La Razón de México

UN DEBATE SIN PENA NI GLORIA

- POR CARLOS URDIALES •

De acuerdo con la encuesta exprés de Enkoll, la intención de voto del 92 por ciento de los electores es inmune a los debates. Dicho de otra manera, la diferencia entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez se ha cristaliza­do y salvo un cisne negro, una hecatombe, las fluctuacio­nes serán marginales.

El segundo debate presidenci­al pasó sin pena ni gloria. Xóchitl fue una mejor versión de sí misma. Máynez descongeló la sonrisa para ir por el voto imaginario de las niñas y niños de México. Claro que atendió mejor que las candidatas a quienes formularon las preguntas del encuentro. Para eso tiene espacio y margen. Ellas no, ellas juegan en otra liga.

Claudia Sheinbaum a consolidar la percepción de estadista, de gobernante y no de aspirante. Lo suyo fueron las propuestas, buenas o no, habla de un plan, de programas ya diseñados y listos para que una vez transitada la aduana electoral, los implemente. Habla del Presidente López Obrador como el faro que la guía, le guste a quien le guste.

En la frenética danza postdebate, donde los equipos políticos imaginan que se creen eso de la disputa por la narrativa, todo se repite.

El último afirma que es quien más crece, y sí, duplica, triplica su nivel de conocimien­to. Fue el más sensato a la hora de proponer y de cuestionar las ideas ajenas huérfanas de métodos; y sin embargo será. Lo sabe él y MC, anécdota, instrument­o para levantar sufragios naranjas en congresos o municipios. No más.

Y Xóchitl jugó a lo suyo, buscó a su contrincan­te, tiro buenos golpes, impactó lo que cada uno juzgue relevante, pero ni por asomo se vislumbró uno que hiciera imaginar una caída de Claudia Sheinbaum. Algo que la desequilib­rara, un descontón no previsto. De hecho, la candidata de Morena se vacunó en el minuto uno; “esta noche habrá calumnias, de este lado, propuestas”.

A un mes de las elecciones, la comentocra­cia nacional atenderá los reclamos sobre las encuestas como propaganda, hablará de la tibieza en los formatos de los debates, de los miedos esclavizan­tes de quienes por influencia y/o por capacidad económica, deberían jugársela y llamar al voto anti 4T.

Del otro lado, insistirán que, a la luz del estado de las cosas, la transforma­ción merece otro envión a través del refrendo popular. Los simples referentes económicos que el pueblo tiene no espantan a nadie. Peso por las nubes, inflación oficial bajo control, tasas estables, apoyos sociales consistent­es. Y más.

De deuda externa, déficit presupuest­al, malas estimacion­es en grandes obras, barriles sin fondo, infraestru­cturas mal atendidas, acentos tributario­s para suplir la falta de una reforma de horizonte amplio, nada de eso es del saber popular. Ni tiene por qué. A eso jugamos, a premiar cada seis años la política más astuta, la de mayor olfato y sentido de la oportunida­d. Y así volverá a ser.

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