ENTRE EL CIELO Y EL ABISMO
El Centro de Tecnologías de Aguas Profundas abre la puerta al desarrollo de proyectos alternativos a los hidrocarburos.
¿Cómo aprovechar las aguas profundas?
En aguas del Mar del Norte, al este de Reino Unido, se erigen 67 aerogeneradores. Es el más reciente proyecto eólico marino de Equinor (antes Statoil) de nombre Dudgeon. Su capacidad instalada es de 402 MW, suficiente para nutrir la demanda de 410,000 hogares ingleses. Los aerogeneradores y la subestación central abarcan unos 55 km2 y su desarrollo requirió algo más que tres años, pues cada aerogenerador está anclado al fondo marino mediante largos tubos de acero.
Este tipo de proyectos parecen una estampa futurista para el sector energético mexicano; pero la brecha ahora luce más corta. En marzo, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) abrió las puertas del Centro de Tecnología para Aguas Profundas (CTAP) en Boca del Río, Veracruz, y presume ser un centro de investigación único en su tipo, por la cantidad de laboratorios que prevé albergar en los siguientes 15 años. Brasil, Inglaterra y Noruega cuentan con instalaciones similares.
Es un complejo de laboratorios interrelacionados que darán soluciones integrales al ramo petrolero, según explicó Federico Barranco Cicilia, responsable técnico del proyecto CTAP.
Serán 13 laboratorios y la expectativa es que todos estén listos hacia 2030. Estarán organizados en tres áreas tecnológicas: Perforación de pozos; Riesgos ambientales y operacionales, y Diseño de herramientas, equipos y sistemas de producción para aguas profundas.
Su instalación total será en tres fases. La primera considera cinco laboratorios que ya se inauguraron, entre ellos el de Geotecnia e interacción suelo-estructura y el de Simulación numérica de fenómenos metoceánicos e hidrodinámicos. Con ellos podrá dar servicio al desarrollo de infraestructura
marítima en aguas someras y profundas, y “contribuir en el desarrollo de campos eólicos marinos a través del diseño de plataformas para dar soporte a las turbinas y generadores de energía eléctrica”, dice Barranco.
Leopoldo Rodríguez, presidente de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE) considera prematuro avizorar proyectos como este en aguas mexicanas, pero considera que el CTAP tiene un potencial inexplorado para las empresas, especialmente porque este tipo de campos marinos han incrementado su presencia en el mundo.
La baja en el costo de la tecnología para su desarrollo será crucial. Anteriormente, dice, su costo era 300% más que un parque en tierra, y ahora solo es 40%. Statoil prevé que hacia 2030 la capacidad instalada de energía eólica marina en Europa crezca de 12 GW en 2016 a 70 GW. Los clientes naturales Aunque el camino para las “granjas eólicas marinas” aún es largo, la infraestructura del CTAP no será un elefante blanco. Los operadores, como las empresas que conforman la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos (Amexhi), son su principal mercado, pero también las compañías de ingeniería, instituciones de investigación y univer- sidades nacionales y extranjeras, apunta Barranco.
Alberto de la Fuente dirige los pasos de la petrolera Shell en México desde 2012, poco antes de que la reforma energética abriera el camino a la iniciativa privada. En enero la compañía holandesa fue la principal ganadora de la Ronda 2.4, llevándose 9 de las 29 áreas en aguas profundas licitadas en el proceso.
De la Fuente —quien también preside la AMEXHI—, no aclaró si recurirrá al CTAP para explorar sus campos adjudicados. Sostuvo, sin embargo, que será un elemento importante para que el país pueda aprovechar recursos de difícil acceso.
Alejandro Cardona, director de ventas de América Latina de ExxonMobil es más flexible a establecer una sinergia con el centro tecnológico del IMP. Afirma que hacer asociaciones con institutos de investigación nacionales, como el CTAP, resulta idóneo para conocer con mayor precisión el mercado.
Ramsés Pech, de la consultora Caraiva y Asociados, sostiene que el reto del CTAP consiste en asegurar que los proyectos de investigación escalen del laboratorio a la vida real. Solo así será un centro que pueda competir con otros de su tipo y con la tecnología que tienen empresas como la estadonidense Schlumberger.