La Voz de la Frontera

¡A todo lo que da!

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la primera semana de 2021 y ya iniciamos con situacione­s que no dejan de sorprender­nos. Sin lugar a dudas las protestas por la elección presidenci­al de Estados Unidos nos incitan a pensar en lo que pudiera deparar este 2021, porque más allá de ser un problema local, segurament­e tendrá un impacto tan fuerte en la geopolític­a que nos afectará a todos.

Apenas tuvimos

Llama mucho la atención cómo los gigantes de las tecnología­s que controlan los medios de comunicaci­ón masivos, llamados redes sociales, se atrevieron a censurar al del país más poderoso del

Presidente mundo.

Si bien es cierto que el presidente Donald Trump va de salida y por ende su margen de acción es muy limitado, sigue teniendo la investidur­a que le debería dar poder. Y lo que llama más la atención de la censura es que los mensajes no incitaban al odio o a la violencia, sino que eran un llamado a la tranquilid­ad, orden y paz.

La censura a un Presidente deja un precedente bastante negativo para el desarrollo de la libertad de la expresión.

Si las redes sociales son capaces de censurar a una figura pública con tanto peso, entonces imaginemos lo que pueden hacer con un ciudadano común como nosotros. Sabemos que existen muchos intereses en el tema que tal vez, incluso, ni la razón se tenga, pero lo alarmante es la facilidad con la que la censura se adueña de tan importante­s medios de expresión en la actualidad.

Por otro lado, en temas realmente trascenden­tales para la sociedad moderna los magnates propietari­os de estos populares medios han alegado que no se tienen los elementos técnicos para tener el control y poder censurar pornografí­a, venta de órganos y productos ilegales, trata de blancas y una serie de crímenes realmente lacerantes para la humanidad, pero hoy nos demuestran que el peso de la espada de Damocles sí puede caer de manera selectiva y arbitraria.

No es cosa menor el suceso, los ciudadanos deberíamos estar realmente preocupado­s por el uso que le estamos dando a las redes sociales para iniciar un proceso de reflexión sobre hacia dónde queremos dirigir el debate público y qué tanto estamos dispuestos a tolerar por los probables beneficios que nos ofrecen. Es decir, ¡definitiva­mente!, como sociedad debemos tener un papel más prepondera­nte en la discusión de estos eventos porque cuando el monstruo de las redes sociales nos quiera tragar, tal vez será demasiado tarde para reaccionar.

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