El nuevo empleo 4.0
La digitalización y automatización de los procesos provocarán cambios en las formas de trabajo. México tiene una ventana de 15 años para no quedarse atrás.
Una pieza se cuela en la fila y rebasa a la que tiene delante hasta la siguiente estación de la línea de producción, donde un robot le aplicará pintura. La otra, que se quedó rezagada, en realidad se someterá a un proceso diferente, pues el consumidor ha solicitado cierta personalización en el automóvil del que formará parte. En esta zona no hay personas: todo lo hacen los robots, que son capaces de comunicarse con las piezas a través de sensores; el producto notifica al sistema qué tipo de proceso necesita. Es un ejemplo de la manufactura inteligente y no es una imagen del futuro: la revolución industrial 4.0 ya está en marcha.
La Federación Internacional de Robótica (IFR, por sus siglas en inglés) estima que, para 2020, habrá 3,053,000 robots industriales en operación, 67% más que los 1,828,000 registrados en 2016. El crecimiento anual promedio entre 2018 y 2020 será de 14%, según las previsiones del organismo publicadas en septiembre de 2017.
México fue, en 2016, el octavo país del mundo que más robots industriales adquirió (5,900 unidades), aunque los primeros cinco (China, Corea del Sur, Japón, Estados Unidos y Alemania) representan 74% del mercado, según los datos de la IFR. El año pasado, el número de robots en operación en el país creció 10% respecto al año anterior, y la previsión es que entre 2018 y 2020 lo haga a un ritmo de 11% anual.
Si los datos son fríos y no dan una magnitud del cambio en los procesos de producción, hay que visitar una fábrica de cualquier sector productivo para entenderlo. No se trata solo de ver robots donde antes circulaban montacargas dirigidos por personas. La inteligencia artificial, el machine learning o el internet de las cosas han modificado las formas de producción, presionadas a su vez ante los menores ciclos de vida de los productos y la demanda de los consumidores por las últimas novedades.
Estos cambios también se trasladarán al ámbito laboral. El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) lo señaló a principios de 2016, en el estudio El futuro
del empleo: 65% de los niños que comienzan ahora la primaria desempeñarán en su vida adulta un trabajo que actualmente no existe. De acuerdo con el análisis, entre 2015 y 2020 se prevé que la automatización
y digitalización suponga la pérdida de 7.1 millones de empleos, sobre todo administrativos. Pero la moneda tiene otra cara: la creación de dos millones de nuevas posiciones en computación, matemáticas e ingeniería.
Sin embargo, las habilidades de los ingenieros dentro de 15 años distarán mucho de las de aquellos que salen actualmente de las aulas. El escenario ha llevado a pensar que puede experimentarse una crisis en el empleo. “Hoy no hay ningún indicador que diga que se está llevando a cabo una reducción de [puestos de] trabajo por los robots. La productividad crece y el paro en América Latina se reduce. El desempleo es más por la globalización que por la automatización. No hay un indicador de alarma, pero eso no quiere decir que no lo haya en el futuro”, explica Bruno Juanes, socio líder de Innovación y Manufactura en la consultora Deloitte.
El impacto de la tecnología en el empleo a mediano plazo es innegable, reconoce el especialista, quien señala que esto no tiene que ser ni negativo ni positivo. “Habrá tecnología que suponga un cambio, como ha ocurrido a lo largo de la historia, pero en el corto plazo no habrá un apocalipsis robótico”, agrega.
Pero sí es necesario analizar estos cambios para saber hacia dónde puede avanzar el país. “Empezando por cuál es la situación en México, qué ventajas o desventajas puede tener ante estos nuevos escenarios y cómo debemos ir tomando nuestras decisiones de política pública para aprovechar estas ventajas”, señala Víctor Carreón, director adjunto de Planeación y Evaluación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Para el experto, el punto de partida es un sector manufacturero sólido, derivado de la evolución industrial en los últimos 25 años, que ha provocado que las principales exportaciones de México sean productos manufacturados. Pero donde hay que enfocarse es en la generación de capital humano. “México tiene una capacidad importante para preparar ingenieros en términos de cantidad, donde no hemos hecho todavía el clic necesario es en las áreas donde se necesitarán o ya se necesitan”, reconoce.
Para Carreón, México tiene una ventana de 15 años para generar las capacidades que requerirán los futuros trabajadores antes de sufrir el impacto de los cambios. Por ejemplo, según las proyecciones, pasado este tiempo un robot soldador costará lo mismo que una hora hombre, por lo que, a partir de ese momento, será más barato automatizar que contratar a personas para esa tarea.
Por eso, señala, el trabajo debe iniciar ya, especialmente en áreas como nanotecnología, nuevos materiales o dispositivos médicos, en las que ya hay centros de investigación y en las que México podría posicionarse como potencia media. “En este momento estamos en la frontera en la generación del conocimiento en dispositivos médicos. Si tenemos las bases sólidas, tendremos capacidad de posicionar a México donde debe estar. No en todas las áreas, porque ningún país tiene eso, hay que encontrar los nichos”, sostiene el funcionario.
De ahí que, el año pasado, el Conacyt comenzara a diseñar un plan que estará listo en el tercer trimestre de 2018, en el que se definirá claramente cuál es el objetivo a 25 años: a dónde quiere llegar el país y cuáles son los hitos que se deberían cumplir cada cinco o seis años para lograrlo. “Si todos los que tenemos que diseñar e implementar política pública hacemos lo mismo, caminaremos en la dirección correcta. Es importante trabajar de forma coordinada”, asegura Carreón.
Pone como ejemplo la colaboración entre la Secretaría de Energía (Sener), la de Educación Pública (SEP) y el Conacyt para el desarrollo de los Centros Mexicanos de Investigación en Energía (Cemies), que agrupa centros de investigación públicos y privados, instituciones de educación superior, empresas y gobierno para trabajar en nuevas tecnologías. Contar con este plan de largo plazo, además, permitirá salvar obstáculos como los cambios de gobierno sexenales y otorgar mayor certidumbre en materia de presupuesto.
En este cambio formativo, la responsabilidad no recae solo en las instituciones educativas que, poco a poco, aseguran los especialistas consultados, están haciendo
la tarea, también en las empresas. Y muchas han iniciado proyectos para asegurarse talento. En el caso de ABB, el crecimiento del negocio provoca que en su Campus de Manufactura de San Luis Potosí la incorporación de personal aumente a doble dígito. La compañía, que cuenta con robots que pueden hacer su propio autodiagnóstico y mantenimiento, posiciona el talento como una de sus mayores preocupaciones.
“Es un reto impresionante —afirma Vicente Magaña, presidente de ABB México—. En San Luis Potosí tenemos siete fábricas y, en la parte de robótica, tenemos un crecimiento de 65% del negocio. Cuando tienes este crecimiento en robótica, no empleas ingenieros y personal técnico de hornos microondas [en esa división]”.
Para asumir este crecimiento, ABB cuenta con un programa de educación dual con la embajada de Suiza (país donde tiene su sede), en el que participan varias universidades y empresas para crear la base tecnológica que se requerirá en los próximos años. “Estamos invirtiendo en tecnología, pero también en ingenieros”, asegura Magaña. Este sistema dual se extiende hasta el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep), organismo con el que también colabora la compañía. UN NUEVO APRENDIZAJE Actualizar los planes de estudio y fortalecer la relación entre academia e iniciativa privada será clave para afrontar los cambios que traerá la tecnología. Pero los avances tecnológicos también ayudarán a tener un mejor talento, asegura Juanes, desde Deloitte. “Si algo ha demostrado el ser humano, es que sabe adaptarse a los cambios. Esta tecnología no solo afecta al trabajo, sino a la manera de aprender nuevas habilidades. El ser humano no solo tiene que cambiar la necesidad de aprender, sino cómo está aprendiendo”, afirma.
Y la tecnología abaratará la capacitación, asegura Luiz Ferezin, director general de la firma de consultoría de servicios tecnológicos Accenture. “El costo de entregar un entrenamiento, al digitalizarse, se empieza a
“Formamos talento, pero no hemos hecho clic con lo que requiere la industria” Víctor Carreón, director adjunto de Planeación y Evaluación del Conacyt.
acercar cada vez más a cero. Porque hacer 100 cuesta igual que uno”, sostiene.
Esto es especialmente importante a la hora de pensar en cómo capacitar en las nuevas habilidades al personal que ya está en el mercado laboral y que lo seguirá estando al menos en las próximas dos décadas. “A diferencia de otras revoluciones industriales de la historia, hoy el ciclo entre una y otra es menor. Antes no había que pensar en ‘recapacitar’ al personal. Hoy hay que ajustar los cambios dentro de la misma generación”, detalla Ferezin.
La academia no solo cambiará sus planes de estudio, también su sistema, a fin de que la gente pueda regresar varias veces para aprender nuevas técnicas. La formación dejará de ser un ciclo dentro de las primeras etapas de vida de las personas, para convertirse en un esquema circular al que se estará ingresando de forma continua.
De ahí que la responsabilidad recaiga también en cada individuo, que tiene una autorresponsabilidad hacia su formación.
El otro pilar para dar un salto en la formación es la transferencia tecnológica. Carreón reconoce que hoy son pocos los proyectos de investigación que se convierten en un nuevo producto o una mejora en procesos,
Este tipo de factores hacen que el primer paso para adaptarse a los cambios no esté solo en la capacitación del talento, sino en el equipo directivo, señala Dante Cortez, líder de vinculación en la iniciativa Nuevo León 4.0, en el que colaboran los sectores público y privado para impulsar el desarrollo tecnológico. “El equipo directivo tiene que sensibilizarse del impacto negativo de no hacer nada, que podría llevar hasta la muerte a una empresa”, sostiene.
El especialista, que hasta hace pocas semanas era líder de innovación en la regiomontana Frisa y que tiene 20 años de experiencia en la industria, recomienda definir por qué es importante para una compañía la automatización. “La empresa debe identificar un líder que dirija esta revolución digital, con un perfil de tecnólogo y que vea las oportunidades”, aconseja. Y, una vez identificada el área donde la empresa puede mejorar gracias a la tecnología, desarrollar un equipo que incluya un tecnólogo con experiencia en el área, un ingeniero que pueda traducir a un proyecto esas necesidades y científicos de datos. Todos con habilidades blandas que les permitan negociar, ser resilientes, tener empatía y trabajar en equipo. ¿TRABAJO PARA TODOS? El primer robot en manufactura que vio Bruno Juanes, de Deloitte, fue en 1990 y se llamaba Roberto, porque ese era el nombre del trabajador al que sustituyó, cuya jornada consistía en dar vueltas a paquetes de detergente durante ocho horas. “Roberto hizo después trabajos más interesantes. No hay que tener miedo a la fábrica sin trabajadores”, sostiene. Estos cambios permitirán crear trabajos de mayor valor añadido.
Carreón continúa con esta idea a no temer, pero sí ser conscientes de que si no se empieza a trabajar ahora, en 15 años podría haber problemas. “Existe el riesgo, creo que todos lo tenemos claro. Eso no quiere decir que vaya a haber despidos masivos y que no habrá nuevas oportunidades laborales”.
El funcionario pone un ejemplo: cuando México comenzó su apertura comercial, tenía una capacidad portuaria obsoleta. Cuando llegaba un buque de tamaño mediano, la carga y descarga se llevaba a cabo, básicamente, con hombres. Con la instalación de tecnología, el tiempo que tomaban estas maniobras se redujo y también la mano de obra. “Si antes se requerían 100 hombres, ahora eran cinco: dos para las grúas, dos para las bandas y uno organizando en el patio. Uno podría pensar que se despidieron a 95 personas. Pero lo que ocurre es que con el cambio tecnológico llegan más buques, se necesitan más grúas, más bandas y más gente que las opere, posiciones que antes no existían”, explica.
La economía del conocimiento se convierte, más que en una oportunidad, en una necesidad. “Siempre se dice que México ocupa la parte baja del valor de la cadena de manufactura. Somos competitivos porque la mano de obra es barata y hay muchas oportunidades de salir de esa percepción abrazando la economía del conocimiento. México no tiene la opción, tiene el deber de abrazar estos cambios y ponerse a la vanguardia”, afirma Juanes. El especialista asegura que existe el talento, la capacidad, el flujo de capital, el interés, y no hay una razón objetiva por la que no pueda lograrse. Solo es cuestión de coordinación, unir toda esta materia prima y ponerse el objetivo de liderar en la economía digital.