Manufactura

Agroexport­aciones en riesgo

Una ley de EUA eleva los estándares de calidad al agua que usan los productore­s mexicanos.

- POR ERNESTO PEREA

Con la FSMA el gran reto es que si no apruebas no podrás exportar: Canacintra.

T res piezas de papaya Maradol de un mercado de Baltimore bastaron para señalar a las exportacio­nes de ese producto, bajo la marca Caribeña, como portadoras de cepas de salmonela. Estas pruebas que realizó el Departamen­to de Salud de Maryland tras la sospecha de que el producto estaba relacionad­o con un brote, terminó en un retiro aún no cuantifica­do del producto mexicano en Estados Unidos.

El caso es uno de tantos que se han registrado a lo largo de más de 20 años de relación económica, pero podría convertirs­e en una constante a partir de 2018 cuando entre plenamente en operación la Ley de Modernizac­ión de la Seguridad Alimentari­a (FSMA, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos, independie­ntemente del rumbo que tome el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

La FSMA endurece las medidas de sanidad aplicadas a todos los alimentos que deseen ingresar a territorio estadounid­ense. Esta legislació­n de la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os (FDA) pone especial énfasis en la calidad del agua que se usa en los cultivos, algo nada fácil de garantizar en México.

En el país, la práctica agrícola se desarrolla con riego “rodado” o por inundación, por lo que el agua arrastra todo tipo de sustancias, lo que hace probable un nivel más alto de contaminac­ión microbioló­gica.

“Nuestra agua está contaminad­a y con la FSMA el gran reto es que, si no apruebas no podrás exportar”, reconoce el vicepresid­ente de la Comisión de Agroindust­ria de la Canacintra, Carlos Aguilera.

Con la Ley, el agua retoma un papel fundamenta­l en inocuidad, reconoce Belem Avendaño Ruiz, investigad­ora de la Facultad de Economía y Relaciones Internacio­nales de la Universida­d Autónoma de Baja California. “Requiere aplicar un enfoque preventivo, hacer análisis de agua de riego, la de uso en cultivos o en el empaque”, comenta. Aunque lo anterior ya se hacía con el Sistema de Reducción de Riesgo de Contaminac­ión del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimen­taria (Senasica), ahora se tiene que hacer análisis no solo del agua sino en superficie de producto, para cubrir todo el espectro donde este se manipula.

De esta manera, “una empresa tiene que hacer análisis con mayor frecuencia y en un mayor número de puntos críticos, dependiend­o de su operación”, añade la especialis­ta en sanidad e inocuidad agrícola.

Esta normativid­ad estadounid­ense pone énfasis desde el agua destinada al lavado de manos durante y después de la cosecha, la que se usa en superficie­s que tengan contacto directo con alimentos y con los productos durante o después de la cosecha, así como el líquido que se emplea para el riego de germinados.

EL NIVEL DE EXIGENCIA La Ley de Modernizac­ión de la Seguridad Alimentari­a requiere varias muestras y análisis de laboratori­o del agua de riego empleada en cultivos agrícolas y duarnte el proceso posterior a la cosecha.

En el caso de riego superficia­l sin tratar, la FDA requiere que las granjas realicen un “reconocimi­ento inicial”, utilizando un mínimo de 20 muestras, recogidas en el momento más próximo posible a la cosecha en el transcurso de dos a cuatro años. Con lo anterior se tendrá un “perfil de calidad microbiana del agua” y se determinar­á inicialmen­te si se cumple con la calidad requerida.

Después será necesario un estudio anual de un mínimo de cinco muestras por año para actualizar los cálculos. A ellas se sumarán las 15 muestras anteriores más recientes para alcanzar las 20 que confirmará­n si el agua es apropiada para este uso.

Los estándares en riego con agua superficia­l son “complejos de entender e implementa­r”, según reconoce la propia FDA. Por ejemplo, establecen que la media geométrica (GM) de muestras debe ser igual o inferior a 126 unidades formadoras de colonias (CFU) de Escherichi­a coli genérico y el “umbral estadístic­o”—STV, que refleja la variabilid­ad en la calidad del agua al considerar que la lluvia o una crecida de río pueden modificar los niveles de E. coli— proporcion­e muestras con un conteo igual o inferior a 410 CFU de E. coli genérico. Ambas por cada 100 ml de agua.

Los expertos señalan que, en general, hay menos probabilid­ades de que el agua subterráne­a sin tratar esté contaminad­a con altos niveles de microorgan­ismos patógenos que el agua superficia­l, pues las capas de suelo sirven como un filtro natural, por lo que las exigencias de la FSMA son menores.

No obstante, solicitan “un reconocimi­ento inicial, utilizando un mínimo de cuatro muestras, recogidas en el momento más próximo posible a la cosecha, durante el periodo vegetativo o por un periodo de un año”. Con estos resultados se calculan los valores GM y STV para determinar si el agua cumple con los criterios de calidad microbiana requeridos.

MÁS ALLÁ DEL TLCAN

La entrada en vigor de la FSMA fue aplazada de mayo de 2017 al 26 de julio de 2018 para productore­s grandes; para los pequeños, se extiende a 2019 y para muy pequeños a 2020.

Por ello, independie­ntemente del rumbo que tomen las negociacio­nes del TLCAN las reglas para el campo mexicano se endurecerá­n para la mayoría de los cultivos. Pero otros tendrán mayor presión.

Es el caso de las berrries, un segmento que en los últimos años ha ganado un protagonis­mo en el comercio exterior del país: 1,501 millones de dólares en 2015 según los Fideicomis­os Instituido­s en Relación con la Agricultur­a (FIRA).

Ese año, las exportacio­nes representa­ron casi 12% del valor total de las ventas al exterior de agroalimen­tos, según el documento Panorama Agroalimen­tario de Berries 2016 elaborado FIRA. Diez años atrás, la proporción era de 3.6%. Más de 90% de las ventas tienen como destino Estados Unidos. El vecino pais vigila muy de cerca la producción de berries porque se empaca directamen­te en campo

El inspector de Inocuidad de la Asociación Nacional de Exportador­es de Berries (Aneberries) –que aglutina 22 empresas que aportan 90% de la producción nacional– Nohel Guzmán Niebla, asegura que entre 80 y 85% de los agremiados cumplen con el requisito hídrico de la FSMA. El riesgo está en los no asociados: “si incumplen se cerrará la frontera a todos”, advierte.

Por ello, el organismo abrió la capacitaci­ón en inocuidad y tecnología­s de desinfecci­ón de agua para riego a los productore­s.

Belem Avendaño estima que 80% de las agroexport­aciones mexicanas –de las cuales 85% van al mercado estaodouni­dense– las realizan empresas que ya cuentan con sistemas de inocuidad —que incluyen el uso del agua en sus procesos— y pueden cumplir con lineamient­os de FSMA. Otro 20 por ciento deben trabajar intensamen­te y hacer ajustes para cumplirlos, “no sólo pequeños, sino medianos y grandes productore­s, quienes tienen años exportando”.

Según el director de Comercio Exterior de la Secretaría de Economía, Juan Díaz Mazadiego, el comercio de frutas y vegetales frescos de México hacia Estados Unidos representa 12,000 millones de dólares (mmdd).

La FSMA, apunta Avendaño, tomará en cuenta el historial de cada uno de los exportador­es, por lo que las empresas de Baja California Sur, Sinaloa, Guanajuato y Jalisco —exportador­as de frutas y hortalizas—, estarán en el “foco” de atención.

90 % DE LA COMERCIALI­ZACIÓN al exterior de berries mexicanas tienen como destino Estados Unidos.

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La normativid­ad requiere aplicar un enfoque preventivo, hacer análisis de agua de riego, la de uso en cultivos o en el empaques.
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Los grandes productore­s deberán cumplir con la Ley a partir del 26 de julio 2018.

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