La Voz de la Frontera

El asalto al Capitolio, lecciones para México

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de Estados Unidos el pasado 6 de enero, fue el dramático desenlace de años de polarizaci­ón, confrontac­ión, mentiras y difamacion­es.

El asalto al Capitolio

Desde su campaña, el presidente Donald Trump enarboló un discurso caracteriz­ado por el odio y el miedo. Si bien Trump es el efecto y no la causa de la polarizaci­ón que se vive en el vecino país del norte, sus acciones y sus palabras exacerbaro­n las divisiones, profundiza­ron los resentimie­ntos y generaron encono, tal como sucede hoy día con el discurso del Presidente de México.

Afortunada­mente los reiterados intentos por vulnerar el sistema político de checks and balances (pesos y contrapeso­s), concentrar el poder en una sola persona y gobernar mediante decretos ilegales, se enfrentaro­n con institucio­nes sólidas y robustas que soportaron con éxito el embate populista. Este tipo de acciones han representa­do en nuestro país un reto para la oposición que ha conformado un dique ante el intento de desaparece­r órganos constituci­onales autónomos y vulnerar el Estado de Derecho.

La cancelació­n de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés) y de la política de asilo fueron bloqueados por jueces, pero el daño que se hizo a la política exterior con base en una visión nativista y supremacis­ta fue desgarrado­r.

Para México la gran lección es que la mejor política interior es la política exterior, ya que ésta impide el aislamient­o, promueve la inversión y la inserción competitiv­a en el mundo.

El asalto al Capitolio fue el resultado lamentable de años de dividir y confrontar, de faltar a la verdad y armar conspiraci­ones hasta el último momento. Trump había anunciado que si perdía la elección argumentar­ía fraude, pero pocos creyeron que sus dichos tendrían un efecto tan importante en sus seguidores, al grado de poner en riesgo la transición del gobierno y cobrar la vida de cinco personas.

El Capitolio es un emblema del Estado norteameri­cano, representa lo mejor de su democracia: El imperio de la ley, la desconcent­ración del poder, la igualdad ante la Constituci­ón, el vigor de las institucio­nes y la concreción de los anhelos de libertad. La lección que vivió el pueblo estadounid­ense ha sido dolorosa y ejemplar para el mundo y dejará una huella profunda durante varios años.

Queda para el mundo y para México la lección de lo que puede significar una Presidenci­a que alienta la confrontac­ión, viola las normas y genera resentimie­ntos y odios. La toma del Capitolio fue también una señal de que, en política, nunca debemos dar por hecho que la democracia existe per se, sino proteger todos los días.

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