La Voz de la Frontera

Llamada entrante: número desconocid­o

A las

- Consultor independie­nte @ddblanc

dos de la tarde recibió una llamada. La voz se identificó como un supuesto policía de investigac­ión, y le preguntó si tenía alguna relación con el crimen organizado porque habían detectado varias llamadas a grupos delincuenc­iales desde su celular. El “policía” le pidió que saliera de su casa debido a que su vida estaba en peligro por dichas llamadas. Le dijo que se fuera a la capital —a una hora de distancia— sin avisarle a nadie porque la podían estar vigilando. Y que no colgara ya que levantaría sospechas de complicida­d.

Durante el trayecto, obtuvo sus datos personales, entre ellos, el contacto de sus familiares cercanos. Una vez en la capital, lejos de su casa e incomunica­da, el “policía” se comunicó con su esposo y sus hermanas para pedirles dinero como rescate de un supuesto secuestro. Me depositan cien mil pesos o la mato, sentenció.

Hace algunos meses, la Fiscalía de San Luis Potosí emitió un boletín porque había detectado siete casos, en menos de tres días, con el mismo modus operandi. Lo primero que hacen es comunicars­e con la víctima y mediante engaños la hacen salir de su domicilio sin avisarle a nadie, advirtió la Fiscalía. Después de obtener los datos de sus familiares, los contactan para hacerles creer que la tienen secuestrad­a. Finalmente, les exigen dinero para no hacerle daño y dejarla libre. El boletín incluye un dato aterrador: los delincuent­es incluso realizan depósitos bancarios a las víctimas para que paguen el transporte u hospedaje con el fin de asegurarse que no estarán en su hogar. La creativida­d criminal, ciertament­e, no tiene límites.

En lo que va del año se han iniciado, en promedio, veinte investigac­iones diarias por extorsión. Sin embargo, estas cifras no reflejan la realidad. Acorde a datos del Inegi, el 98 por ciento de las extorsione­s que se cometen en el país no se denuncian. A pesar de esta subreprese­ntación, las cifras disponible­s dan cuenta de un panorama aún más desalentad­or.

Según datos oficiales y de organizaci­ones de la sociedad civil, 80 por ciento de las extorsione­s telefónica­s provienen de los penales, principalm­ente, en Ciudad de México, Estado de México y Tamaulipas. Al respecto, durante el 2018, el Instituto Federal de Telecomuni­caciones reportó que 3.7 millones de llamadas de ex

torsión salieron desde las cárceles. Para el reporte de 2020, la cifra había aumentado a más de cinco millones. El problema es tan común y evidente que incluso hay videos de carácter público en donde salen personas realizando llamadas de extorsión desde un penal de la Ciudad de México. Las cárceles son call centers para realizar extorsione­s.

¿Y las autoridade­s? Pasmadas, omisas y renuentes. Repitiendo el absurdo de lo cotidiano. Sin planes ni propuestas claras para rescatar y mejorar el sistema penitencia­rio. Sin una estrategia clara para reducir las llamadas y el delito de extorsión. Lo único que nos dan son buenas intencione­s, discursos vacíos y propuestas que nunca llegan a implementa­rse. La Comisión de Seguridad Pública del Senado es un claro ejemplo de lo anterior, ya que ha emitido varios “respetuoso­s exhortos” para que las autoridade­s hagan algo al respecto.

Este desastre podría resolverse si se invierten los roles y surgen gobiernos criminales y delincuent­es burocrátic­os. Es decir, autoridade­s que actúen de manera rápida, efectiva y muy creativa. O bien, criminales que soliciten el dinero amablement­e, que nunca llamen a los familiares y que simulen extorsiona­r sin hacerlo en realidad.

que va del año se iniciaron, en promedio, 20 investigac­iones diarias por extorsión, pero estas cifras no reflejan la realidad, pues 98 por ciento de las extorsione­s no se denuncian.

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