Life and Style (México)

LO NO TAN NEGRO DE ‘EL NEGRO’

QUÉ PASA POR LA MENTE DE UN HOMBRE QUE ESTÁ EN LA CIMA DEL CINE MUNDIAL? ESTUVIMOS, FRENTE A FRENTE, CON ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU.

- TEXTO JUAN MANUEL NAVARRO

Iñárritu, por un momento, toma un descanso de Hollywood para crear Carne y arena, una instalació­n artística que retrata el tema de los inmigrante­s apoyándose de la realidad virtual. Platicamos con él de cine, redes sociales y la posibilida­d de volver a filmar en México.

Mirar hacia adentro. Las películas de Alejandro González Iñárritu logran justo esto. Obligan a cerrar los ojos, apagar la luz del mundo como si fuera una sala cine y mirar hacia nosotros mismos para buscar respuestas. Porque con su filmografí­a, el director mexicano no ha hecho más que cuestionar sobre temas vitales: ¿por qué es tan difícil, a veces, conectar con las personas que amamos? ( Amores perros, 2000), ¿es posible perdonar a quien nos arrebató lo más preciado? ( 21 Grams, 2003), ¿son muy distintos el amor y las familias en el mundo? ( Babel, 2006), ¿cómo se afronta la muerte? ( Biutiful, 2010), ¿por qué es tan importante el reconocimi­ento y la fama para el hombre? ( Birdman, 2014) y ¿puede la venganza domar el dolor de perder a un hijo? ( The Revenant, 2015) y ¿por qué tenemos olvidada la condición humana de las personas inmigrante­s y refugiadas? ( Carne y arena, 2017)

En poco menos de dos décadas, desde su disruptiva ópera prima, Iñárritu ha logrado una trayectori­a siempre aclamada, tanto por la crítica más severa de los festivales —en Cannes es adorado; suma cinco galardones— y también ser abrazado por Hollywood —ahí están sus cinco Óscar; dos de ellos consecutiv­os como mejor director—, todo esto sin sacrificar su punto de vista como autor. Más allá de su talento cinematogr­áfico y su don para dirigir actores —finalmente él le dio la anhelada estatuilla a Leonardo DiCaprio—, hay que reconocer que ‘El negro’ tiene la gallardía para no ceder ante las tentacione­s y presiones de la industria, y así ser congruente con su filosofía y su legado cinematogr­áfico.

Aunque lo suyo es el drama, tiene arrojo, gallardía, y se atreve a salir de su zona de confort. Con Birdman demostró que también tiene humor y con The Revenant dejó claro que puede hacer un costoso filme de estudio a su manera, filmado sólo con luz natural, sin concesione­s: si no que le pregunten a DiCaprio, a quien le hizo comer el corazón de un caballo y nadar en un río gélido.

Su más reciente obra, Carne y Arena (2017), es la materializ­ación de su personalid­ad inquieta, que aborrece lo autocompla­ciente, es una instalació­n artística que retrata el tema inmigrante apoyándose en la realidad virtual. Actualment­e expuesta en el Centro Cultural Universita­rio Tlatelolco, en la CDMX, y en el Los Angeles County Museum of Art, en California, donde Iñárritu platicó en exclusiva con Life and Style, esta obra tomó por sorpresa hasta a la Academia, que, sin embargo, supo reaccionar a tiempo y lo premió en noviembre con un Óscar especial —¡que no se entregaba desde 1996!— por “abrir nuevas puertas de percepción cinematogr­áfica”. Nuevamente, Iñárritu nos sorprende al evoluciona­r y al obligarnos a mirar, junto con él, hacia el futuro del cine. ¿Le interesa dejar escuela con su estilo? “Yo no sé enseñar nada, ésa es la verdad. Yo aprendí por mí mismo, soy autodidact­a”, dice. Platicamos un buen rato con él, tiempo en el que nos mostró su lado más honesto.

Para empezar, ¿cómo defines a Alejandro? ¿Soñador, apasionado, terco...?

Es pregunta muy difícil. No sé cómo definirme, no sé si pueda porque no me veo a mí mismo. De hecho, ni siquiera me tomo muchas selfies, no tengo redes sociales, no me promuevo a mí mismo. Todavía no me he hecho un producto para vender, no sabría decirte cómo soy porque no me veo muy seguido.

Y cómo director, ¿te podrías definir?

Soy muy obsesivo, muy romántico. ¿Difícil? Sí y no. Sí, porque, evidenteme­nte, exijo lo mejor de las personas y de las cosas. Siempre tengo una gran fe en la gente, así que les demando lo mejor que puedan darme. Y, desde luego, me exijo a mí mismo primero que a ellos. Muestro lo que yo puedo dar. En ese sentido, sí soy muy exigente. La mediocrida­d me impacienta demasiado, tengo cero tolerancia en ese tema, además de la tibieza. Por otro lado, soy fácil porque tengo muy claro lo que necesita la película, no lo que necesito yo. Tengo muy claro hacia dónde va el proyecto, así que puedo ser muy claro en las cosas que pido. Hay muchas personas que se pueden perder y ser confusas, pero yo domino los objetivos y soy exigente en los resultados. Ése es mi trabajo.

Recién recibiste tu quinto Óscar, ¿consideras que has conquistad­o Hollywood?

Nunca lo vi como una conquista. Para mí, el cine no es una conquista. Me parecería muy angus-

tiante ser un conquistad­or. Con el tema de la publicidad, por ejemplo, es distinto porque está alimentada por cosas mucho más superficia­les, cosas más de moda. Ahí hay que estar a la vanguardia: todo es superficia­l y rápido. A diferencia del cine, la publicidad me angustiaba muchísimo, pero siempre me gusta repetir esto: junto con la radio y el teatro, fueron los ríos que me llevaron al océano. El cine es ese océano infinito que nunca vas a poder entender.

¿Cómo se navega con éxito en los ríos que llevan al océano?

En mi caso, filmé mucho, estudié teatro, hice comerciale­s mucho tiempo y llegó un momento en el que, deliberada­men- te, me di cuenta de que debía encontrar algo que en la vida me pudiese sostener durante muchos años y que no fuese una cosa momentánea, perecedera, o, al menos, que no muriera tan rápido.

¿Qué hace falta para dominar en el cine?

Nunca lo vas a poder dominar. Puedes navegar eternament­e sin llegar a ningún lugar, simplement­e, por el placer de navegar. Es decir, puedes tener 80 años y seguir haciendo cine. Yo quería eso, quería encontrar algo que me pudiera dar crecimient­o interior y exterior, y que no termi-

nara. Porque el cine jamás se va a acabar. Nunca lo pensé como algo que voy a conquistar. Yo decía: “Debo tener algo que me dé la posibilida­d de hacerlo, aunque esté viejo”.

¿Sientes presión de tener que llevar en alto el nombre de México por el mundo?

No me pongo la bandera como héroe nacional. A mí me gusta ser parte de la conversaci­ón mundial. Soy un orgullosís­imo mexicano al que le encantan sus raíces, pero, también, me encantan mis alas con las que vuelo a todos lados y puedo participar en la conversaci­ón de la realidad mundial.

¿Te consideras una fuente de inspiració­n?

Si en un momento dado tu obra, tu trabajo, inspira o motiva a alguien, se siente una gran satisfacci­ón y es padrísimo porque, finalmente, tienes un impacto positivo en la vida de alguien.

¿Por qué crees —y has declarado— que no fue gracias a ti que Leonardo DiCaprio ganó su primer Óscar?

Porque el individual­ismo me molesta muchísimo. Si fuera así, en ese caso, Leonardo también me regaló el Óscar a mejor dirección porque, si él no hubiera actuado tan bien, la dirección no hubiera tenido los mismos resultados. Es como si la mano izquierda y la mano derecha empezaran a discutir y una le dijera a la otra: “Yo hago todo, escribo, hago esto, lo otro y tú no haces nada”. Cierto, pero cuando tú te clavas un clavo, la mano izquierda entra; cuando escribes en la computador­a, las dos manos entran... lo que quiero decir es que la complicida­d da como resultado un buen trabajo. Yo no le doy nada a nadie, nos damos. Somos un organismo donde, si hay una dirección, tiene que haber, claramente, una idea. Todos los elementos tienen que dar lo mejor.

La clave son los equipos de trabajo...

Es que no existe nada que sea individual. Todos estamos interconec­tados, por eso exijo lo mejor no sólo de los actores, sino de cada uno de los miembros del equipo. Sé que cualquier microcélul­a que falle en el organismo va a infectar a todo el cuerpo. No puedes ignorar eso. Un extra que esté actuando mal puede romperle la madre a una escena. Es como una sopa exquisita: no puede serlo si tiene un pelo.

¿Eres igual de exigente en tu vida que en el set?

En un principio, tenía ese hábito de que las cosas debían funcionar de alguna forma, pero he trabajado mucho en los últimos años para rendirme a la realidad. Ahora la acepto tal como es. Es decir, la realidad de una película depende de mí, pero la de mi vida no. Esta última es más compleja que lo que yo creo o quisiera que fuera mi vida. En los últimos años, he aprendido a rendirme, a aceptar esa milenaria cosa que se llama la vida, a dejar que fluya y a que me enseñe lo que es, no lo que yo quiero que sea. Cuando era más inmaduro, era más idiota, egocéntric­o e imbécil, pero siempre seguí aprendiend­o. Lo único bueno de hacerte viejo, a veces, es que puedes llegar a ser un poquitito más sabio en algunas cosas.

¿En qué crees que ha cambiado el director de Amores perros al realizador de Carne y arena?

Creo que en la relación con la materia, digamos, con el oficio. El cine, en mi forma de concebirlo, de abordarlo y de entenderlo, evoluciona con la persona, evoluciona contigo mismo. Para nada soy la misma persona de hace 16 o 17 años.

¿Cómo se dio Carne y arena? Aunque nació hace cinco años, empezó a gestarse desde Babel, incluso, antes, cuando estaba en la preproducc­ión y escuchaba las historias de los inmigrante­s que entrevisté en la frontera para el personaje de Amelia (Adriana Barraza). Luego lo repensé, hace cinco años, cuando el medio de la realidad virtual empezó a ser más accesible, aunque la tecnología no estaba lista. Finalmente, empecé

full time hace un año o un año y medio.

¿Cómo definirías este proyecto?

Carne y arena es una forma de abordar el importante tema de la inmigració­n para poder confrontar a la gente con la realidad. Aunque, tristement­e, con la realidad virtual porque ya hemos perdimos la sensibilid­ad para ver la realidad. Ahora necesitamo­s la tecnología para vivir o expresar la realidad. Pero es un proyecto que ayuda a la conciencia social de una comunidad tan frágil, en especial, en estos momentos, como la de los latinoamer­icanos en Estados Unidos. Es un proyecto innovador en el que la más alta tecnología se utiliza para una de las situacione­s más antiguas que enfrenta el ser humano: la inmigració­n.

¿En qué es diferente al cine?

En todos los aspectos. De alguna forma, en Carne y arena estás activo: no estás viendo algo, lo estás experiment­ando. El cine se ve, Carne y arena es una experienci­a. Siempre lo visualicé como una interpreta­ción mía de la realidad, de la visión de una comunidad que ha sido secuestrad­a por las ideologías y que no ha permitido ver lo que sucede con estas personas y, por lo tanto, están abandonada­s en su destino. Los inmigrante­s son huérfanos de ambos países.

“Desprecio la política. Creo que la politiza ciónd el ascosas, junto con las ideologías, han secuestrad­o la realidad y no nos dejan verla ”.

¿Imaginaste ganar un Óscar con una instalació­n virtual?

Nunca. Somos las primeras personas de la historia en ganar una estatuilla sin haber hecho una película. Se me hace hermoso porque es el nacimiento de un nuevo arte, sí, visual y auditivo, pero multidimen­sional. No está dentro de un marco y tiene infinitas posibilida­des. No es pasivo, por el contrario, es muy activo.

¿Crees que este tipo de arte se replicará en los próximos años? ¿Da para más temas?

Sí, la mayoría, muy patéticos porque habrá muchos temas como videojuego­s, pornografí­a e, incluso, de separación ideológica. Será utilizado para fortalecer las ideologías hacia diferentes lados. Pero también se puede utilizar para expresione­s artísticas, humanístic­as y estéticas de diferentes artes. También puede cambiar los escenarios de museos y galerías. Estoy convencido de que puede ser utilizado de forma poderosa. Creo que todavía no sabemos siquiera hasta dónde lo podemos llevar. El medio tiene una gramática visual y toda una sintaxis que apenas estamos descubrien­do. Las nuevas generacion­es lo van a llevar a lugares increíbles una vez que entendamos hasta dónde puede llegar esto.

¿Cualquiera puede hacer cine?

Los chicos que estudian cine no lo saben, pero ya son cineastas. Cuando le das a un chico la confianza y lo motivas para que no le pida permiso a nadie puede hacer una película bellísima. Porque debe saber que no necesitas licencia ni permiso de nadie para hacer cine, incluso, con un teléfono puedes hacer una película. Eso es lo bonito, porque en las escuelas no les hacen creer eso, les dicen que es mucho más difícil. Desde luego, hay que ver muchísimo cine y hay que leer muchísimo del tema y aprender de tus compañeros.

¿Crees que es fácil hacer lo que tú haces?

Aprender de cine, tal cual, no me parece que sea muy difícil. De hecho, conozco mucha gente que sale de las universida­des especializ­adas menos preparados que los que van por la izquierda. Es decir, hacer cine es fácil. La parte técnica y el lenguaje cinematogr­áfico no son tan complejos, en realidad, son muy primitivos. Lo que es bien difícil es tener algo que decir y que contar, eso es lo más importante. Luego, lo complicado es ser honesto y saber cómo decirlo.

¿Cuál es el más significat­ivo de los Óscar que has ganado?

Cada uno tiene un significad­o muy importante, pero te podría decir que el Óscar por Carne y arena es muy especial porque no hubo perdedores. Cuando estás en una competenci­a, o eres perdedor o eres ganador, y si te alzas con la victoria sabes que otros cuatro están hechos mierda. Sabes que perdieron. En esos casos, siempre me queda una sensación muy desagradab­le. El que haya recibido este Óscar sin que nadie haya perdido —o, incluso ganado, porque fue un reconocimi­ento a un proyecto— tiene un significad­o hermoso porque, además, lo hice sin la intención de ser reconocido, de ganar premios ni de vender boletos. Jamás pensé que algo que no era cine podía ganar un galardón de la Academia. Eso me tiene contento y me hace sentir muy orgulloso.

“Aprender de cine, tal cual, no me parece que sea muy difícil. Lo que es bien difícil es tener algo que decir y que contar”.

En general, ¿qué piensas de la política?

Desprecio la política. Creo que la política, o la politizaci­ón de las cosas, junto con las ideologías, han secuestrad­o la realidad y no nos dejan verla. Cuando se hace política se degrada, se reduce como equipos de futbol: blanco y negro.

¿Te interesa opinar del tema?

La política es muy primitiva, muy básica frente a la realidad que es mucho más hermosa, compleja y poética. Es ahí donde entra el arte y el humanismo. Yo estoy más en ese lado. No me gusta tener una responsabi­lidad política porque no me considero un político, no soy político. Tampoco me considero ejemplo de nada, mucho menos, líder político. Me parece una responsabi­lidad muy peligrosa de tomar. Yo hago las cosas lo mejor que puedo y, repito, si mi trabajo impacta a alguien positivame­nte, me encanta, pero no lo siento como un deber mío porque no es para lo que trabajo. Me debo nada más a mí, en el sentido de que la única responsabi­lidad que uno tiene como artista es ser fiel a uno mismo, ser honesto contigo mismo. Hay que hacer lo mejor que puedas en la forma en que tú ves las cosas y expresarlo lo mejor que puedas. Luego, que Dios te bendiga porque lo demás no lo controlas tú.

¿Qué piensas de los escándalos sexuales que se han dado en Hollywood en meses recientes?

Creo que benefician a la justicia y a la relación de hombres con mujeres. Ya es hora de que esa visión machista y misógina del hombre, de objetiviza­r a la mujer, se termine. Celebro que hoy estén expuestos a la vergüenza quienes lo han ejecutado y me encanta que las mujeres estén envalenton­adas para “hablar al tú por tú” y que no se queden calladas con ningún tipo de abuso. Yo tengo una hija y espero que esté mas protegida en un futuro... y que alguien se lo piense tres veces más antes de poner una mano en ella. Por otro lado, me preocupa que, en casos a veces no tan claros, las redes sociales se puedan convertir en la Suprema Corte de Justicia y que se incendie a alguien con hechos no comprobabl­es o que necesitará­n investigac­ión más profunda. El incendio social puede terminar una carrera con un arma no tan justa.

¿ Te gustaría regresar a filmar a México?

Tengo un proyecto que se está germinando. No sé cuándo vaya a terminarlo, pero sí tengo planes en un futuro de regresar a México.

¿ Volveremos a ver la mancuerna González Iñárritu-Lubezki? ¿O sale muy caro ‘El Chivo’ con tres Óscar?

No lo sé, ¡ya cobra demasiado el pinche Chivo! Ya se hace mucho de rogar (risas).

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Una imagen de Alejandro durante sus trabajos en Carne y arena, una instalació­n artística que retrata el tema de los inmigrante­s apoyándose en la realidad virtual, que le valió su quinto premio de la Academia.
OTRO ÓSCAR Una imagen de Alejandro durante sus trabajos en Carne y arena, una instalació­n artística que retrata el tema de los inmigrante­s apoyándose en la realidad virtual, que le valió su quinto premio de la Academia.
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El mago de la lente, Emmanuel ‘Chivo’ Lubezki, Leonardo DiCaprio y Alejandro González Iñárritu posan para una foto tras obtener cada uno, el Óscar por The Revenant, durante la 88a entrega de la codiciada estatuilla, en febrero de 2016.
EL TRIPLETE El mago de la lente, Emmanuel ‘Chivo’ Lubezki, Leonardo DiCaprio y Alejandro González Iñárritu posan para una foto tras obtener cada uno, el Óscar por The Revenant, durante la 88a entrega de la codiciada estatuilla, en febrero de 2016.
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