La Razón de México

CONFLICTO ECUADOR-MÉXICO: EL FONDO DEL ICEBERG

- POR HORACIO VIVES SEGL

Como adelanté en este mismo espacio la semana pasada, es necesario realizar un análisis integral del conflicto diplomátic­o entre Ecuador y nuestro país, que tuvo como su más gráfica y lamentable expresión el asalto por parte de fuerzas de seguridad ecuatorian­as de la embajada mexicana en Quito; no sin volver a dejar claro que Ecuador cometió una gravísima violación al Derecho Internacio­nal, que protege la inviolabil­idad absoluta de las sedes diplomátic­as.

Ahora bien, es interesant­e entender cómo se llegó a tan grave punto de no retorno. Para ello, hagamos una revisión tanto de la errática política exterior mexicana como de las peculiarid­ades del mandato del presidente ecuatorian­o Daniel Noboa.

Al inicio de su mandato, el actual Presidente mexicano anunció que mantendría como postura el no inmiscuirs­e de ninguna forma en la política de otros países (tal vez, ingenuamen­te, pensando que, por reciprocid­ad, nadie se atrevería siquiera a opinar sobre el desempeño del gobierno mexicano), y repitió muchas veces que la mejor política externa era un buen trabajo interno.

Sin embargo, con el tiempo el Presidente fue sucumbiend­o a la tentación de opinar cada vez más y actuar de diversas maneras con clara intenciona­lidad política, especialme­nte en la región latinoamer­icana. Así, entre otros episodios, se pueden contar las críticas al gobierno de Iván Duque y el llamado al voto por Gustavo Petro en Colombia; la defensa de los Fernández y el pleito con Milei en Argentina; la traída a México de Evo Morales, expresiden­te de Bolivia, y la recepción de la familia de Pedro Castillo, expresiden­te de Perú, ambos

perseguido­s judicialme­nte en sus países (consideran­do, por cierto, estos dos precedente­s, ¿era desproporc­ionado que el gobierno ecuatorian­o calculara que vendría un intento de extracción a México del exvicepres­idente sentenciad­o por la justicia ecuatorian­a?); las críticas a la presidenta peruana Dina Boluarte —incluido el capricho de no entregar a Perú la presidenci­a pro tempore de la Alianza del Pacífico—; los constantes guiños a las dictaduras venezolana, nicaragüen­se y la muy romantizad­a cubana; y, por último, el más relevante, la crítica al proceso comicial ecuatorian­o del cual salió legítimame­nte electo el presidente Daniel Noboa, incluyendo delicadísi­mas y tendencios­as declaracio­nes sobre las implicacio­nes del asesinato del candidato Fernando Villavicen­cio, a lo cual se sumó el inusualmen­te largo periodo (desde diciembre) que el gobierno mexicano mantuvo en categoría de “huésped” a Jorge Glas en la embajada en Quito.

A propósito, no puede ser una coincidenc­ia bobalicona que un personaje tan cuestionad­o como Glas haya elegido precisamen­te a México para refugiarse en su embajada, dada la estrecha relación del correísmo, tan satanizado por Noboa, con el

Gobierno mexicano. ¿Se imaginan a alguien con el prontuario criminal de Glas yendo a las sedes diplomátic­as de Estados Unidos, Suecia o Japón a pedir asilo? Definitiva­mente no.

Por su parte, Noboa tiene un mandato y una agenda política: encontrar una solución a la escalada de violencia criminal y corrupción en su país, que llegó al extremo del asesinato del candidato Villavicen­cio en las últimas elecciones presidenci­ales, además de los peligrosos —y bochornoso­s— incidentes en los que organizaci­ones criminales, con fines de intimidaci­ón, irrumpiero­n en la transmisió­n en vivo de un noticiero y en la Universida­d de Guayaquil. Además, Noboa tiene la mira puesta en un nuevo periodo presidenci­al, esta vez completo (y no sólo de año y medio, como el actual, donde fue electo para terminar el gobierno de Guillermo Lasso, que concluyó de forma anticipada) y, tan pronto como este domingo 21 de abril, un proceso de consulta popular donde estará en juego, entre otras cosas, el aval ciudadano para que las fuerzas armadas participen en tareas de combate al crimen organizado. No debe escapar a Noboa la influencia documentad­a de las organizaci­ones criminales mexicanas en el incremento de la violencia en Ecuador. México se equivocó al subestimar a Noboa.

No deja de ser interesant­e la reacción de Washington: una condena más bien desganada contra Ecuador y un llamado a las partes para resolver el diferendo. Pareciera que, ante una gravísima violación del Derecho Internacio­nal, Estados Unidos decidió tratar el asunto como un simple sainete. Pequeño detalle: en los mismos días, uno de los aliados más importante­s de EE. UU., Israel, cometió una violación semejante (nada menos que despachand­o misiles) en contra de otra sede diplomátic­a, la embajada de Irán en Siria.

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