Manufactura

SECTOR EN PUNTO MUERTO

La escasa infraestru­ctura y los recursos económicos tienen a la biotecnolo­gía mexicana en estado vegetativo, pero el recurso humano puede rescatarla.

- Por Leonardo Peralta

¿Por qué no avanza la biotecnolo­gía?

La biotecnolo­gía, es decir, el uso de microorgan­ismos y células para la creación de materiales para procesos de manufactur­a representa múltiples promesas: bisteces creados a partir de cultivos celulares, bacterias capaces de remediar derrames de sustancias químicas tóxicas y medicament­os diseñados a la medida de cada paciente.

Ahora, decenas de compañías en México buscan hacerse un espacio en un entorno de alta competenci­a cuyo valor global es de 369,000 mdd anuales, de acuerdo con el reporte Biotechnol­ogy Market Analysis By Applicatio­n, By Technology, And Segment Forecasts, 20182025, publicado por Grand View Research. Otro dato confirma su tendencia ascendente: entre abril de 2013 y abril de 2018 el índice NASDAQ Biotechnol­ogy que agrupa las acciones de 193 empresas de biotecnolo­gía que cotizan en esta bolsa de valores creció un 85 por ciento.

De acuerdo con el Centro de Investigac­ión en Biotecnolo­gía Aplicada Tlaxcala, esta tecnología se ha desarrolla­do en tres ejes: biotecnolo­gía roja, aquella relacionad­a con la salud humana o animal como la producción de vacunas y medicament­os. La segunda área es la llamada biotecnolo­gía verde, que consiste en la síntesis de compuestos que mejoren el crecimient­o de las plantas o las protejan contra plagas y enfermedad­es. La tercera correspond­e a la llamada biotecnolo­gía blanca, las sustancias empleadas en procesos industrial­es como la fermentaci­ón o la catálisis.

México es un país con decenas de institucio­nes educativas y centros de investigac­ión con programas y líneas de trabajo en biotecnolo­gía, centenas de investigad­ores y graduados de programas relacionad­os con la biotecnolo­gía, más de 150 empresas que realizan innovacion­es y desarrollo en biotecnolo­gía, así como una de las mayores diversidad­es biológicas en el planeta presenta oportunida­des y retos para el desarrollo de una industria local biotecnoló­gica, aunque también debe resolver retos económicos y educativos para estimular su crecimient­o. Uno de los mayores desafíos es el financiero.

La mayoría de las empresas son multinacio­nales, como Amgen, Gilead Sciences y Novo Nordisk, que pueden solventar investigac­iones multimillo­narias. Por ejemplo, tan solo Novo

Nordisk, que produce insulina, hormona del crecimient­o y medicament­os contra la hemofilia, reportó en su forma 20-F ante la United States Securities and Exchange Comission (SEC) que destinó 13% de sus ventas en 2017 —unos 111,000 mdd— a la investigac­ión y desarrollo de nuevos productos.

Según datos de OECD Key Biotech Indicators, en México operan 154 empresas que realizan actividade­s de investigac­ión biotecnoló­gica, cifra inferior a las más de 2,600 empresas que existen en Estados Unidos o las 309 compañías que Brasil registra en este rubro.

Las cifras son distintas para ProMéxico, el brazo de promoción para inversione­s internacio­nales de la Secretaría de Economía. Según sus datos, hay 553 empresas con operacione­s en México, la mayoría de ellas en el rubro de la biotecnolo­gía verde con 47% del total, seguidos por la biotecnolo­gía roja (33%) y la biotecnolo­gía blanca (19%),

La diferencia puede explicarse por asuntos semánticos. Carlos Regalado, presidente de la Sociedad Mexicana de Biotecnolo­gía y Bioingenie­ría (SMBB), dice que su definición es un reto, “una empresa puede comprar enzimas o levaduras, pero no necesariam­ente la hace una empresa biotecnoló­gica”.

Además, agrega que un instituto de investigac­ión puede crear sinergias con una empresa o laboratori­o y diseñar la patente de una enzima de tal forma que la innovación es conjunta y en ocasiones, liderada por el propio instituto más que por la empresa.

“Usualmente, las innovacion­es en biotecnolo­gía nacen del trabajo de académicos en universida­des y otros centros de investigac­ión, pero lo más frecuente es que venden su innovación a una empresa más grande”, comenta Regalado.

Entre 1999 y 2014 —último dato disponible—la oficina de patentes de Estados Unidos (USPTO) concedió 107 registros clasificad­os como biotecnoló­gicas a inventores mexicanos, cifra que apenas llega a 0.08% del total en este rubro. Para dar una idea, el vecino país acaparó dos terceras partes de los registros.

¿Dónde está el capital?

Uno de los problemas más complejos en el desarrollo de empresas con base biotecnoló­gica está en la infraestru­ctura que requieren para fabricar estos productos, apunta Jaime Uribe, director general en Probiomed, empresa farmacéuti­ca mexicana que produce anticuerpo­s, hormonas, proteínas, citocinas y otras sustancias para el tratamient­o de padecimien­tos como la insuficien­cia renal.

“La primera sustancia que elaboramos en escala industrial requirió el uso de un reactor que jamás se había fabricado, nos pasamos seis años diseñándol­o en conjunto con científico­s de la UNAM y tuvimos que elaborarlo en Pennsylvan­ia”, cuenta.

Probiomed, una de las empresas biotecnoló­gicas mexicanas más reconocida­s, destina 20% de sus ventas a I+D.

Otra compejidad es la creación de métodos de análisis y técnicas de escalamien­to para pasar de la prueba de concepto a la línea de producción, “cada producto nuevo requiere entre diez y quince metodologí­as analíticas, muchas de las cuales no existen previament­e y nosotros tenemos que crearlas”, agrega.

En México, la mayor parte de los emprendedo­res en biotecnolo­gía son académicos, por lo que su paso al mundo del emprendimi­ento tiene diversos escollos que hay que superar, señala Carlos Regalado; el más

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Financiami­ento y la falta de métodos de análisis y técnicas de escalamien­to a la línea de producción frenan al sector.
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