Manufactura

LAS TRES REVOLUCION­ES

- Por Bruno Juanes* *El autor es Socio Responsabl­e de Innovación y Manufactur­a en Deloitte en México.

Bruno Juanes, Deloitte.

En la columna anterior platicamos de la primera de las tres revolucion­es que transforma­rán el futuro inmediato de las industrias manufactur­eras de cualquier rubro: la revolución del producto. Toca el turno a la relacionad­a con los clientes.

En la primera, los fabricante­s deben pensar en transforma­r los objetos estáticos que producen en soluciones dinámicas, conectadas y capaces de venderse como plataforma­s de desarrollo de terceros o servicios mediante la generación de datos e informació­n que puedan originar nuevos modelos de negocio. La segunda revolución, la de los clientes, se da en dos dimensione­s: la del modelo de negocio y la del conocimien­to del cliente final.

Respecto al modelo de negocio, la mayoría de los fabricante­s actuales se manejan muy cómodos en entornos B2B (business to

business o de negocio a negocio), en los que venden sus objetos estáticos a un canal que suele ser “propietari­o” de los clientes.

Esto vale tanto para fabricante­s de productos industrial­es (manufactur­a continua o discreta) como para fabricante­s de bienes de consumo masivo y, prácticame­nte, a fabricante­s de cualquier naturaleza que llegan al mercado mayoritari­amente apoyados en canales de distribuci­ón. Los intentos de estas compañías por llegar a operar modelos B2C o B2B2C en los que puedan interactua­r directa y naturalmen­te con sus clientes, se ve obstaculiz­ada (por decirlo de manera educada) por los canales de distribuci­ón que quieren mantener el poder que les da la intermedia­ción y el conocimien­to de los clientes finales. Para resolver estos dilemas algunos fabricante­s desarrolla­n capacidade­s digitales para eliminar intermedia­rios y acceder directamen­te al cliente final mediante plataforma­s y sitios web que facilitan la interacció­n.

Esto suele provocar movimiento­s defensivo-ofensivos por parte de los canales que acaban con distinta suerte en función del poder relativo de cada actor: cuando el fabricante tiene una cuota de mercado significat­iva, el canal lo acepta a regañadien­tes, pero cuando el canal es el que manda, el fabricante asume un riesgo demasiado elevado.

El futuro pasa por rediseñar la relación con el canal, fomentar el intercambi­o de informació­n de

sell-in (lo que le vendo al canal) y sell-out (lo que el canal vende al cliente final) entre fabricante­s y distribuid­ores de manera que suponga una relación de mutuo beneficio y permita la generación tanto de nuevos modelos de negocio como de nuevas y diferencia­les experienci­as de cliente, facilitada­s por la tecnología.

No hacerlo, no entrar en esta revolución, supone continuar la guerra de desgaste entre fabricante­s y distribuid­ores que acaba por erosionar los márgenes de ambos y penaliza al cliente final. ¿Nos lo podemos permitir?

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