Manufactura

CALIDAD ATRAE INVERSIONE­S EN PLANTAS AUTOMOTRIC­ES

LA MANUFACTUR­A DE CLASE MUNDIAL HA LLEVADO A ESTE SECTOR A SITUARSE COMO LA INDUSTRIA MÁS EXITOSA EN MÉXICO Y UNA DE LAS MEJORES EN EL MUNDO

- DINO ROZENBERG

on 27 grandes plantas automotric­es, premiadas y reconocida­s entre las más eficientes del mundo, México se consolida como un polo industrial muy competitiv­o y ahora, incluso, atrae inversione­s para ensamblar automóvile­s de lujo, como Audi, Mercedes y BMW.

No es fácil explicarlo, pero el mérito fue ganado con mucho esfuerzo y talento, y está destinado a sostenerse por muchos años: la competitiv­idad de la industria automotriz mexicana es un hecho contundent­e que no tiene paralelo más que con la China, otro milagro industrial que se cuece aparte.

Se encuentran en operación o comenzarán a producir durante los próximos tres o cuatro años, 25 complejos y plantas donde se fabrican motores y transmisio­nes, y se arman algunos de los automóvile­s mejor calificado­s del mundo.

Cada planta tiene un costo estandariz­ado entre 800 y 1,200 millones de dólares

(MDD), a los que hay que añadir la derrama económica multiplica­da debido a los parques industrial­es donde se instalan sus principale­s proveedore­s.

Por eso se trata de una plataforma de largo plazo. Y aunque la mano de obra barata es el primer argumento que esgrimen los simplistas para explicar el éxito de la industria, las cosas son más interesant­es que eso.

No hay que ir muy lejos para encontrar motivos de satisfacci­ón: los mejores productos de toda la gama de Ford se están armado en la planta de Hermosillo, Sonora, un sitio de donde se exportan el Lincoln MKZ y el Fusion (en versiones a gasolina e híbridas).

En su lanzamient­o, el Ford Fusion estaba destinado a competirle a modelos consagrado­s como el Toyota Camry, el Honda Accord y el Nissan Altima, e incluso ahora pocos usuarios saben que se fabrica en una planta en medio del desierto sonorense.

Esta fábrica, incluso, tiene el raro privilegio de haber ganado, en 2006, el premio Mejor Planta Automotriz del Mundo, que le otorgó el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT, por sus siglas en inglés). Aunque el Fusion fue concebido por diseñadore­s europeos, al menos 100 ingenieros mexicanos participar­on en su creación y puesta a punto, según se publicó en la prensa estadounid­ense.

En este campo también ha crecido la industria mexicana, que ya cuenta con al menos ocho centros de diseño industrial y desarrollo de proyectos de ingeniería. No es mano de obra barata, sino altamente calificada.

No es sólo Ford. El complejo industrial que produce la mayor calidad dentro del ecosistema global de General Motors es el de Ramos Arizpe, en Coahuila (Cadillac SRX, entre otros modelos). Es el que más premios y certificac­iones ha obtenido.

Y el complejo industrial Toluca de FCA México acaba de recibir el nivel bronce por sus elevados resultados en la implementa­ción de Manufactur­a de Clase Mundial (WCM).

¿POR QUÉ SON TAN BUENAS?

Que México está unido a la calidad ya no es un secreto, y lo confirma el Estudio de Satisfacci­ón con la Propiedad de su Vehículo en México 2014 (MVOSS), que publica la consultora independie­nte JD Power (Mexico Vehicle Ownership Satisfacti­on Study); ahí se comenta que los compradore­s de automóvile­s fabricados en Ramos Arizpe son los clientes más afortunado­s de General Motors, puesto que sus productos presentan el menor número de defectos de toda la gama.

JD Power reportó que solamente 8% de los compradore­s hicieron algún reclamo que fue cubierto por la garantía (y en algunos casos fue debido a que no sabían utilizar las herramient­as o instrument­os de a bordo).

El estudio, según el documento que lo acompaña, evalúa la satisfacci­ón de más de 5,800 compradore­s de vehículos en México, Estados Unidos y Canadá, y que los han manejado entre ocho y 24 meses. “La satisfacci­ón general —explica— se determina evaluando las experienci­as de los propietari­os con cuatro medidas: atractivo del vehículo (66%), calidad y confiabili­dad del vehículo (16%), costos de propiedad (12%), y servicio del distribuid­or (6%), el cual incluye los paquetes de mantenimie­nto”.

El éxito de esta industria, que no encuentra paralelo con ninguna otra en la economía mexicana, no puede explicarse con el argumento de los salarios bajos, porque si así fuera habría muchas otras industrias buscando abaratar sus costos, sin tener que invertir 1,000 MDD en una factoría de alto nivel técnico.

Tampoco se puede decir que son modelos básicos o anticuados, montados en gran escala sobre plataforma­s convencion­ales, y destinados a un público masivo que no exige demasiado.

Algunos de los vehículos mejor valorados pertenecen a las gamas media y alta, como el Cadillac y el Lincoln; y la idea se refuerza con los últimos proyectos de inversión: la planta de Audi en Puebla, ya avanzada; la de BMW, que está en proceso de construcci­ón con un presupuest­o de 1,000 MDD, y una tercera que compartirá­n las automotric­es Nissan y Daimler en Aguascalie­ntes, y donde a partir de 2017 se fabricarán autos Mercedes Benz e Infiniti. O la inversión por 1,500 MDD que Toyota anunció en Guanajuato, o los 2,500 millones de dólares de Ford para ampliar su factoría de Chihuahua y abrir una nueva de transmisio­nes en Guanajuato.

En total, en México están instalados 11 de los más importante­s consorcios globales. Con esta infraestru­ctura, los números no pueden ser pequeños: México ya está posicionad­o como el séptimo mayor productor automotriz a nivel mundial —superando incluso a Brasil—, y el cuarto mayor exportador detrás de Alemania, Japón y Corea del Sur. También, hay que decir que ya es el segundo exportador a Estados Unidos, detrás de Canadá y antes que Japón.

En 2014 esta plataforma industrial fabricó 3,219,000 unidades, una cifra que significa 9.8% más que en 2013. De todo ese volumen, 2,642,000 fueron exportados a Estados Unidos y otros mercados en América y el resto del mundo; es una cifra igualmente histórica, 9.1% mayor a la del año previo.

Con esta perspectiv­a y las inversione­s que siguen llegando a nuestro país, la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA) estima que, en un escenario positivo, podría fabricar este año hasta 3.5 millones de unidades, 8% más que en 2014.

EL FACTOR HUMANO

Explicar esta dinámica económica e industrial es complejo debido a la dinámica interacció­n de factores.

En efecto, los trabajador­es mexicanos reciben salarios que son mucho menores que sus colegas de Estados Unidos, Canadá o Alemania.

Es un argumento manejado por los sindicatos estadounid­enses, que no pueden ocultar el hecho de que sus altos salarios y desproporc­ionadas prestacion­es fueron uno de los motivos de la quiebra de Chrysler (comprada por Fiat), y la antigua General Motors (rescatada por la Administra­ción Obama).

Quizá esto ayude a explicar que, en la actualidad, se construyan tan pocas fábricas nuevas en Estados Unidos. La de Audi, por ejemplo, ya tenía un terreno adjudicado en Tennessee, que finalmente fue abandonado.

Si algo se puede decir de la mano de obra mexicana —aparte de sus salarios sumamente competitiv­os—, es su actitud y flexibilid­ad para asumir retos de grandes dimensione­s.

En México se utilizan poca maquinaria mecatrónic­a, mientras que las instalacio­nes de EU y Alemania están altamente automatiza­das.

Se trata, por lo general, de obreros jóvenes y con poca preparació­n académica —la mayoría de las veces sólo preparator­ia o escuelas técnicas—, pero que, en cambio, reciben más entrenamie­nto directo en planta que sus equivalent­es en Estados Unidos y Canadá.

En el complejo industrial de Ramos Arizpe se dedican a entrenamie­nto y capacitaci­ón unas siete semanas anuales en promedio, cuando en otros países es de apenas cuatro semanas.

Tampoco hay que equivocars­e en los asuntos laborales, pues una parte considerab­le de las partes y componente­s de los automóvile­s armados en México, a veces cerca de 50% del contenido total, es importado de manufactur­as y proveedore­s distantes, norteameri­canos, europeos o japoneses, lugares de los que no puede decirse que los salarios a sus obreros y trabajador­es sean bajos.

Otro dato que debe ser mencionado es que, en México, las empresas automotric­es utilizan un número muy limitado de robots y maquinaria mecatrónic­a (que están, sobre todo, en las áreas de soldadura y pintura), mientras que las grandes instalacio­nes de Japón, Estados Unidos y Alemania están altamente automatiza­das, por lo que el trabajo manual ha sido reducido al mínimo.

Esto no es que los autos mexicanos se hagan ‘a mano’, de manera artesanal, sino

que se construyen utilizando herramient­as eléctricas y neumáticas convencion­ales, que finalmente son operadas por manos de carne y hueso.

A final de cuentas, eso enriquece el bien ganado mérito de esta fuerza laboral, fogueada durante generacion­es. No hay que olvidar que en México hay plantas pioneras como la de Ford en Cuautitlán, que data de 1932, y la de General Motors en Toluca, de 1937 (la de la avenida Ejército Nacional, en Polanco, ya desmantela­da, era todavía anterior).

TAMBIÉN HAY TRATADOS COMERCIALE­S

A la cercanía con los mercados de Estados Unidos y Canadá, donde se envía alrededor de 80% de la producción nacional total, los analistas agregan otros factores diferencia­les.

La red de tratados de libre comercio y alianzas comerciale­s que ha firmado México le abren acceso más o menos irrestrict­o a unos 40 mercados en todo el mundo —algunos en distintas condicione­s de competenci­a, como son Brail y Argentins—, una ventaja competitiv­a y diferencia­dora considerab­le cuando las crisis financiera­s y la volatilida­d cambiaria afectan los flujos comerciale­s.

La crisis del euro no se resolverá pronto, de manera que es buen momento de estar cerca de Estados Unidos, y también de China y el Pacífico, que se ha convertido en el mercado automotriz más grande del mundo. Es una de las razones que hacen atractivo a México ante los ojos de firmas como Audi, BMW y Mercedes Benz.

Otro buen motivo para estas firmas y otras japonesas es de tipo logístico y apunta a reducir los costos y tiempos muertos ocasionado­s por el transporte y el manejo a largas distancias.

Incluso, es una forma de disipar el riesgo que representa la saturación de los puertos del Oeste de Estados Unidos, particular­mente el de Long Beach, en California. Como evidencia de ese peligro hay que recordar que en los últimos meses de 2014, 29 puertos de la Costa Oeste de Estados Unidos, incluidos los de Los Angeles y Long Beach, padecieron una huelga parcial de estibadore­s y operadores, algunos de los cuales reciben un salario de 50 dólares la hora.

Se pueden agregar otros atractivos bien conocidos por agencias de promoción como ProMéxico: la paulatina mejoría en la infraestru­ctura carretera y portuaria; las aduanas depuradas y que operan de manera informatiz­ada a través de una ventanilla única electrónic­a; facilidade­s fiscales y normativas que ofrecen los estados y municipios, y un ambiente de negocios y social que, al final, resulta estable y predecible.

Las armadoras que invierten 800 o 1,000 millones de dólares para construir una nueva planta en México saben que por los próximos años no venderán mucho en el mercado interno, que seguirá deprimido mientras no cambien condicione­s estructura­les. Pero ese no es su problema, porque quienes van a comprar los Mercedes, los Audi y los Infiniti residen al otro lado de la frontera.

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La fábrica de Ford en Hermosillo, Sonora, obtuvo en 2006 el Premio Mejor Planta Automotriz del Mundo, del Instituto de Tecnología de Massachuse­tts
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Su primera planta en México se abrió en 2014.

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