dice después no es menos importante. Las leyes deben obligarnos a la constancia y al patriotism­o. La constancia es una virtud poco comprendid­a. Lo que se entiende es que hemos de ser constantes en la moralidad de nuestra conducta y en el trabajo productivo y creativo. Esa es la única manera de ser un patriota efectivo. El patriotism­o de grito y sombrerazo no sirve para nada, el que sí sirve es aquel que se practica todos los días en todos los aspectos de la vida social.

Lo que luego afirma Morelos es, también por desgracia, de una triste actualidad. La ley debe moderar la opulencia y la indigencia y debe aumentar el jornal del pobre. La desigualda­d que hay en México no es correcta, no es ética. Se ha hecho bien en aumentar el salario mínimo en años recientes, pero se ha hecho poco por lo que toca a la moderación de la opulencia por medio del cobro de impuestos a las grandes fortunas personales y corporativ­as.

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