La Razón de México

SANGRE EN GAZA

- POR MONTSERRAT SALOMÓN

El conflicto en Gaza cumple 5 meses y no se ve cercana su resolución. Mientras las negociacio­nes arrancan y se interrumpe­n cada tanto, los mediadores sienten presión ante la inminente llegada del mes del Ramadán, importante fiesta musulmana que podría elevar la tensión si no se logra atenuar la tragedia humanitari­a que viven los ciudadanos de Gaza.

Con el avance incesante del ejército israelí y el férreo control que mantiene en el territorio, en el puerto, los accesos aéreos y los puntos de entrada fronterizo­s, los miles de civiles desplazado­s dependen totalmente de la voluntad de Israel para conseguir ayuda humanitari­a. Con niveles de desnutrici­ón alarmantes y una situación de gran insegurida­d, las críticas a los obstáculos interpuest­os por Israel al flujo de la llegada de la ayuda crecen incluso del lado de sus tradiciona­les aliados, como lo es Estados Unidos.

A este escenario se suma la tragedia sucedida hace unos días en la que murió un centenar de civiles que buscaba conseguir comida para sus familias. Con versiones encontrada­s, lo poco que se sabe es que los soldados israelíes abrieron fuego contra los civiles por sentirse amenazados ante la muchedumbr­e que se abalanzaba hacia los camiones. Muchas personas murieron aplastadas por los vehículos durante el caos desatado por la desesperac­ión y el hambre. Israel acepta que sus soldados dispararon, pero sólo a unos cuantos, los demás, dicen, murieron por otras causas.

Lo cierto es que Israel tiene que explicar no sólo las acciones de sus soldados, sino los increíbles obstáculos que pone a la entrada de ayuda humanitari­a. Cada vez es más difícil explicar este tipo de acciones y las voces de sus aliados cada vez son más críticas. Israel debe hacer honor a su afirmación de tener el ejército más moral del mundo y cuestionar no sólo el suceso mencionado, sino todo el trato y control que está ejerciendo sobre Gaza y sobre la población que ellos mismos han desplazado.

Existe una barrera muy tenue entre la justicia y la venganza que debe observarse en todo momento cuando se repele una agresión con justa indignació­n. Se necesita mucho valor y un gran coraje para levantarse y defenderse ante un ataque indignante y repugnante, pero también se requiere gran valentía para saber cuándo parar o cómo salir de un conflicto que parece alargarse perdiendo día a día la claridad de su objetivo. Me gustaría pensar que los líderes del Estado de Israel estarán a la altura de las circunstan­cias; sin embargo, no tengo confianza en una persona como Benjamin Netanyahu, que parece haber aprovechad­o esta encrucijad­a para aferrarse a una posición que no merece. ¿Qué habría sido de su carrera política sin el ataque terrorista que encogió nuestros corazones y desató esta guerra?

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