Tiempos político electorales en México
“Pongan ustedes que el candidato que más conviene al pueblo es el general Obregón, porque como nada más tiene un brazo, será el que robe menos…”: Candidato presidencial Álvaro Obregón, 1928.
En nuestro país la evolución de la gobernabilidad democrática ha sido lenta, tortuosa y, a veces, caótica. Después de la dominación española por 300 años, la Independencia, las intervenciones extranjeras, la Guerra de Reforma, la República Restaurada, el Porfiriato y la Revolución Mexicana, hemos aprendido a duras penas a practicar las reglas de la Democracia Liberal.
Por más de 30 años Porfirio Díaz utilizó un aparato de gobierno autoritario donde el hombre fuerte llamado Caudillo o El Padre de la Patria se pasaba por el Arco del Triunfo la división de poderes y los procesos legislativos para imponer leyes, decretos y disposiciones legales. Francisco I. Madero con su invocación al “Sufragio Efectivo, No Reelección” más bien consiguió que el partido político de los caudillos revolucionarios se mantuviera en el Poder Ejecutivo federal por 70 años.
En el 2000 inicia algo parecido a una transición a la democracia, en la cual el partido hegemónico abandona la silla presencial, pero no su influencia y sus modos de operar. El escritor Carlos Monsiváis publicó en 1982 un delicioso libro sobre la vedette Celia Montalván (1899-1958) en el cual relata sus presentaciones en el teatro de cabaret donde reinaba el humor, la picardía, el sarcasmo y la sensualidad. Ella trabajó entre los años veinte y treinta cuando los cachorros del Partido Revolucionario de la Nación diseñaban un país pintoresco, clasista y con un Papá Gobierno a veces duro y a veces magnánimo. La Montalván aparecía con vestidos elegantes de diva sofisticada, como una Afrodita que escandalizaba a familias de buenas costumbres, mientras los hombres de poder reían con sus alusiones picantes a Carranza, Zapata, Pancho Villa, Obregón… Estas irreverencias provocaban la admiración plena a cómicos y actrices audaces como para desafiar la censura oficial.
Era aquel México mitad ranchero y pueblerino y mitad moderno y progresista, cuando la explosión demográfica no hacía añicos los sueños de prosperidad y bienestar para las mayorías silenciosas, cuando el Brindis del Bohemio era la máxima expresión del lirismo mexicano y nuestras abuelas se asemejaban a doña Sara García.