El matemático inglés
Aunque nunca pudo construir sus máquinas ‘inteligentes’, sus modelos sentaron las bases de la computación
Nací el 26 de diciembre de 1792 en Londres, Inglaterra. Desde muy joven me apasionaron las matemáticas, por lo que comencé a estudiarlas de manera autodidacta. Así, al entrar al Trinity College de Cambridge, en 1811, ya superaba a mis tutores en conocimientos de álgebra. A los 20 años, comencé a trabajar como matemático y, en 1816, me convertí en miembro de la Real Sociedad de la Universidad de Cambridge. En esa época adquirí el interés por el cálculo aplicado a la maquinaria, lo que se convirtió en mi gran pasión por el resto de mi vida. Así, en 1821 construí mi primera máquina, que podía sumar números hasta de seis cifras y, en 1823, diseñé una más elaborada, a la que llamé ‘máquina diferencial’. Para fabricar el primer modelo necesitaba 1,500 libras esterlinas, por lo que solicité ayuda al gobierno, comprometiéndome a entregarlo en dos años. Sin embargo, al cumplirse el plazo, en 1827, la máquina aún no estaba terminada. Seguí trabajando en ella hasta 1834, cuando uno de los mecánicos de mi equipo renunció. Finalmente, no pude terminarla. Al finalizar 1832, concebí la idea de un artefacto capaz de realizar no sólo una tarea matemática, sino cualquier tipo de cálculo. Así comencé a desarrollar la ‘máquina analítica’, que tenía algunas de las características de las computadoras de hoy. El diseño estaba basado en el telar de Joseph Marie Jacquard, que usaba tarjetas perforadas para realizar diseños en el tejido. Yo adapté su diseño para conseguir calcular funciones analíticas. Ada Lovelace, matemática considerada como la primera programadora de la historia, me apoyó durante el proceso. En 1835, terminé el diseño inicial; no obstante, debido a problemas similares a los de la máquina diferencial, nunca pude concluir mi invención. Sin embargo, gracias a mi labor, soy considerado el padre de las computadoras.