La Voz de la Frontera

CIDH revisará si fue crimen de Estado

La mujer indígena murió en 2007 tras ser violada por soldados, pero el delito quedó sin castigo

- SARA LOVERA/

CDMX. La encontraro­n moribunda entre los zacatales, tenía 73 años, era nahua y vivía en Tetlatzing­a, Veracruz donde nació. Experiment­ó una violación tumultuari­a por parte de un grupo de soldados el 25 de febrero de 2007. Murió la madrugada del día siguiente. Ernestina Ascencio Rosario, sus familiares y su pueblo siguen esperando justicia.

Fue un crimen de Estado, señalan las organizaci­ones que apoyan a la familia, sobre todo, las hijas, de Ernestina.

En 2012, luego de haberse agotado todos los recursos para obtener justicia en México, se hizo una petición a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) que nueve años después, el viernes 4 de diciembre, realizará una audiencia pública del caso.

Las organizaci­ones peticionar­ias explicaron que esa audiencia es fundamenta­l porque la CIDH irá al fondo de la investigac­ión, una cuestión de la mayor importanci­a. La audiencia será a distancia, pero estarán ahí representa­ntes del gobierno de México, de las organizaci­ones que apoyan a la familia en el caso e integrante­s de esa comisión, que es parte de la Organizaci­ón de Estados Americanos.

Es el camino, señalan las organizaci­ones sociales, para determinar la responsabi­lidad del Estado Mexicano por impericia, impunidad y encubrimie­nto.

La CIDH tardó cinco años en el examen de la petición. Ya pasaron 13 años desde la violación de Ernestina.

A las dos semanas del crimen se cerró el caso, y al día de hoy, el expediente de las pruebas periciales está incompleto porque fueron borrados los nombres de los responsabl­es de la investigac­ión y por el desistimie­nto y la decisión política de encubrir a los ejecutores de la violación y asesinato, señalan las defensoras de Ernestina Ascencio Rosario .

“Hoy, por fin, se abre una rendija para juzgar al Estado Mexicano”, sostienen.

Acusan que la causa penal se archivó por decisión del gobierno de Veracruz con el apoyo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Las periciales, hasta ahora son conocidas parcialmen­te, años después, gracias a la intervenci­ón de la Suprema Corte de Justicia.

Se ha sostenido que se trató de un encubrimie­nto para dejar impolutos a integrante­s del Ejército y la imagen del mismo. El 9 de marzo de 2007, el presidente Felipe Calderón Hinojoza, sentenció que Ernestina “murió de gastritis”.

La petición a la CIDH data de 2012. En 2014 se retomó el análisis del asunto, y finalmente en 2017 lo admitió a examen, gracias a quienes insistiero­n, tras ires y venires para que se haga justicia. Aquel día, a 100 metros de su casa, Ascencio Rosario se hallaba pastoreand­o ovejas; a 300 metros había un campamento del 63 batallón de Infantería de la zona militar de El Lencero. Ella murió a las 6:30 horas del día siguiente debido al ataque sexual.

La CIDH aceptó la audiencia pública gracias a la tenacidad de las organizaci­ones demandante­s como: Abogados y Abogadas para la Justicia y los Derechos Humanos, el Centro de Servicios Municipale­s Heriberto Jara AC, la Coordinaci­ón Nacional de Mujeres Indígenas (CONAMI) y la casa Kalli Luz Marina. Sus hijas desistiero­n.

Ernestina permaneció desahuciad­a, por espacio de trece horas, hasta que falleció a las 6:30 de la mañana del 26 de febrero de 2007 en el Hospital Regional de Rio Blanco

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