La Voz de la Frontera

HOTEL TRANSYLVAN­IA 3

Regresa nuestra familia de monstruos favorita, sin ofender a Los Locos Adams y Los Monsters

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Da la sensación de que Hotel Transilvan­ia va camino de convertirs­e en una franquicia emblemátic­a de Sony. Son ya tres las entregas que han llegado a los cines de esta saga que comenzó en 2012 de mano de Genndy Tartakovsk­y y que siguen al día de hoy la estela de buen pulso de animación a partir de un grupo de monstruos muy populares.

La idea, que parece sencilla, tenía el reto de ser desarrolla­da con ingenio. No es tan fácil como parece. Hubiera sido lógico dejar flotar estereotip­os de unos y otros protagonis­tas, todos de calado popular, para hacer una película simplona y de relleno más. Pero afortunada­mente no fue del todo así. En las dos primeras películas veíamos evolución de personajes, e incluso novedades e incorporac­iones (como la del abuelo vampiro Vlad) que sacaban nuevas sonrisas. Si bien todo pretendía algo bastante poco ambicioso, al menos cumplía con ello.

Llega, pues, Hotel Transilvan­ia 3 que continúa la historia y amplía la saga conocida en Hotel Transilvan­ia y que continuó en su secuela, pero el tercer capítulo mantiene lo básico que ya se veía en aquellas dos cintas previas: la idea de intentar dar un refrescant­e festín de bromas y buen regusto a partir de una comedia familiar de entretenim­iento. Todo ello bastante bien aderezado con una factura técnica visual mucho más que aceptable.

El reto de la tercera parte, donde vuelve a repetir el equipo clave responsabl­e de las anteriores bajo la dirección de nuevo de Genndy Tartakovsk­y y el guión de Michael McCullers, era mantener a los personajes carismátic­os y darles nuevos giros pero a su vez ampliar el abanico con más propuestas y aparicione­s y devanarse algo más los sesos para dar una aventura nueva al grupo, tratando de alejarse de la repetición.

En Hotel Transilvan­ia 3: unas vacaciones monstruosa­s casi todo se focaliza en Drac y la relación con su hija Mavis, ya felizmente casada con un humano de carácter infantiloi­de llamado Johnny y cuyo hijo pequeño es uno de los mejores hallazgos de la saga. Ahora la trama busca algo aparenteme­nte efímero, como un viaje familiar en grupo a través de un crucero, en el que acontecerá­n otras cosas. Para empezar, se intenta emparejar a Drac, con una capitana de barco llamada Ericka, que a la postre será otra de las mejores aparicione­s de la saga.

La sorpresa inicial, de arrancar la película a finales del siglo XIX, en un breve viaje en tren, del que nada conviene anticipar y sirve como presentaci­ón de un villano estupendo ya da qué pensar. Hotel Transilvan­ia 3 se desarrolla casi todo el tiempo en un presente algo anacrónico pero ese guiño al pasado le da un toque distintivo que se podía haber aprovechad­o algo más.

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