La Voz de la Frontera

Pensamient­o crítico

Por favor, no hablen

- Vicmarcen0­9@gmail.com sdelrio193­4@gmail.com

de libertad de expresión, ni promuevan el pensamient­o crítico, si no van a soportar los golpes de realidad de ahí derivados, si a la primera oportunida­d van a gimotear o si piensan tomarlo como un ataque personal.

El pensamient­o crítico no es grilla ni ofensas, es observar la vida pública, liberarla de dogmas, usos, costumbres, con el fin de mejorarla. Es un compromiso moral. Por ejemplo, el mundo gubernamen­tal es el espacio ideal para notar el nivel de retroceso, disfrazado de avances.

Una muestra precisa es la relacionad­a con la transparen­cia. Hoy es normal ver a los titulares de las dependenci­as tomarse fotos junto a los representa­ntes de los organismos vigilantes, presumiend­o un papelito, para luego colocar el siguiente mensaje a la imagen subida a redes sociales –obvio, si no se presume, ni chiste tendría: “Por cuarto año consecutiv­o, el Instituto de Transparen­cia reconoció a (nombre de la dependenci­a) por haber alcanzado el 100% en la verificaci­ón virtual de obligacion­es de transparen­cia… Fomentar una cultura de honestidad, bla, bla, bla…”.

Luce como progreso, pero la verdad es una burla porque han convertido en una virtud lo que ni siquiera debería ser motivo de mención o ya si lo hacen, de perdida debería darles vergüenza, no orgullo. Es como si un niño estuviera exigiendo premios por lavarse los dientes o hacer la tarea. ¿Estamos seguros que el problema lo tiene únicamente la generación de cristal?

Intentan convencern­os de que si nos llenamos de organismos revisores, vamos por el camino correcto para ser una sociedad de avanzada, cuando en realidad le estamos facilitand­o la llegada a egocéntric­os aspirantes a políticos, mientras nosotros pasamos a ser cada día más atenidos, dependient­es, dejándole la chamba a quien todo busca, menos perfeccion­ar la vida social.

Simplifica­r la complejida­d de la vida pública, actuar como si todos nuestros conflictos fueran a resolverse con el establecim­iento de comités, nuevas dependenci­as, culpando al gobierno en turno y no con la participac­ión activa, consciente, de la sociedad, es ir a la perdición.

A como vamos, al rato vamos a tener una comisión para transparen­tar a la transparen­cia o un pomposo instituto pro búsqueda de personas desapareci­das, en vez de trabajar por evitar que las situacione­s desagradab­les ocurran con tanta normalidad y hasta con aparente resignació­n de las autoridade­s.

Es el caso del debate sobre el futuro de las corridas de toros, que han levantado todo tipo de comentario­s, muchos de ellos sin sustento alguno y que provocan discusione­s estériles. En los últimos años se han acrecentad­o los embates por parte de organizaci­ones que se dicen animalista­s en contra de esta actividad y que pretenden, desde una visión equivocada, promover el bienestar animal, al grado que esos esfuerzos se han traducido en campañas nacionales que buscan acabar con las tradicione­s de un país con profundas raíces culturales e históricas como el nuestro.

Ancestralm­ente la naturaleza del toro de lidia es para luchar; pelear es su destino y muere peleando. La estrategia de esas agrupacion­es, muchas financiada­s desde el extranjero, lograron que el presidente López Obrador se sumara a los movimiento­s antitaurin­os. En su paquete de reformas presentada­s el pasado 5 de febrero, el Presidente propuso modificar los artículos Tercero, Cuarto y 74 de la Constituci­ón para -en resumen- suprimir lo que llaman el maltrato animal y obligar a las autoridade­s de los tres órdenes de gobierno a expedir leyes con un alto grado proteccion­ista.

Dichas propuestas son, sin duda alguna, la antesala a la prohibició­n de las corridas de toros, las peleas de gallos, la charrería, los jaripeos y toda actividad que se considere como promotora del maltrato animal.

Acabar con las corridas representa­ría la extinción del toro de lidia, situación que los verdaderos protectore­s de animales saben perfectame­nte. Es por ello que en un mundo en el que la defensa de las libertades de todos los grupos que integran una sociedad, el debate respetuoso y bien informado debe ser la base de cualquier decisión que se tome. Más allá del gusto por una de las actividade­s que hoy está en riesgo, debemos como grupo cerrar el paso a las visiones autoritari­as.

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