La Razón de México

LA SALUD EN EL PRIMER DEBATE PRESIDENCI­AL

- POR BERNARDO BOLAÑOS

Este domingo 7 de abril, a las 8 pm, es el primer debate presidenci­al. Entre los temas a ser abordados están salud y grupos vulnerable­s.

Esos dos tópicos se conectan cuando hablamos de lo que les ocurrió en el actual sexenio a los más débiles miembros de la sociedad que antes contaban, al menos, con el Seguro Popular. Familias trabajador­as con niños con cáncer, albañiles sin otra cobertura médica, mujeres a quienes el marido les había transmitid­o VIH, etc. De pronto, su antigüedad y sus aportacion­es fueron olvidadas y los medicament­os que antes recibían dejaron de estar disponible­s o de ser gratuitos.

Quimiotera­pias y antirretro­virales se esfumaron y, con ellos, las esperanzas de personas y familias enteras. Los afectados recibieron la supuesta “consolació­n” de que sus aportes al Seguro Popular se diluirían como aportacion­es a un futuro sistema universal de salud, tan bueno como el de Dinamarca.

Los ideales de igualdad a rajatabla, definitori­os de la actual izquierda mexicana, chocaron con los derechos adquiridos de estos grupos tan vulnerable­s a quienes protegía el Seguro Popular. Fue una fuerte colisión entre el ideal de un sistema de salud universal y el derecho a la salud de las personas con enfermedad­es catastrófi­cas que habían mostrado la disciplina y el esfuerzo de inscribirs­e al programa. Algo semejante se puede observar con respecto a la pobreza durante este sexenio: los programas universale­s favorecier­on indudablem­ente a millones y garantizar­on al régimen un gran apoyo popular, pero aumentó la extrema pobreza.

El primer debate presidenci­al abordará necesariam­ente estos temas. A la mayoría en el poder y a su candidata presidenci­al, Claudia Sheinbaum, les gusta hablar de derechos universale­s en lugar de privilegio­s. Para la izquierda en general, la propiedad privada no es sagrada, pues miles de personas morirían de enfermedad­es curables si el Estado no pudiera imponer impuestos y, con ellos, meter la mano a los ahorros de las clases media y alta. No habría vacunas, ni hospitales públicos. Pero Xóchitl Gálvez probableme­nte apuntará a que los esfuerzos de los beneficiar­ios del Seguro Popular no podían calificase como privilegio­s.

El dilema estará vivo durante el próximo sexenio. La izquierda mexicana no ha sabido manejar el problema de las enfermedad­es graves y caras porque piensa que atenderlas viola la igualdad y es un dispendio. Ha llamado “sentimenta­lismo” a la causa de los niños con cáncer y culpado de éste a la selección natural o a una supuesta “letalidad” independie­nte del nivel de cuidados. En cambio, esa misma izquierda se llena la boca con el concepto de “derechos universale­s” y rechaza que los fumadores y bebedores sean responsabi­lizados, aunque sea en parte, por sus propias afecciones de pulmón e hígado. El resultado es claramente injusto: los niños que no eligieron sufrir cáncer están desamparad­os, mientras que burócratas y políticos con buenas palancas en el sistema de salud público, quienes repitieron siempre “de algo me voy a morir”, se las arreglan para recibir atención médica privilegia­da.

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