Manufactura y poder de mercado
“Sigue pendiente una política industrial para que la manufactura dé el siguiente paso”.
En los años recientes México logró atraer inversiones de capital para empresas del sector automotriz, de alimentos y de las manufacturas, incrementando su presencia como jugador relevante para el comercio global, en parte por su vecindad con el mayor mercado del planeta, pero también por la red de 11 tratados de Libre Comercio (que RO\ OQQSa] O Sf^]`bO` O ^OØaSa _cS `S^`SaS\bO\ $ RSZ >70 UZ]POZ ^]` ZOa SfWPWZWRORSa regulatorias y, sobre todo, por la competitividad de costos en mano de obra y energéticos.
Los resultados y las historias hablan por sí mismas a través del informe 100 Manufactureras que presentamos en esta edición. Casos como el de Sigma Alimentos, que robustece su operación con la adquisición de Campofrío; la de Metalsa, mediante la innovación, que se ha mantenido vigente en 60 años al pasar de los materiales de construcción a la provedu`ØO Ocb][]b`Wh SZ SXS[^Z] RS SfWPWZWROR RS ZO ZØ\SO RS ^`]RcQQWÚ\ de Kenworth, capaz de fabricar ocho modelos distintos de camión en México, dan fé de cómo estos últimos años, algunas industrias van cobrando relevancia no solo para el país, sino para el mundo.
La fabricación de equipo de transporte creció 50% en menos de seis años y en 2015 representó 16.9% del PIB. “Hay dos sectores que serán clave en el dinamismo de las manufacturas: el automotriz, ya consolidado, y el aeroespacial, que está surgiendo”, Isabel Studer, directora general de Cooperación y Relaciones Económicas Bilaterales de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). En contraste, las industrias de México con menor valor agregado enfrentarán los mayores retos frente a la competencia global.
Ser el octavo fabricante de automóviles a escala global, un exportador fuerte de pantallas y aparatos electrodomésticos (maquila), de cervezas, productos agropecuarios, algunos insumos químicos y, por supuesto, el cada vez menos favorecido petróleo, le da a México un cierto poder de mercado y negociación internacional. La competitividad por costos de la industria mexicana le ha hecho ganar terreno e inversiones a otros países, pero sigue pendiente el reto de establecer una política industrial fuerte para que la manufactura dé el siguiente paso: generar cadenas productivas que agreguen mayor valor a los productos.
En el entorno global, los balances de costos energéticos, de mano de obra y el sistema arancelario pueden cambiar en el corto plazo. Para los industriales y el gobierno debería convertirse en una ventana para impulsar, como política de Estado, condiciones internas de fomento al desarrollo de tecnología, de estímulo a la inversión y de apoyo a la formación de cadenas productivas. Hasta ahora, los comités intersecretariales de competitividad han elaborado diagnósticos —como ha sucedido durante décadas— de cuáles deberían ser las apuestas del país, pero en los hechos poco se ha sentido en las empresas. ¿Cuánto tiempo más deberá pasar antes de rescatar a la industria como motor del crecimiento?
Esperemos que hoy no sea ya demasiado tarde.