Los fallos de seguridad detrás del Bataclán ruso
Atentado del Crocus City La desconfianza en la inteligencia americana y el conflicto en Ucrania hizo que Rusia desatendiese la amenaza islamista
Hace una semana, Rusia seguía inmersa en su día a día, imbuida en esa nueva realidad que se instauró oficialmente tras la famosa Operación Militar Especial. La amenaza llegaba desde Ucrania a través de drones y grupos armados que atacaban la región fronteriza de Bélgorod. Los rusos, acostumbrados a esas noticias, ignoraban que algo tremendo estaba a punto de pasar en la capital y que 143 personas inocentes morirían a manos de un enemigo que se encontraba a miles de kilómetros de Kyiv. Una semana después del terrible atentado del Crocus City Hall el país sigue sin entender el porqué de lo sucedido, mientras se sigue investigando y muchos de los heridos continúan hospitalizados.
Desde que Vladímir Putin llegara al poder en 1999, Rusia ha sufrido en varias ocasiones los ataques del terrorismo checheno y después islamista. Seis de los 20 atentados más mortíferos del mundo en los últimos 50 años se han perpetrado en suelo ruso. En la memoria de sus ciudadanos permanecen actos terroristas como aquellos que derribaron edificios enteros en el verano de 1999 y que dejaron un balance de 294 muertos. El sucedido en el teatro Dubrovka de Moscú en 2002, con 130 muertos. En la escuela de Beslán en 2004, con 334 muertos. En la ciudad de Rostov del Don en 2004, con 90 víctimas mortales. En el metro de Moscú, en 2010, con dos ataques que le arrebataron la vida a 39 personas o el de la sala de conciertos de Crocus City, hace tan solo siete días, con 143 muertos. Entre 1994 y 2005, Rusia ha sufrido un total de 14 atentados y tomas de rehenes atribuidos a terroristas del Cáucaso Norte, principalmente separatistas chechenos, con un balance de casi 1.500 muertos. De 2010 a 2024, el país sufrió el terrorismo islamista originario del Cáucaso y Asia Central, con cinco atentados que causaron la muerte de 300 personas.
La pacificación de Chechenia ha sido, sin duda, una de las mayores victorias de Putin, descartando cualquier amenaza desde la región gobernada con mano de hierro por Ramzán Kadírov, hijo de Akmat Kadírov, asesinado en mayo de 2004. Pero el Kremlin siempre ha mirado con recelo la proliferación de grupos étnicos tayikos radicalizados por el Estado Islámico de Jorasán (EI-J), algo que se ha visto estos días tras la detención de los cuatro hombres sospechosos de llevar a cabo el ataque, procedentes de Tayikistán. Se sabe que la agencia responsable de combatir el terrorismo en Rusia se llama Segundo Servicio y es una rama del Servicio Federal de Seguridad, o FSB, que hasta hace uno años se había especialique zado en extremistas islamistas, bandas de asesinos y grupos neonazis locales. Con el paso del tiempo, y sobre todo a raíz de la guerra con Ucrania, la lista de objetivos de este departamento se ha incrementado para dar cabida a todo lo que pudiese significar una amenaza a la estabilidad del país, como figuras de la oposición y sus partidarios, así como líderes de los movimientos LGTB, activistas de derechos humanos, testigos de Jehová, activistas por la paz y otros críticos del Kremlin. Según analistas consultados por medios como «The New York Times», esto ha podido suponer un descenso en el trabajo efectivo contra esas amenazas reales.
El relato completo de lo que realmente sucedió hace siete días aún no está claro, y funcionarios estadounidenses y europeos, así como expertos en seguridad y contraterrorismo, enfatizan que incluso en las mejores circunstancias, con información muy específica y servicios de seguridad bien entrenados, es difícil desbaratar complots terroristas internacionales encubiertos. Pero no descartan
La invasión de Ucrania es el principal objetivo de los servicios de seguridad y militares rusos, y también podemos ver ese enfoque en la esfera política: Putin está culpando a Ucrania y a Occidente, en lugar de al Estado Islámico-Jorasán (ISIS-K), con base en Afganistán, mientras intenta explicar el ataque al público ruso. Es casi seguro que los servicios de seguridad han estado vigilando las amenazas de los grupos extremistas islamistas, dado su continuo apoyo al régimen de la materialización del ataque probablemente se debió a una combinación de factores y algunas fatales casualidades, no descartando los profundos niveles de desconfianza, tanto dentro del sistema de seguridad ruso como en sus relaciones con otras agencias de inteligencia globales.
El 7 de marzo, justo un día después de que la embajada de Estados Unidos en Moscú advirtiera de un posible atentado terrorista, el Servicio de Seguridad ruso, o FSB, anunció que había aniquilado a dos ciudadanos kazajos al suroeste de Moscú, desbaratando un complot del EI-J para atacar una sinagoga en la capital. Paralelamente, el nivel de seguridad en la capital rusa se elevó pudiendo ser una de las causas por las que los terroristas pudieron posponer la fecha de su ataque, que podría haber sido programado para varios días antes. Moscú, que sigue investigando lo sucedido en el Crocus City Hall, anunció ayer a través del Comité de Instrucción ruso que había descubierto evidencia de que los terroristas detenidos estaban vinculados a «nacionalistas ucranianos», especificando que los atacantes habrían recibido cantidades significativasdeefectivoycriptomonedas de Ucrania, algo que se apresuró a desmentir el gobierno de Kyiv. Putin ha tratado de involucrar a Ucrania desde el primer momento de conocerse el atentado pero sin aportar pruebas.
El FSB, especializado en yihadismo, se ha concentrado en reprimir a opositores y activistas de DDHH
Asad en Siria y la preocupación por los riesgos para la seguridad que emanan de Afganistán. Dicho esto, es posible que los servicios de seguridad no hubieran logrado detener este atentado aunque la guerra no estuviera en curso. Rusia ha sufrido varios atentados terroristas durante la etapa de Putin en el poder.
Uno de los probables motivos por los que el
ISIS-K apunta a Rusia es el papel del Ejército ruso en el ataque al Estado Islámico en Siria como parte de su apoyo a Asad. Los agravios históricos más específicos de Afganistán, donde el grupo tiene su base, también podrían estar en juego, en particular la invasión de Afganistán por la Unión Soviética en la década de 1970-80. En el pasado, los militares rusos han atacado al Estado Islámico en Siria como parte de su apoyo a Asad. En el pasado, las acciones militares de Rusia en la Chechenia predominantemente musulmana en la década de 2000 fueron el motor de algunos de los atentados terroris