Democratización, pobreza y cadenas productivas
Sin productividad no hay prosperidad”, la frase acuñada en la Secretaría de Hacienda y tatuada en el discurso presidencial que abrió la Cumbre Internacional de la Productividad a principios de julio, equivale en la economía actual a ‘descubrir’ que sin agua no hay vida a frase tambi n justi ca la entrada en vigor de la ey para Impulsar el Crecimiento Sostenido de la Productividad y la Competitividad de la Economía Nacional, promulgada en mayo pasado, con el objetivo de democrati ar la productividad”, es decir que el bene cio del fortalecimiento industrial llegue a las comunidades y población más vulnerables.
El nombre de la ley es tan largo como el vacío que han dejado, desde el año 2000, la caída sistemática de la planta productiva en el país, la dependencia nacional de la economía estadounidense, la ausencia (y hasta negación) de una política industrial y sus consecuentes efectos en pérdida de contenido de manufacturas nacionales en la producción, la disminución de empleo y el alza en los índices de pobreza en México. Los números que presentamos en esta edición con el ranking de las 100 Manufactureras más grandes del país, dan cuenta de los magros crecimientos de la industria —salvo en el caso de los rubros automotriz y aeronáutico— y de la vulnerabilidad estructural de la planta productiva, ante el estornudo norteamericano que aquí se convierte en pulmonía.
Así pues —tras la borrachera de la apertura de mercados, los tratados internacionales de comercio y la poca efectividad en el desarrollo de planes efectistas (con inversiones y deudas millonarias) como los de infraestructura, la cruzada contra el hambre, la desregulación de aranceles, y hasta la apertura energética con todo y su desangelada Ronda Uno— , el Gobierno Federal vuelve los ojos a la realidad: la fórmula del crecimiento debe pasar necesariamente por tener una sólida planta productiva.
La nueva ley pretende, a grandes rasgos, potenciar la inversión, promover cambios en la estructura productiva del país, fortalecer cadenas de proveeduría entre mipymes y grandes empresas, integrar el idioma inglés a la educación, elevar el contenido tecnológico y de valor agregado en la economía nacional, el desarrollo económico y el empleo formal. Para ello, se creó un Comité Nacional de Productividad que ayudará al Ejecutivo a decidir los cómo y cuándo de la instrumentación de estas políticas.
Resarcir 15 años de pérdidas y negaciones no será fácil. A la ecuación de soluciones hay que agregar los ‘contratiempos’ estructurales: la democratización de la productividad requerirá de nuevas empresas (seguridad jurídica y trasparencia), que puedan operar en un ambiente de estabilidad (seguridad pública) y planear horizontes de mediano y largo plazos (continuidad scal y nanciera), amén de las contingencias coyunturales, como la baja del petróleo y la volatilidad del dólar.
¿Lograrán el objetivo? Naciones como India, Corea y Asia en general, demuestran que sí es posible, pero el proceso es largo, doloroso y tiene muy poco de democrático. La buena noticia es que algún día había que comenzar, y esperemos que de verdad sea ahora. †
“La fórmula del crecimiento debe pasar por tener una sólida planta productiva”.