Manufactura

ENTRE EL CIELO Y EL ABISMO

El Centro de Tecnología­s de Aguas Profundas abre la puerta al desarrollo de proyectos alternativ­os a los hidrocarbu­ros.

- Por Elizabeth Márquez

¿Cómo aprovechar las aguas profundas?

En aguas del Mar del Norte, al este de Reino Unido, se erigen 67 aerogenera­dores. Es el más reciente proyecto eólico marino de Equinor (antes Statoil) de nombre Dudgeon. Su capacidad instalada es de 402 MW, suficiente para nutrir la demanda de 410,000 hogares ingleses. Los aerogenera­dores y la subestació­n central abarcan unos 55 km2 y su desarrollo requirió algo más que tres años, pues cada aerogenera­dor está anclado al fondo marino mediante largos tubos de acero.

Este tipo de proyectos parecen una estampa futurista para el sector energético mexicano; pero la brecha ahora luce más corta. En marzo, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) abrió las puertas del Centro de Tecnología para Aguas Profundas (CTAP) en Boca del Río, Veracruz, y presume ser un centro de investigac­ión único en su tipo, por la cantidad de laboratori­os que prevé albergar en los siguientes 15 años. Brasil, Inglaterra y Noruega cuentan con instalacio­nes similares.

Es un complejo de laboratori­os interrelac­ionados que darán soluciones integrales al ramo petrolero, según explicó Federico Barranco Cicilia, responsabl­e técnico del proyecto CTAP.

Serán 13 laboratori­os y la expectativ­a es que todos estén listos hacia 2030. Estarán organizado­s en tres áreas tecnológic­as: Perforació­n de pozos; Riesgos ambientale­s y operaciona­les, y Diseño de herramient­as, equipos y sistemas de producción para aguas profundas.

Su instalació­n total será en tres fases. La primera considera cinco laboratori­os que ya se inauguraro­n, entre ellos el de Geotecnia e interacció­n suelo-estructura y el de Simulación numérica de fenómenos metoceánic­os e hidrodinám­icos. Con ellos podrá dar servicio al desarrollo de infraestru­ctura

marítima en aguas someras y profundas, y “contribuir en el desarrollo de campos eólicos marinos a través del diseño de plataforma­s para dar soporte a las turbinas y generadore­s de energía eléctrica”, dice Barranco.

Leopoldo Rodríguez, presidente de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE) considera prematuro avizorar proyectos como este en aguas mexicanas, pero considera que el CTAP tiene un potencial inexplorad­o para las empresas, especialme­nte porque este tipo de campos marinos han incrementa­do su presencia en el mundo.

La baja en el costo de la tecnología para su desarrollo será crucial. Anteriorme­nte, dice, su costo era 300% más que un parque en tierra, y ahora solo es 40%. Statoil prevé que hacia 2030 la capacidad instalada de energía eólica marina en Europa crezca de 12 GW en 2016 a 70 GW. Los clientes naturales Aunque el camino para las “granjas eólicas marinas” aún es largo, la infraestru­ctura del CTAP no será un elefante blanco. Los operadores, como las empresas que conforman la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarbu­ros (Amexhi), son su principal mercado, pero también las compañías de ingeniería, institucio­nes de investigac­ión y univer- sidades nacionales y extranjera­s, apunta Barranco.

Alberto de la Fuente dirige los pasos de la petrolera Shell en México desde 2012, poco antes de que la reforma energética abriera el camino a la iniciativa privada. En enero la compañía holandesa fue la principal ganadora de la Ronda 2.4, llevándose 9 de las 29 áreas en aguas profundas licitadas en el proceso.

De la Fuente —quien también preside la AMEXHI—, no aclaró si recurirrá al CTAP para explorar sus campos adjudicado­s. Sostuvo, sin embargo, que será un elemento importante para que el país pueda aprovechar recursos de difícil acceso.

Alejandro Cardona, director de ventas de América Latina de ExxonMobil es más flexible a establecer una sinergia con el centro tecnológic­o del IMP. Afirma que hacer asociacion­es con institutos de investigac­ión nacionales, como el CTAP, resulta idóneo para conocer con mayor precisión el mercado.

Ramsés Pech, de la consultora Caraiva y Asociados, sostiene que el reto del CTAP consiste en asegurar que los proyectos de investigac­ión escalen del laboratori­o a la vida real. Solo así será un centro que pueda competir con otros de su tipo y con la tecnología que tienen empresas como la estadonide­nse Schlumberg­er.

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