La Voz de la Frontera

Un globo para don Pedro

Fue el hombre que rompió con el anonimato de los señores de la droga y visibilizó su poder. Hoy día, donde cayó muerto, existe un cenotafio que adquiere valor simbólico al abonar al mito del precursor de la ostentació­n, la temeridad y la sensación de domi

- JUAN VELEDÍAZ

Pedro Avilés Pérez se convirtió en el primer jefe mafioso muerto en enfrentami­ento con la Policía tras el inicio de la Operación Cóndor, lanzada por el Ejército Mexicano en enero de 1977.

Fue una balacera que reportaron por la frecuencia de radio policial la noche del Grito de Independen­cia. La alerta decía que un tiroteo a las orillas de Culiacán, por el rumbo nororiente, había dejado un reguero de cuerpos en el entronque de caminos conocido como la “y griega”, donde había un retén de la Policía Judicial Federal.

Ese 15 de septiembre de 1978, un grupo de fotógrafos de prensa dejó la cobertura de los festejos patrios en palacio de gobierno, tomaron sus equipos y enfilaron rumbo al crucero que conduce a los pueblos La Pitayita y Tepuche. Cuando llegaron, un destacamen­to de agentes federales tenía acordonado el lugar. Salvo el Ejército, no dejaban que nadie se acercara. Ni la policía municipal podía pasar.

Los fotógrafos lograron retratar una camioneta roja que estaba a orilla del camino, a simple vista lucía múltiples perforacio­nes de grueso calibre en la carrocería y parabrisas. Era una Ford de redilas modelo 1976 de doble rodada. Minutos más tarde un reporte informó que había por lo menos nueve muertos, tres de las víctimas eran mujeres. La escena no parecía un episodio más de las guerras del hampa en la capital de Sinaloa, la aparatosa movilizaci­ón policiaca reflejaba que se trataba de algo mayor.

La balacera comenzó alrededor de las ocho de la noche. Un grupo de hombres armados venían de la sierra a bordo de dos camionetas, cuando se aproximaba­n al retén se les marcó el alto, la primera aceleró y de la segunda comenzaron a disparar. Fue un tiroteo que duró alrededor de cinco minutos.

Antes de la media noche, ante la magnitud del suceso, Cruz López Garza a quien los medios locales identifica­ron como jefe del Ministerio Público Federal y coordinado­r general de la campaña contra el narcotráfi­co, dio una conferenci­a de prensa en las oficinas de la PGR. Informó que había nueve muertos y seis heridos, cinco de ellos de gravedad. Entre los fallecidos estaban tres jóvenes mujeres de 16, 18 y 21 años de edad que venían con los pistoleros. “Posiblemen­te no tenían ninguna relación con el tráfico de drogas”, explicó el funcionari­o.

La bomba noticiosa de la noche fue que uno de los más famosos narcotrafi­cantes a nivel nacional estaba entre los muertos. Se trataba de Pedro Avilés Pérez, quien se hacía llamar también Armando Guerrero Pérez, oriundo de la Ciénega de los Silva, poblado en la sierra de Chihuahua, limítrofe con Sinaloa. Era el jefe del grupo más fuerte de traficante­s de droga en la frontera de Sonora con Arizona, que creció durante los años sesenta y se consolidó en la primera mitad de los setenta.

EL FIN DE UN CICLO

El cadáver de Avilés Pérez estaba tirado afuera de la primera camioneta, en los asientos estaban los cuerpos de las tres mujeres. Según el informe de la Policía Judicial Federal, su chofer y brazo derecho estaba sentado inclinado hacia un lado, se trataba de Juan Manuel Ruiz Soto, que se hacía llamar Jorge Santibañez Pérez. Pedro Avilés Pérez se convirtió en el primer jefe mafioso muerto en enfrentami­ento con la policía tras el inicio de la Operación Cóndor, como se llamó la primera gran estrategia militar de erradicaci­ón de cultivos de droga y detención de narcotrafi­cantes, lanzada por el Ejército 8exicano en enero de 1977

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