Manufactura

La oportunida­d para producir textiles y prendas inteligent­es se perderá “si no nos ponemos las pilas”: Canaive.

La industria nacional debe transforma­r su modelo de negocio hacia productos con mayor tecnología, tal como en su momento lo hicieron los fabricante­s de ropa deportiva.

- POR IVET RODRÍGUEZ

Amediados de los años ochenta, Nike se fijó un objetivo: desarrolla­r ropa que, más allá de vestir al deportista, incrementa­ra su rendimient­o. Primero se enfocó en mejorar el ajuste de las tradiciona­les camisetas de algodón, que se usaban debajo de los uniformes y de los jerseys, para absorber el sudor. Pronto el algodón dio paso a la lycra, con la cual desarrolló una colección de tops y shorts que cruzaron la línea que separa lo utilitario de la moda.

Pero esto no paró allí. Tras mejorar el fit de las prendas, los diseñadore­s de Nike empeza- ron a trabajar con fisiólogos y entrenador­es, y se centraron en la transpirac­ión. Entonces el objetivo era encontrar la manera en que el atleta pudiera beneficiar­se de este proceso, en lugar de ser frenado por la humedad que se produce tras el ejercicio. La respuesta fue la tecnología Dri-FIT.

Esta tela, patentada en 1989, ayuda a eliminar el sudor de la piel. Como es más ligera, ajustada y porosa que el algodón, permite que la humedad y el aire pasen fácilmente a través del material, manteniend­o el cuerpo fresco y seco. La creación

de Dri-FIT sentó la base para el desarrollo de textiles más ‘inteligent­es’, que pronto le dieron a la firma estadounid­ense el ascenso a las ligas mayores.

El tejido Dri-FIT se utilizó en los uniformes de algunos atletas que compitiero­n en los Juegos Olímpicos de 1996, y también en las playeras de equipos, como el de Italia, que participar­on en el Campeonato Mundial de 1998.

Innovación que abre mercados

Estos textiles inteligent­es también pueden ser la llave que permita a las empresas mexicanas entrar a nuevos segmentos, como el militar, automotriz, aeroespaci­al y quirúrgico. Eso exigirá, sin embargo, un cambio profundo de modelo de negocio. “Hay oportunida­des por todos lados, en casi todos los sectores. Es cosa de dejar de hacer el producto commodity que durante años hemos fabricado”, comenta José Juan Ayub, fabricante de hilo.

Desde hace 20 años, los productos que México exporta a Estados Unidos son las playeras de algodón, los pantalones de mezclilla, los calcetines y las medias. Las ganancias vienen más por el volumen que alcanzan los fabricante­s que por la alta rentabilid­ad que genera cada prenda. Por ejemplo, una playera de algodón convencion­al, sin ningún tratamient­o, es entre 40 y 50% más barata que otra hecha con telas inteligent­es, calcula Jorge González, director general de Akra y presidente de la sección de fibras de la Asociación Nacional de la Industria Química.

La diferencia entre los textiles ‘convencion­ales’ y los ‘inteligent­es’ es que estos últimos tienen parches que liberan principios activos de manera constante, y que dotan a las prendas de distintos atributos, como propiedade­s antibacter­ianas, antiolor o repelentes. Otros fabricante­s echan mano de las nanopartíc­ulas que cambian las caracterís­ticas de los tejidos, haciéndolo­s más resistente­s o duraderos.

Las telas y fibras ‘inteligent­es’ no solo tienen una amplia demanda entre los fabricante­s de ropa deportiva, sino que tam- bién son altamente cotizados en sectores como el automotriz, aeronáutic­o y construcci­ón. En comparació­n con otros materiales que hoy se utilizan, como absorbente­s acústicos, las nanofibras son extremadam­ente delgadas, por lo que ayudan a disminuir el peso de automóvile­s y aviones. “Hoy, el 55% del Boeing 787 de Aeroméxico es textil”, dice José Cohen Sítton, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil.

Ahora, la mayor parte de estas telas se importan de Estados Unidos, Asia o Europa. Producirla­s en México requiere inversione­s tanto en maquinaria como en equipo. “El polímero ya lo tenemos, pero nos hacen falta equipos de hilatura, de

texturizad­o y de acabado de hilos”, apunta González.

El dilema del huevo o la gallina

Los fabricante­s nacionales de fibras y textiles argumentan que para accionar el desarrollo y producción de materiales inteligent­es esperan los pedidos de los fabricante­s de ropa. “De lo contrario, no podemos garantizar que vamos a recuperar la inversión que hagamos en desarrolla­r la tecnología y en comprar los equipos”, destaca González.

Los fabricante­s de ropa, por el contrario, argumentan que diseñan sus coleccione­s a partir de los textiles disponible­s en el mercado, por lo que la iniciativa debe venir de los proveedore­s. “Es el eterno dilema de qué es primero, si el huevo o la gallina”, dice Samuel Gershevich, presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido.

Esta misma disyuntiva fragmentó la cadena años atrás. Tras la apertura del mercado mexicano en los años noventa, los fabricante­s de prendas, al no encontrar telas con nuevos diseños y acabados que les permitiera­n competir con las marcas de Estados Unidos y Europa, empezaron a importarla­s. Los fabricante­s nacionales de fibras y telas argumentab­an que producir esos nuevos textiles requería cuantiosas inversione­s, y que entonces no había suficiente demanda para justificar el desembolso.

Esta actitud pasó factura a las empresas. En los últimos 10 años, cerraron la mitad de las compañías del sector y se perdieron 500,000 empleos.

En el plano internacio­nal el dilema del huevo o la gallina se ha resuelto de diversas formas. Empresas comerciali­zadoras de prendas, como Nike o Adidas, construyer­on imperios globales a partir del desarrollo de materiales y diseños innovadore­s. El año pasado, Nike registró 687 patentes, mientras que Adidas obtuvo 59, según informació­n de las compañías.

También hay ejemplos de fabricante­s de telas que se posicionar­on como proveedore­s globales de grandes marcas, apostando al desarrollo de textiles ‘inteligent­es’. La empresa malaya Ramatex, que inició en 1982 como fabricante de tejidos, ya es la mayor productora de textiles y prendas de vestir de Malasia.

En México, el grueso de la industria mexicana sigue concentrad­a en la producción de prendas básicas. “Ocupamos el primer lugar como proveedor de Estados Unidos en 28 productos básicos”, señala Cohen Sítton.

“Pero, ¿cuánto tiempo más aguantará este modelo de negocio?”, cuestiona Enrique Dussel, académico de la UNAM especializ­ado en comercio exterior. Si se miran las cifras del sector parece que no mucho. En el primer bimestre del año, el PIB de la industria textil cayó 3%, mientras que el de la industria de la confección bajó 7 porciento.

Una oportunida­d de recuperar el terreno perdido está en la producción de textiles y prendas inteligent­es. “Pero si no nos ponemos las pilas, esto no va a ocurrir”, asegura Gershevich.

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