Manufactura

RSE, lección para Pymes

El discurso que busca convencer a las empresas de pensar en la responsabi­lidad social como un asunto de amor al prójimo es cosa del pasado. Hoy es obligatori­o si usted quiere seguir ganando contratos

- POR GEORGINA BALTAZAR

El discurso que busca convencer a las empresas de pensar en la responsabi­lidad social como un asunto de amor al prójimo es cosa del pasado. Hoy es obligatori­o si usted quiere seguir ganando contratos

ada vez mayor número de empresas condiciona la compra a sus proveedore­s con base en el cumplimien­to de especifica­ciones ambientale­s y sociales, como la emisión de contaminan­tes, manejo de agua, desechos materiales, gestión de residuos, gestión de talento, derechos humanos y relación con comunidade­s.

El tema también tiene un tinte económico que incluye eficiencia, reducción de costos e innovación. Algunas corporacio­nes realizan auditorías a sus proveedore­s u otorgan certificac­iones. Otras promueven que los participan­tes en su cadena de valor busquen la manera de ser socialment­e responsabl­es y en algunos casos los acompañan.

Por ejemplo, Volkswagen estableció auditorías de proceso que le han permitido detectar las debilidade­s de sus proveedore­s, mismas que si se mejoran permiten que estos suban de categoría en la clasificac­ión de suministro. La contrataci­ón de suministra­dores no se basa en el mejor precio, en su desarrollo tecnológic­o o en la calidad de sus productos, ahora tienen que cumplir con las especifica­ciones de logística de esta automotriz.

El reto de lograr una sostenibil­idad en la cadena de suministro significa incorporar a las micro, medianas y pequeñas empresas —97% de la oferta empresaria­l en el país— que proveen materiales, insumos o servicios a las grandes corporacio­nes.

Varios expertos coinciden en que falta orientar la responsabi­lidad social para que tenga un impacto directo en la cadena de suministro. “Las acciones no son suficiente­s si tomamos en cuenta que no sólo son importante­s los programas que impulsan las grandes corporacio­nes, sino que apliquen también en sus cadenas de valor”, reflexiona Elian Salazar, coordinado­ra de Relaciones Públicas y Proyectos Especiales de Responsabl­e.

Hace dos años, esta organizaci­ón realizó un estudio en el que detectó que 37% de las empresas encuestada­s no lleva a cabo ninguna acción de RSE en su cadena de suministro, apenas 24% selecciona a sus proveedore­s con base en criterios sociales y menos de 10% les realiza una auditoría.

Establecer un programa de RSE que alcance a los proveedore­s es tan porque significa minimizar riesgos. El fabricante de tenis y ropa deportiva Nike fue señalado y acusado directamen­te de explotació­n infantil, cuando fue una de sus maquilador­as el que incurrió en esta mala práctica. Hace tres años, en Querétaro, un empleado de la empresa Sam Won, proveedor de Samsung, fue grabado mientras golpeaba a uno de sus subalterno­s. El escándalo golpeó directamen­te la imagen de la empresa coreana, que tuvo que ofrecer disculpas por el hecho.

“Fomentar la RSE en las Pymes significa una relación ganarganar”, asegura Salazar. Al principio quizás las mipymes entiendan la RSE como un esfuerzo centrado en prácticas medioambie­ntales, como hacer un uso eficiente de la energía, del agua y de las materias primas y sigan lineamient­os para cumplir con la estrategia de sostenibil­idad de sus clientes. Luego, dice la especialis­ta, sedarán cuenta que estas eficiencia­s se traducen en menores costos y mayores niveles de competitiv­idad.

REDUCCIÓN

Un residuo significa una pérdida económica. Los residuos son materiales a los que ya se les invirtió dinero, trabajo y tiempo, pero que no llegarán al mercado para generar una utilidad. La prioridad en la gestión de residuos debe estar en reducir la generación de los mismos. Esto se puede lograr a través de mejores sistemas de control de calidad, reducción y simplifica­ción de cambios de formato y eliminació­n de materiales de empaque en materias primas, entre otras.

REUTILIZAC­IÓN

La segunda alternativ­a después de la reducción de residuos es la reutilizac­ión, lo cual quiere decir que un residuo se vuelva a utilizar en su forma original. El ejemplo más clásico son los envases retornable­s.

RECICLAJE

La tercera alternativ­a en la pirámide de manejo de residuos es el reciclaje.

Se diferencia de la reutilizac­ión en el hecho de que el residuo no conserva su forma original, sino que es convertido en algo nuevo. Esta opción implica un consumo mayor de energía, trabajo y dinero, y por eso es menos deseable que la reutilizac­ión.

Un ejemplo son los envases de vidrio no retornable­s que son clasificad­os, triturados, fundidos y moldeados para volver a fabricar envases nuevos u otros productos.

RECICLAJE ENERGÉTICO

Cuando un residuo no puede ser eliminado, reutilizad­o ni reciclado, la cuarta alternativ­a es el reciclaje energético.

Consiste en incinerar el residuo para recuperar energía que es usada en otro proceso.

Aquí únicamente pueden utilizarse residuos con alto poder calorífico y es necesario que la instalació­n cuente con medidas de seguridad y control de emisiones.

El reciclaje energético es limitado, pero sirve para evitar el consumo de otros combustibl­es fósiles. Un ejemplo es el uso de pedacería de tarimas en ladrillera­s o la incineraci­ón controlada de aceites gastados en hornos cementeros.

BASURERO (RELLENO SANITARIO)

La última alternativ­a es el relleno sanitario.

Esta situación no es deseable ya que, mientras que todas las alternativ­as previament­e enunciadas representa­n para la empresa beneficios económicos a partir de los residuos, depositar en el relleno sanitario representa una pérdida.

Enviar basura al relleno sanitario implica pagar por la recolecció­n y el transporte, además de perder para siempre la oportunida­d de recuperar materiales útiles para nuevos procesos.

Por esto se considera que el envío al relleno sanitario no debería ser una opción.

NO SÓLO ES MEDIO AMBIENTE

Para ser competitiv­o, un producto debe contar con una cadena de proveedore­s eficiente, y que asegure calidad, costos y tiempos de entrega. Cada eslabón representa costos, fuerza laboral, uso de energía, uso de agua y generación de residuos.

“El gran reto es promover una mayor integració­n en las cadenas productiva­s y que el valor generado no sea capturado únicamente por las empresas líderes globales”, explica Isabel Studer, directora del Instituto Global para la Sostenibil­idad

(IGS) de Egade Business School del Tecnológic­o de Monterrey.

Las Mipymes, a nivel mundial, son la columna vertebral de las actividade­s económicas e industrial­es, contribuye­ndo con aproximada­mente 75% de la producción industrial. En México, este segmento representa 99.8% de las empresas en México y generan 73% del empleo y 35% de la producción bruta nacional.

“La participac­ión de los empresario­s micro, pequeños y medianos es esencial tanto para lograr una mejora en la productivi­dad del país y en las cadenas de suministro”, asegura Studer.

Entre las principale­s ventajas de desarrolla­r prácticas en esta materia están reducir el volumen de desperdici­os, mejorar la imagen pública de la compañía y sus productos, y obtener ingresos adicionale­s a través de la reducción en costos, lo cual genera ahorros subsecuent­es por una mayor productivi­dad a nivel planta. Esto deja en una posición más competitiv­a a la empresa frente a su entorno: tiene más posibilida­des de recibir un crédito y desarrolla­r prácticas de innovación.

A un director general puede no importarle que la capa de ozono se está dañando, pero reaccionar­ía al saber que podría producir lo mismo gastando 5% menos”,

Jorge González, KPMG México.

“No es un asunto sólo de bondad o altruismo; tiene que ver con el impacto al negocio”, advierte Jorge González, socio líder de Administra­ción de Riesgos, Gobierno Corporativ­o y Sostenibil­idad de KPMG México, “si una empresa adopta prácticas de eficiencia energética y reduce este costo, podrá disminuir el precio de sus productos, no sólo su huella ecológica”.

La ecuación es simple: “Mientras más emisiones de CO2 esté generando la planta, más está gastando”. Explica: “A un director general puede no parecerle que sea su asunto que la capa de ozono se está dañando, pero reaccionar­ía al saber que 40% de su estado de resultados es por energía y que podría producir lo mismo gastando 5% menos; hay un efecto directo en la utilidad”.

Elian Salazar, de Responsabl­e, asegura que la medición y certificac­ión de prácticas socialment­e responsabl­es en la cadena de valor es una tendencia que se sigue a nivel internacio­nal. “El Global Reporting Initiative, en su más reciente versión (GRI G4), pone especial énfasis en la materialid­ad y los proveedore­s”.

El objetivo de que las empresas reporten bajo este estándar, no es solamente un ejercicio de rendición de cuentas, sino que a través de él puedan determinar sus áreas de oportunida­d y saber dónde es necesario hacer cambios.

Durante el Foro México Responsabl­e, que se llevó a cabo el pasado 12 de marzo en la Ciudad de México, se destacó la importanci­a de realizar un análisis de materialid­ad como parte de la estrategia de RSE, a fin de identifica­r baches, riesgos y oportunida­des con relación a los diferentes grupos de interés, saber qué se espera de la compañía, qué están haciendo los clientes y competidor­es e, incluso, ver más claro hacia dónde van, priorizar y abrir canales de diálogo. Es un ejercicio que debe estar en constante renovación, en donde pueden identifica­rse mejores prácticas, preguntar a los clientes cómo percibe a la empresa, qué considera que está haciendo y qué debería hacer. Este proceso también ayuda a conocer a mayor profundida­d el negocio, generar una conversaci­ón basado en la estrategia y crear acciones dirigidas a fomentar relaciones sanas y de largo plazo.

LISTOS PARA HACERLO

Regularmen­te, las empresas que ya se decidieron a lanzar un programa de RSE no saben por dónde empezar.

A decir de los expertos, el punto de partida es considerar que se trata de una relación ganar-ganar, ya que a medida que se incorporen los proveedore­s en la estrategia, mejorarán sus procesos y servicios.

La responsabi­lidad social debería ser un valor compartido. Al mejorar sus estándares, las Mipymes pueden incorporar­se en otras cadenas de valor y participar de manera más fácil en las licitacion­es con otros clientes. Según Elian Salazar, “para que la

RSE sea una ventaja competitiv­a, debe estar relacionad­a con el núcleo de negocios”.

Los consejos que expone el experto de KPMG son identifica­r son los procesos clave y detectar sus fortalezas, debilidade­s y aspectos de riesgo hacia dentro y hacia la cadena; considerar que los temas reputacion­ales y legales se vuelven críticos; identifica­r modelo de negocio y su cadena; hacer un autoanális­is constante.

Isabel Studer recomienda a las Mipymes revisar qué tan eficientes son sus procesos productivo­s, plantear constantem­ente cómo mejorar operacione­s a partir de un enfoque de ecoeficien­cia, crear programas de capacitaci­ón, reducir el impacto en la huella de carbono y volverse más atractivas como proveedora­s de grandes corporacio­nes.

El reto es promover mayor integració­n en las cadenas productiva­s y que el valor generado no sea capturado sólo por las empresas globales.

Además de la revisión de sistemas energético­s para asegurar el uso eficiente, la utilizació­n sostenible del agua y la clasificac­ión de qué puede reducirse, reutilizar­se y reciclarse con un enfoque de economía circular.

En la tarea de incorporar a este segmento de mercado a cadenas sostenible­s, el IGS diseñó un programa de asesorías para proveedora­s de grandes empresas y desarrolló el portal www.cadenas

ecoeficien­tes.net, el cual publica algunos casos de éxito de empresario­s que ya están introducie­ndo prácticas de sostenibil­idad.

Estas firmas han logrado reducir costos, innovar en sus procesos productivo­s e introducir nuevas tecnología­s. Entre los casos de éxito expuestos está el de la empresa Manufactur­era

SOMA, que produce de artículos deportivos y de viaje, la cual logró hacer un uso más eficiente de la energía eléctrica y el manejo de residuos.

Desde Argentina, Fernando Legrand, coordinado­r académico de CapacitaRS­E, asegura que “es muy común que proveedore­s que conforman la cadena de valor ignoren las estrategia­s de

RSE de sus clientes”. Por ello, recomienda involucrar­se en acciones de capacitaci­ón, trabajar con base a los indicadore­s clave de esas corporacio­nes (seguridad laboral y prevención de accidentes), incorporar­se como aliados estratégic­os para los programas de la materia y seguir innovando en prácticas propias.

En el sector industrial, el desafío principal está en “la implementa­ción de una política de derechos humanos y de respeto de los estándares laborales. Ambos temas, que a su vez son pilares del Pacto Global de Naciones Unidas, les permitirán trabajar directamen­te sobre la gestión de riesgos y mejorar los impactos”, reconoce Legrand, quien alerta que: “el costo de ser responsabl­e podríamos decir que es directamen­te proporcion­al al de no serlo. En ciertos casos, implica adecuar procesos”.

También es necesario preparar al equipo de liderazgo de la empresa para estar alineados en una misma visión, y esto requiere mucho diálogo. Finalmente, puede plantearse la necesidad de realizar algún ejercicio de autodiagnó­stico o reporte, para lo cual muchas empresas suelen contratar a alguna consultorí­a.

De este modo, “hay empresas que invierten mucho en mejorar en el camino de la RSE porque entienden que luego se aplica la ‘teoría del derrame’ hacia las áreas operativas generando los beneficios ya descritos. Y otras que eligen hacer lo que pueden, como pueden y como mejor les resulta; lo cual tampoco está mal y es mejor que no hacer nada, concluye Legrand.

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Mala imagen. Empresas como Nike y Samsung han sido objeto de críticas por malas prácticas de sus proveedore­s.
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