La Razón de México

DÍAS PERFECTOS

- Por Carlos Olivares Baró POR VALE VILLA •

Necesitar poco y ser feliz con poco sería el nirvana. No hace falta un discurso en contra del capitalism­o para defender la alegría inmensa que sería desear poco y ser feliz con las pequeñas cosas. Hirayama es el protagonis­ta de la última película de Wim Wenders.

Se trata de un hombre de unos 55 años, que vive solo en un pequeño departamen­to en una zona humilde de Tokio y cuyo trabajo consiste en limpiar baños públicos, que por cierto son baños interesant­es, modernos y bonitos arquitectó­nicamente. Hirayama —ultra merecidame­nte, Koji Yakusho ganó en 2023 el premio al Mejor Actor en el festival de Cannes— hace su trabajo con precisión, esmero y parece que hasta con alegría. Limpia baños como su forma de subsistenc­ia. Sus trayectos los acompaña siempre con música: Otis Redding, Janis Joplin, Lou Reed y Nina Simone. Sus tesoros son esos casetes que sólo puede reproducir en su camioneta. Sus otros tesoros son los libros, uno de Faulkner (Las palmeras salvajes)

Hace tres décadas que Charles Bukowski (Andernach, Alemania, 16 de agosto de 1920 - San Pedro, Los Ángeles, Estados Unidos, 9 de marzo de 1994) no está físicament­e entre nosotros. Escritor disidente que enfocó sus dardos verbales a describir la miseria humana. Legó significat­ivos textos enmarcados en el sexo, las mujeres, prostituci­ón, aborrecimi­ento, indigencia y soledad, a través de tramas protagoniz­adas por pordiosero­s, disconform­es, borrachos, apostadore­s, mujeriegos, misántropo­s y viciosos.

PARA CELEBRAR a Bukowski, editorial Anagrama publicó en México y España una nueva edición del libro

Hijo de un militar estadounid­ense miembro de las tropas asentadas en Europa después de la Primera Guerra Mundial, a la edad de dos años, su familia se traslada a Los Ángeles, donde estudia la secundaria y termina la educación media; pero, al cumplir 20 años, deserta de la casa materna y decide vagabundea­r en adicción alcohólica por una vida extravagan­te y errática.

Se desempeña en varios oficios, entre los cuales sobresale el de administra­dor del servicio de correos, el cual desempeña durante más de una década: inspiració­n de sus dos primeros libros de narrativa: Cartero y Factótum. Después vendría una aventurada crónica en ejercicio de variadas labores cuyo estipendio lo destinaba a apostar en carreras de caballos; pero, todos los días se sentaba ante su vieja Underwood para escribir sobre la podredumbr­e y desventura de la sociedad norteameri­cana.

No hemos entrevisto todavía los alcances de la escritura del “último escritor maldito de la literatura estadounid­ense” (repiten de manera mecánica y cansina que lo acompaña durante casi toda la película. Duerme sobre una colchoneta delgada, una almohada, una frazada, una lámpara de noche y nada más. Se baña en un baño público donde también disfruta de una tina de agua caliente.

Este hombre es afable, sencillo, sensible, capaz de dormir donde sea, que usa las palabras para lo estrictame­nte indispensa­ble. Qué bonitas son las historias como la de Hirayama en la que podemos suponer mil cosas que no sabemos con certeza: ¿Por qué dejó de ver a su familia, a su hermana, a su sobrina, al padre? Cada uno puede completar la hipotética historia: el padre era violento, tenía dinero, maltrataba a todos, a la madre y también a los hijos, y ahora está demenciado y en un asilo, pero ni esa circunstan­cia extrema nuestro protagonis­ta está dispuesto a volverlo a ver. Quizá tuvo una pareja y la perdió por separación o muerte. Casi puedo asegurar que este hombre dulce es, definitiva­mente, viudo. Incapaz de quejarse, vive la austeridad y la incomodida­d como algo sin importanci­a. Lo sostiene en parte su ética del trabajo bien hecho, impecablem­ente hecho y sus pasiones: la fotografía, la música y la lectura.

Hirayama tiene los ojos bien abiertos. Sabe que cada día que amanece es un regalo, ve el cielo, ve las reseñas). Pocos se detienen en los ecos frágiles y humanos de un poeta y narrador acusado de hacer uso de un estilo procaz en sentido de un ‘exhibicion­ismo literario’ que enfatiza obcecacion­es de modo pretensios­o y vulgar. No, el autor de Shakespear­e nunca lo hizo es uno de los más descarnado­s exponentes de la literatura estadounid­ense.

Los adolescent­es van en busca de sus libros para masturbars­e en las rondas de unas perturbado­ras historias obscenas; pero, nunca deletrean el asonante y lírico resplandor del secreto erótico de sus relatos y novelas. Chinaski, su alter ego,

hombre turbado, enigmático y esquivo es uno de los personajes más convincent­es de la narrativa contemporá­nea. Todo revolotea a su alrededor como una sombra. Admirador de Carson McCullers, siempre tenía a la mano un ejemplar de El corazón es un cazador solitario. La soledad, tema que escolta las tramas de las ficciones en que habita.

Canciones, alcohol y mujeres: extraviado triángulo que el autor de La senda del perdedor abrazó con vehemencia en Cartero, Factótum, Hollywood, La máquina de follar, Se busca mujer...: ficciones de sexualidad transgreso­ra. / Bukowski también abordó el abuso sexual infantil: evocación de la infancia azarosa sujeta a un padre violento: léase “La historia de un violador” o “El maniaco”.

Releo en estos días El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco.

Diario de los últimos meses de su vida, suscrito en metáfora con tintes filosófico­s: “La nave que nos traslada está en muy mal estado”. Folios humedecido­s por una mordaz clarividen­cia, en que Bukowski subraya su desencanto y preconiza su muerte. “No sé lo que le pasará a otra gente, pero yo, cuando me agacho para ponerme los zapatos por la mañana, pienso: ‘Ah, Dios mío, y ahora qué’. Estoy jodido por la vida, no nos entendemos. No me sorprende que los manicomios y las cárceles estén llenos”. Testamento del viejo indecente

que lo que más le gustaba era rascarse los sobacos. los árboles, los retrata cientos de veces bajo distintas luces. No tiene posesiones, pero sí un enorme archivo de fotografía­s que imprime en papel cada semana. No hay obviedades sobre por qué vive solo, por qué habla tan poco, cómo es que ha logrado estar contento con una vida que nos puede parecer demasiado simple haciendo un trabajo que nadie elegiría hacer voluntaria­mente.

Hirayama siempre está leyendo libros que saca de una biblioteca. Ahora toca el turno a Patricia Highsmith (Once). La biblioteca­ria le dice que en ese libro está todo lo que puede aprenderse sobre miedo y ansiedad. Hirayama pedalea su bicicleta, recibe a su sobrina sin interrogar­la, lava su ropa, compra su comida, bebe y fuma a veces. Tiene un mundo interno lleno de belleza y está sano, sin ninguna enfermedad incurable.

“Its a new dawn its a new day its a new life for me and im feeling good”

Perfecto himno sobre el sentido existencia­l de este hombre que sabe sonreír, llorar por lo perdido y agradecer estar vivo.

En una entrevista dijo: “Hay en mí algo descontrol­ado, pienso demasiado en el sexo. Cuando veo una mujer me la imagino siempre en la cama conmigo. Es una manera interesant­e de matar el tiempo en los aeropuerto­s. Parece una historia sobre sexo y borrachera­s, cuando en realidad es un poema sobre el amor y el dolor”. Sí, Bukowski asumió la escritura como un delirio: en realidad, sus libros son el testimonio de un hombre asediado por la pasión amorosa y el desconsuel­o.

A TRAVÉS de sus textos, el escritor describió la miseria humana; es uno de los más descarnado­s exponentes de las letras estadounid­enses

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