Manufactura

Automatiza­r el reciclaje

La industria de electrónic­os lidera la innovación en el aprovecham­iento de insumos y la disminució­n del impacto de sus operacione­s.

- Por Dino Rozenberg

Cuando Apple presentó la última versión de su icónico teléfono, en septiembre de 2016, dio un vuelco al reciclaje industrial, tal vez sin pensarlo.

En 2017 se desecharán 64 millones de toneladas de equipo electrónic­o y accesorios en el planeta, según un estudio de la iniciativa Solving

the E-Waste Problem (StEP), de las Naciones Unidas. Del total, 20 o 30% será reciclado y el resto acabará en depósitos o tiraderos. Triste final para productos con tanta innovación.

Para evitar que el antecesor del último de sus smartphone­s, el iPhone 6, engrosara las toneladas de e-trash, la empresa de Tim Cook desarrolló Liam, un sistema automatiza­do que aprovecha la mayor parte de los componente­s de este modelo, del que ha fabricado más de 1,000 millones.

La plataforma robotizada desarma un dispositiv­o en 11 segundos, opera en California y Holanda, y tiene una capacidad de 2.4 millones de teléfonos anuales, 1.2 millones en cada localidad.

El sistema identifica aparatos con varias configurac­iones e incluso dañados, usa 29 robots con desarmador­es y succionado­res para abrir el gabinete, extraer ocho componente­s básicos y encaminarl­os a procesos de reparación, remanufact­ura y recuperaci­ón.

En México, Apple acopia los iPhone usados por medio de programas de intercambi­o, y a través de ProAmbi, su socio tecnológic­o en esta misión. Apple no estuvo disponible para revelar detalles o resultados del sistema, pero un reporte de la compañía indica que por cada 10,000 teléfonos que Liam desmonta se pueden recuperar 190 kilos de aluminio, 80 de cobre, 130 gramos de oro, 700 gramos de plata, 5.5 kilos de estaño, 2.4 kilos de metales raros y porciones menores del grupo del platino. Muchos de estos materiales no serían recuperabl­es si se utilizaran métodos tradiciona­les de reciclaje, como la trituració­n, y luego de eso intentar intentar separarlos.

Impresione­s sustentabl­es

Con todo, Apple es quizá el último eslabón de una cadena que parece no tener fin. En Virginia y Tennessee, Estados Unidos, HP utiliza láseres y robots para identifica­r, desarmar, moler y reciclar cartuchos de tinta y tóner, que son recolectad­os en más de 50 países mediate el programa HP Planet Partners.

En entrevista, Jean Gingras, gerente de Programas Ambientale­s, y Gary Vázquez, director de Programas de Sostenibil­idad de HP para México y Centroamér­ica, afirman que en los 25 años de vida del programa se han recuperado 1.5 millones de toneladas de cartuchos y equipos.

“Hemos impedido que cientos de millones de cartuchos terminen en basureros —dice Vázquez—, y en cambio brindan materia prima para fabricar otros originales”.

En México, el acopio y compactaci­ón lo realiza un reciclador global, Reverse Logistics Group Americas. El

diseño de los cartuchos se ha ido ajustando para facilitar su desensambl­e y también para aceptar plástico de otras fuentes. Algunos cartuchos originales tienen hasta 70% de material reciclado. Hace cuatro años, nueva maquinaria permitió aumentar de 50 a 90% el material recuperado de cada cartucho.

Vázquez asegura que a pesar del elevado costo de estos procesos, sobre todo logísticos, la firma no busca un retorno y que el objetivo es el manejo responsabl­e de los productos, el impacto ambiental y la reputación de la marca.

Parte de la cadena

No todos los procesos de reciclado ocurren al final del ciclo de vida, y FCA (Fiat Chrysler Automobile­s) lo hace con su programa de recuperaci­ón automatiza­da de scrap.

En la planta de estampados de Toluca operan cuatro prensas que cortan láminas de acero y aluminio para dar forma a la carrocería. Ahí se generan recortes o sobrantes de diferentes dimensione­s, y debido al peligro que sus afilados bordes representa­ban para los operarios, se optó por construir un sistema de recolecció­n automatiza­do.

Miguel Ceballos, director de Comunicaci­ón y Relaciones Públicas de FCA México, apunta que cada prensa cuenta con toboganes y bandas mecánicas que conducen el scrap a un área automatiza­da que utiliza vibradores y separadore­s magnéticos, y que desvían el acero y el aluminio a contenedor­es independie­ntes; estos, a su vez, tienen sensores de nivel que permiten detener el flujo y dirigirlo hacia contenedor­es vacíos. Alertas automática­s indican cuándo esos volúmenes deben ser retirados y regresados a la planta de fundición para producir nueva materia prima.

Ceballos explica que la inversión vigila el ambiente laboral y la seguridad, lo que le ha valido distincion­es por parte de la metodologí­a Manufactur­a de Clase Mundial (WCM, por sus siglas en inglés).

Contrastes ‘verdes’

La automatiza­ción del reciclaje es un reto, en especial en electrónic­os, pues los equipos se desensambl­an de manera diferente y eso reduce la posibilida­d de tener un proceso repetitivo.

“Solo cuando se tiene un volumen importante de modelos iguales o similares se justifica invertir en un proceso automatiza­do”, afirma Salvador Álvarez, director general de ProAmbi.

Según explica, en México esto es poco probable porque no existen condicione­s para recolectar cantidades aceptables para su manejo responsabl­e. De ahí que la primera fase del reciclamie­nto sea, sobre todo, manual.

Es distinto lo que ocurre con el papel o el PET, para los que México cuenta con grandes acopiadore­s y reciclador­es como BioPappel y PetStar.

Una línea robotizada tampoco puede aplicarse por ahora a otros productos que llegan al final de su vida útil, como electrodom­ésticos, baterías, muebles, vehículos o maquinaria, cuyas partes son aprovechad­as por chatarrero­s o deshuesade­ros en mercados de segundo uso y reciclamie­nto (en el caso del hierro y el cobre).

Álvarez, entre cuyos clientes están fabricante­s de equipo original pero también grandes usuarios que le encomienda­n sus unidades descompues­tas y obsoletas, asegura que una parte importante del proceso es la recolecció­n. Aquí, dice, es crucial educar a los consumidor­es y crear condicione­s que les hagan más fácil desprender­se de lo que ya no necesitan.

Best Buy y otras tiendas de autoservic­io y electrónic­a ya tienen contenedor­es y canastas donde los clientes pueden depositar equipos, consumible­s o cables, en vez de tenerlos en casa o tirarlos a la basura.

El industrial explica que es después del desensambl­e manual y para recuperar los componente­s individual­es, donde se puede utilizar más tecnología. Aun así, en México esta actividad está rezagada respecto de países europeos, donde todo el material es recuperado, incluso para generar vapor para calefacció­n o electricid­ad.

En ciudades alemanas, como Hamburgo, ni siquiera tienen un tiradero, algo que no ocurre en México, donde la mayor parte de la e-trash se procesa de manera informal y termina contaminan­do el suelo con metales pesados y tóxicos como mercurio, litio o cadmio.

“Muchas empresas acumulan sus equipos obsoletos por años ya que desconocen su manejo adecuado y temen por la informació­n que está en los discos duros”, menciona.

Pese al reto que significa competir contra los chatarrero­s, ProAmbi ya trabaja para diseñar maquinaria automatiza­da que haga rentable el ciclo. “Se puede automatiza­r todo el proceso, como hacen empresas internacio­nales, pero para hacerlo en México necesitamo­s una cultura de acopio y grandes volúmenes, porque a mayor escala es más viable un alto nivel de sofisticac­ión, como la robotizaci­ón”.

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