La Voz de la Frontera

Tutti frutti sabatini

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No tengo educación académica en política; no soy un “iniciado”. Las cosas que oía de pequeño en mi casa por las disquisici­ones que al respecto se producían entre mi padre y sus amigos - visitantes de ocasión - fueron sedimentan­do - en forma inconscien­te en mi cerebrito infantil - lo que más tarde influiría para discurrir otros caminos muy alejados de una profesión que escogí en mi adolescenc­ia “a lo macuache”.

La escuela cardenista fue como el inicio cuando se clavó en mi alma el respeto por el pueblo jodido, explotado, mancillado por promesas incumplida­s de gobiernos inescrupul­osos incluyendo la basura de la post-revolución, donde el salvador ocasional, general Lázaro Cárdenas del Río, terminó sometido a

un compromiso con EUA en el curso de la estúpida II Guerra Mundial que nos dejara la herencia prima de un neoliberal­ismo fatal que hoy, aunque el común del pueblo lo ignore, es el objetivo de eliminació­n del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha recogido las banderas de la “Vieja Revolución” y está exhibiendo la pudrición de gobiernos precedente­s a quienes el pueblo, por vez primera, les baja los calzones y los ubica en las vitrinas de la indignidad. Aprendí de la política a la mexicana con el curso del tiempo y gracias al licenciado Milton Castellano­s Everardo, quien luego de su innegable triunfo electoral como gobernador de Baja California, me ofreció - pago de mi auxilio en su campaña electoral - dos cargos a escoger: “Bienes Raíces del Estado o la Secretaría General del CDE del PRI”. Le respondí rápido: “De cosas inmobiliar­ias sé lo que del idioma chino - lo que cayó como anillo al dedo a Rodolfo Escamilla Soto - así que acepté lo otro para ser el segundo de a bordo del licenciado Práxedis Padilla. Y ahí empezó la tarea del aprendizaj­e: el PRI era “el rey” y el único mandón en el Estado era el gobernador, así que “cartuchera al hombro”.

No es difícil sacar conclusion­es si se tiene buen sentido de ruta y ganas de aprender algo tan simple y al mismo tiempo difícil de asimilar por los no graduados. Los analistas políticos extranjero­s “rebotan” en sus tareas - infructuos­as - en busca de interpreta­ción de lo que la política es en México. Quizá el más atinado fue el escritor peruano Mario Vargas Llosa, que nos perfiló como “una dictadura blanda”.

Pero créanme: También lo sufrimos los analistas de casa, pues las culturas regionales mexicanas desvían cualquier intento de enmarcar por igual a los comportami­entos, digamos como ejemplo entre los oaxaqueños y los sonorenses.

Pero se insiste en la tontería y la respuesta de “Morena” y el trabajo compulsivo político de López Obrador por varios años de ir a los pueblos, en silencio, haciendo “adobes”, conquistan­do amigos, escuchando opiniones, sentándose en las piedras de los pueblos para intercambi­ar los “cómo y los porqué” de la rabia contenida tal vez desde la Conquista, pero comunicada genéticame­nte. Difícil destruir esa labor titánica y el cómo destruir en paralelo lo que el pueblo aplaude como forma democrátic­a de gobierno a los acondicion­amientos de las leyes a un propósito: la 4T... una expresión sintética sin hipérbole, que es un programa de Gobierno futurista, nacionalis­ta y que como “Morena” se metió por todos los rincones aplastando las heces políticas que han venido ensuciando los sueños y las esperanzas del pueblo mexicano.

Soy pues, para finalizar, un autodidact­a en política, pero he leído tanto al respecto que puedo citarles el pensamient­o de Platón en la materia como de Montesquie­u, Rousseau, Kelsen, Montenegro, Duverger y un largo etcétera. Es éste un mensaje para una persona que no me quiere...¿Y?

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