La Voz de la Frontera

Un año deplorable

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En todos sentidos: En la salud, la economía, la insegurida­d, escucho a personas decir el ¡ya que se acabe!, como si el paso de la noche al día fuera suficiente para conjurar tantos males. Bien dicen que la esperanza es lo último que se pierde, así que confiemos en que alguna especie de hadas de la buena suerte nos alumbren el destino.

La pandemia cambió todo. La necesidad de aislarse, la pérdida del contacto social, el miedo al virus, las penurias de dinero, tiene sumido a un grueso de la población en un estado depresivo. Para colmo de males, un gobierno de bandazos, de arbitrarie­dades, de desapego a la ley, de ocurrencia­s, de destrucció­n de institucio­nes sólidas, que nutrían la democracia.

Gobierno de un solo hombre que decide a su antojo. Que se rodea de individuos a los que elige no por su capacidad, sino por su sumisión y “lealtad”.

Las consecuenc­ias saltan a la vista. Más homicidios dolosos, Su compromiso de campaña, de abatir la insegurida­d en 100 días, tampoco a los dos años se ha cumplido; por el contrario, la sociedad está a merced del hampa. Se llena la boca diciendo que ya no hay impunidad, mientras el 96% de los crímenes permanecen sin castigo y, en los contados casos en los que hay investigac­iones, en eso quedan.

Ignora a las víctimas de atentados tan espeluznan­tes, como el de la familia Le Baron y si llega a aparecer con ellos es con el afán de propaganda. Suficiente con ver el desastroso manejo de la pandemia que ha dejado a mucho más de 100 mil familias en la desolación. Su empeño en sostener a López Gatell es demencial y su mal ejemplo –al no usar el cubrebocas- facilita el contagio de aquellos que solo ven por sus ojos. ¿Es eso amor al pueblo, como lo alardea?

Desmanteló el Sistema de Salud para crear el Insabi, en el que puso al frente a un ¡antropólog­o! Arrancó con fallas estructura­les notorias, falta de planeación, desabasto, imposibili­dad de atender a la población necesitada y, con la presencia de la pandemia el fracaso se hizo presente. Obligó a “su” Congreso a legislar reformas absurdas, arbitraria­s, que sus complacien­tes lacayos votaron ajenos al perjuicio a la economía, a las finanzas, a los derechos humanos de cualquiera al que ahora, con ánimo inquisidor, se quiera acusar de delincuent­e.

Desde su púlpito agravia a quienes lo critican o no doblegan la testuz frente a su persona. Arremete contra las alianzas de la oposición, mientras él se hace de tres partidos satélites por los que pagaremos con nuestros impuestos.

Vive como emperador, con más lujo que el que se tenía en Los Pinos y critica a sus antecesore­s con maledicenc­ias, en particular a Felipe Calderón. Aplaude el que no le hayan dado el registro a México Libre, con el cinismo del que ya se quitó un obstáculo para sus elecciones del 2021.

Pinceladas de un año doloroso y abrumador para las mayorías.

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