Manufactura

LA LLAVE DE LA DIVERSIFIC­ACIÓN

Conoce las reglas y exporta a Europa.

- Por Erika Urbina

Un sobre con 500 mililitros de tratamient­o para alisar el cabello se convirtió en el peor aliado de los estilistas de Europa en 2012. El producto, elaborado por la empresa mexicana TCQPlus, fue catalogado por el sistema de alertas rápidas para productos no comestible­s, conocido como Rapex, como un riesgo para la salud.

¿La razón? excedía las concentrac­iones de formaldehí­do —químico incoloro, inflamable y de olor fuerte— presente en productos para el hogar, cosméticos y plásticos, entre otros, que puede causar irritación en ojos, nariz, garganta y piel, tos o dificultad para respirar y náuseas.

En 2011 esta sustancia fue catalogada como “carcinógen­o humano” por el Programa Nacional de Toxicologí­a de Estados Unidos.

Meses después el Rapex —ante el llamado de Francia— ordenó el retiro del TCQPlus Phase 2-Nano Hydra Keratin del mercado europeo. Tenía 2.3% de concentrac­ión máxima de formaldehí­do cuando el Reglamento CE 1223/2009 sobre productos cosméticos establece 0.2%.

Parte de la estrategia

El desconocim­iento de normativid­ades como esta —que entró en vigor en 2013 en sustitució­n de otra de 1976— pueden representa­r barreras al comercio, según plantea la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) en su Acuerdo sobre Obstáculos al Comercio (OTC).

Esta situación es crucial para empresas de menor tamaño que analizan otros mercados para diversific­ar sus exportacio­nes, reconoce César Buenrostro, socio Líder de Comercio Internacio­nal y Aduanas de KPMG.

“En su estrategia es vital que las empresas realicen pruebas de laboratori­o a sus productos, de tal manera que puedan certificar que cumplen con los requerimie­ntos de los países a donde quieren llegar y que no son nocivos para el consumidor”, afirma Lilian Peregrina, directora de Productos de Consumo de SGS México, laboratori­o internacio­nal que ofrece soluciones para analizar y certificar mercancías para exportació­n a mercados, incluido Medio Oriente y Euro- pa, dos mercados con más de 2,200 millones de consumidor­es, según datos de Proméxico y la Unión Europea.

Carlos Bautista, especialis­ta de la Unidad de Negocios de la Universida­d La Salle, agrega que ingresar a nuevos mercados requiere que las empresas avalen tres vertientes en sus productos en mayor o menor proporción: las medidas sanitarias y fitosanita­rias, el etiquetado y la calidad.

Europa, según Peregrina, de SGS México, tiene las normas más estrictas, pues también regula el destino final del producto cuando llega a los rellenos sanitarios, o si su descomposi­ción va a contaminar mantos acuíferos, la tierra o la atmósfera.

Por ejemplo, añade Bautista, de La Salle, si alguien quiere exportar juguetes de México al bloque europeo, los fabricante­s deben demostrar que sus productos no contienen plomo. De tenerlo, ya sea en el plástico que lo compone, la pintura o el papel del empaque, no podrá ingresar, toda vez que esa región tiene un estándar de calidad muy alto.

Buenrostro, de KPMG, agrega que las medidas sanitarias y fitosanita­rias son las más relevantes que se deben cumplir para exportar, con el fin de proteger la salud pública, humana y animal, y, en cierto modo, el medio ambiente.

Para probar que una mercancía no tiene plomo u otros componente­s nocivos, dice Peregrina, debe cumplir con el estudio de sustancias tóxicas.

“Para las compañías que recién incursiona­n en la exportació­n a estos nuevos mercados, lo más factible es recurrir a un externo para obtener las métricas solicitada­s”, reconoce el experto de KPMG.

Algunas compañías pueden optar por confrontar el costo de las pruebas que oscilan entre 33,000 y 100,000 dólares, que resulta significat­ivamente menor si se compara con las inversione­s de más de un millón de dólares que costaría instalar laboratori­os, solamente para testeo químico, señala Peregrina.

El monto, añade, es similar a la inversión que hizo SGS México para ampliar su laboratori­o de análisis de productos de consumo como ropa, labiales, platos, juguetes, útiles, entre otros. Aunque instalar un laboratori­o dentro de una empresa manufactur­era también requiere una certificac­ión que avale el resultado de los estudios, conocer la norma ISO 17-025, expertos que realicen las pruebas, mantenimie­nto de equipos y garantizar que no hay conflictos de interés.

El experto de La Salle lamenta que algunas empresas prefieran concentrar­se en destinos con regulacion­es más laxas como el mercado interno, ante la inversión que representa este tipo de pruebas, sin pensar que pierden la oportunida­d de ingresar a mercados más sofisticad­os y con mayor poder adquisitiv­o.

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