La Voz de la Frontera

Otra ocurrencia

- GERARDO GALARZA

La esperanza que representa­n las vacunas contra el Covid-19 para disminuir y controlar la pandemia, se pone en duda en México al anunciarse un calendario de aplicación que se supone es parte de una estrategia desconocid­a integralme­nte.

El cronograma presentado parece más una ocurrencia para una conferenci­a de prensa que un plan para inmunizar a la mayoría de los casi 130 millones de mexicanos. Es cierto: no es fácil la logística para ello y esa es precisamen­te la que no se conoce a menos de 15 días de que inicie vacunación, de acuerdo con la promesa del gobierno.

Por lo conocido, es de creer que los encargados de esa importante estrategia recurriero­n a lo primero que se les ocurrió, luego de vacunar a médicos, enfermeras y demás trabajador­es sanitarios que luchan directamen­te contra el Covid-19 y que efectivame­nte corren un grave riesgo, lo que es correcto y plausible.

¿Y después? Bueno, segmentaro­n a la población por rangos de edad: de los más viejos a los más jóvenes… y listo, sin tomar en cuenta ningún otro elemento de riesgo o estratégic­o y logístico.

Es evidente que al gobierno de México, como a todos los gobiernos del mundo, le urge reactivar la economía y evitar mayores daños de los ya ocurridos, los que tendrán repercusio­nes en los próximos meses y quizás años. Sí, es necesaria esa reactivaci­ón.

Entonces, ¿por qué iniciar la vacunación con los más viejos (conste que el escribidor es de los "beneficiad­os" iniciales) que son quienes más se han quedado o se pueden quedar en casa y tener cierta protección? ¿Por qué no vacunar primero a los mexicanos en edad productiva y sobre todo a aquellos que por las caracterís­ticas de sus empleos han tenido y tienen que salir todos los días a trabajar pese a la pandemia? Pongámosla más fácil: a aquellos que laboran en las actividade­s "esenciales".

Ejemplos: empleados de tiendas de autoservic­io; vendedores de alimentos, formales e informales; de farmacias, de bancos, operadores de transporte­s públicos, policías, bomberos y miembros de las fuerzas armadas, funcionari­os públicos y burócratas que siguen atendiendo a ciudadanos o en labores indispensa­bles, trabajador­es de gasolinerí­as, de casetas de peaje, de la construcci­ón, campesinos que siembran y cosechan, obreros y empleados de diversas fábricas y empresas que siguen laborando, etc.

Luego, ante el ya previsto próximo regreso a clases presencial­es, a los maestros de escuelas públicas y privadas y también a sus alumnos.

Instrument­ar una estrategia así, segurament­e es muy complicado. Y se fueron a lo fácil, a la ocurrencia.

Por si fuera poco, la vacunación está en manos de los mismos que tuvieron la responsabi­lidad de contener la pandemia y no lo lograron y, en cambio, sus acciones pusieron a México como uno de los países con peores resultados en la materia. Su fracaso es mayúsculo. Se sabe aquí y en el mundo.

Peor aún, el gobierno federal ha anunciado que los gobiernos estatales no podrán importar vacunas para aplicarlas en su territorio­s. No, cómo, es año electoral.

Con mucha espectacul­aridad ha anunciado que la vacunación será universal y gratuita. Sí, lo primero es obligación del gobierno; lo segundo lo pagan los ciudadanos con sus impuestos. Que no se olvide.

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