Pensamiento crítico
Por favor, no hablen
de libertad de expresión, ni promuevan el pensamiento crítico, si no van a soportar los golpes de realidad de ahí derivados, si a la primera oportunidad van a gimotear o si piensan tomarlo como un ataque personal.
El pensamiento crítico no es grilla ni ofensas, es observar la vida pública, liberarla de dogmas, usos, costumbres, con el fin de mejorarla. Es un compromiso moral. Por ejemplo, el mundo gubernamental es el espacio ideal para notar el nivel de retroceso, disfrazado de avances.
Una muestra precisa es la relacionada con la transparencia. Hoy es normal ver a los titulares de las dependencias tomarse fotos junto a los representantes de los organismos vigilantes, presumiendo un papelito, para luego colocar el siguiente mensaje a la imagen subida a redes sociales –obvio, si no se presume, ni chiste tendría: “Por cuarto año consecutivo, el Instituto de Transparencia reconoció a (nombre de la dependencia) por haber alcanzado el 100% en la verificación virtual de obligaciones de transparencia… Fomentar una cultura de honestidad, bla, bla, bla…”.
Luce como progreso, pero la verdad es una burla porque han convertido en una virtud lo que ni siquiera debería ser motivo de mención o ya si lo hacen, de perdida debería darles vergüenza, no orgullo. Es como si un niño estuviera exigiendo premios por lavarse los dientes o hacer la tarea. ¿Estamos seguros que el problema lo tiene únicamente la generación de cristal?
Intentan convencernos de que si nos llenamos de organismos revisores, vamos por el camino correcto para ser una sociedad de avanzada, cuando en realidad le estamos facilitando la llegada a egocéntricos aspirantes a políticos, mientras nosotros pasamos a ser cada día más atenidos, dependientes, dejándole la chamba a quien todo busca, menos perfeccionar la vida social.
Simplificar la complejidad de la vida pública, actuar como si todos nuestros conflictos fueran a resolverse con el establecimiento de comités, nuevas dependencias, culpando al gobierno en turno y no con la participación activa, consciente, de la sociedad, es ir a la perdición.
A como vamos, al rato vamos a tener una comisión para transparentar a la transparencia o un pomposo instituto pro búsqueda de personas desaparecidas, en vez de trabajar por evitar que las situaciones desagradables ocurran con tanta normalidad y hasta con aparente resignación de las autoridades.
Es el caso del debate sobre el futuro de las corridas de toros, que han levantado todo tipo de comentarios, muchos de ellos sin sustento alguno y que provocan discusiones estériles. En los últimos años se han acrecentado los embates por parte de organizaciones que se dicen animalistas en contra de esta actividad y que pretenden, desde una visión equivocada, promover el bienestar animal, al grado que esos esfuerzos se han traducido en campañas nacionales que buscan acabar con las tradiciones de un país con profundas raíces culturales e históricas como el nuestro.
Ancestralmente la naturaleza del toro de lidia es para luchar; pelear es su destino y muere peleando. La estrategia de esas agrupaciones, muchas financiadas desde el extranjero, lograron que el presidente López Obrador se sumara a los movimientos antitaurinos. En su paquete de reformas presentadas el pasado 5 de febrero, el Presidente propuso modificar los artículos Tercero, Cuarto y 74 de la Constitución para -en resumen- suprimir lo que llaman el maltrato animal y obligar a las autoridades de los tres órdenes de gobierno a expedir leyes con un alto grado proteccionista.
Dichas propuestas son, sin duda alguna, la antesala a la prohibición de las corridas de toros, las peleas de gallos, la charrería, los jaripeos y toda actividad que se considere como promotora del maltrato animal.
Acabar con las corridas representaría la extinción del toro de lidia, situación que los verdaderos protectores de animales saben perfectamente. Es por ello que en un mundo en el que la defensa de las libertades de todos los grupos que integran una sociedad, el debate respetuoso y bien informado debe ser la base de cualquier decisión que se tome. Más allá del gusto por una de las actividades que hoy está en riesgo, debemos como grupo cerrar el paso a las visiones autoritarias.