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La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París abre el camino a una manufactura más sustentable.
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La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París es quizá una de las pocas decisiones del presidente Donald Trump cuyo efecto se resentirá en la industria mexicana, y, además, puede convertirse en una desventaja para su país.
Tras el anuncio, la iniciativa privada y el gobierno mexicanos se decantaron por mantener sus compromisos ambientales. Según el Inventario Nacional de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), México produce 665 millones de toneladas de CO2 al año y por medio de la Ley General de Cambio Climático (LGCC) se comprometió a reducirlas a 2030 en 25%, y para 2050 será 50% menos respecto al año 2000.
Según el Belfer Center de la Universidad de Harvard, esto representa menos de 2% de las emisiones mundiales, y no se compara con China, que produce 25.9% y Estados Unidos, que genera 13.87% del total, con la contaminación per cápita más alta del planeta.
Del otro lado de la frontera las reacciones fueron similares. El Premio Nobel Paul Krugman, Elon Musk, de Tesla, y hasta Michael Bloomberg, por mencionar algunos, rechazaron la iniciativa. Adobe, Apple, Facebook, Salesforce, Google, HP, Intel, Microsoft, Schneider Electric y Unilever publicaron desplegados desaconsejando la medida y anunciando que seguirán invirtiendo en tecnologías avanzadas para mantener su liderazgo y no rezagarse frente a sus competidores.
Por esta razón, la medida perjudicará poco a la competitividad de sus negocios globales, y por ende se descartan repercusiones en territorio mexicano, explica Alejandro Escobar, especialista en México del Instituto de la Transición Energética (Energy Transition Institute) de la consultora AT Kearney.
De hecho, dice, la decisión de Trump tendrá escasa repercusión en los negocios globales. “La reducción de las emisiones está embebida en el corazón de los negocios. Es una apuesta de largo plazo y hay que entenderla como un camino sin retorno”, afirma.
La alerta industrial
El experto añade que abandonar el acuerdo no detendrá los avances tecnológicos de las empreas ni la exigencia de los consumidores y la sociedad por tener productos más sustentables.
Un relajamiento en las normas no representa una ventaja, sino al contrario: las empresas podrían condenarse a un retraso irremediable.
Jean-Pascal Tricoire, CEO de Schneider Electric coincide. En su oportunidad afirmó que la decisión afectará la competitividad de la industria estadounidense: “Las empresas que invierten en iniciativas de sostenibilidad y reducción de carbono reconocen que ayuda a la rentabilidad y la lealtad del cliente”.
Luis Aguirre-Torres, CEO y presidente de Cleantech Challenge México, agrega que el retraso en el cumplimiento de la regulación por parte de la industria “resultará en una disminución en la competitividad de los productos fabricados en Estados Unidos, y un incremento en la de países como China e India”.
Esto podría realinear las cadenas de abastecimiento y los bloques comerciales, lo cual favorecería la reubicación de México en el comercio global. “El gobierno de Estados Unidos no defraudó al mundo tanto como a sus propios ciudadanos y a su propia industria”, lamentó Tricoire.
Alejandro Escobar añade que el cambio climático ni siquiera está en manos de los gobiernos: “El costo de la energía es gobernado por los avances tecnológicos. Energías limpias como la eólica y la solar se han abaratado hasta 85% durante los últimos cinco años, desplazando para siempre a las que consumen combustibles fósiles. Invertir en tecnologías innovadoras es el modo de ganarle a los competidores en términos económicos, de innovación y de reputación”.
El especialista de AT Kearney sugiere que los industriales en México (productores de carbón, fundidoras, llanteras, cementeras) pueden presionar para posponer normas ambientales y mejorar sus márgenes, pero es poco probable que México cambie la promesa establecida en la LGCC de generar al menos 35% de energía limpia para 2024.
“La reducción de emisiones está embebida en el corazón de los negocios. Es una apuesta de largo plazo y hay que entenderla como un camino sin retorno”.