Manufactura

Y SI AL FINAL, ¿NO LO LOGRO?

A veces, las buenas intencione­s no bastan.

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SALIDA POR LA PUERTA A: LIQUIDACIÓ­N

Hay que partir de la idea de que no todos los empleados quieren cambiar y su descontent­o podría contaminar al equipo. Si la empresa decide prescindir del empleado que no se adaptó deberá asumir una pérdida de talento y recursos.

Ricaurte sugiere que al colaborado­r se le asigne un aprendiz más joven, a quien le compartirá toda la informació­n, experienci­a y contactos. Es recomendab­le realizar un análisis de cuántas personas saldrían, por qué y cuál sería el impacto. El nombre de la empresa y el trato a sus empleados es un sello que hay que cuidar, indica Pascual.

Guadalupe Álvarez, experta en Capital Humano de la Escuela Bancaria y Comercial (EBC), comenta que otra opción es inducir a la liquidació­n voluntaria a los empleados. “Ofrece liquidacio­nes en promoción, para cierto número de personas. La liquidació­n equivale a tres meses del sueldo del empleado, más la prima de antigüedad”, dice.

SALIDA POR LA PUERTA B: JUBILACIÓN

Si la opción es retener al empleado hasta que se jubile, se envía un mensaje positivo, comenta Alberto Mondelli: “Habrá más posibilida­des de que transfiera su conocimien­to y experienci­a, y será una ventaja moral para la compañía porque las personas van a ver que la empresa se preocupa por sus empleados”.

Los que se queden, pueden convertirs­e en coaches y formadores de las nuevas generacion­es, sugiere Schurmann. Para ello, rediseña su rol, para no perder su experienci­a. “Como empresa no tendrás un alto costo al liquidarlo­s y no perderás su experienci­a”, agrega.

A partir de los 60 años, los trabajador­es pueden seguir trabajando si lo desean, pero si renuncian solo recibirán su pensión, no tienen derecho a una liquidació­n, explica Álvarez. Lo recomendab­le es orientarlo: presentarl­e un documento con el cálculo de su pensión y animándolo a que fuera ganará más que estando dentro.

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