SE BUSCA: ALMACENISTA GEEK
A los 19 años, Belén Flores empezó a trabajar en el almacén de la empresa Sedería La Nueva, en la calle Regina, en el centro de la Ciudad de México.
Esta empresa, que inició como una pequeña mercería en los años cuarenta, hoy es uno de los mayores fabricantes y comercializadores de productos para decoración y manualidades en el país. Su marca Selanusa está presente en los anaqueles de Walmart, Chedraui y Soriana. Además de decenas de pequeñas mercerías.
La compañía tiene en su catálogo 50,000 productos diferentes, algunos fabricados en el país —como la lentejuela y la diamantina— y otros importados de Asia, Europa y Estados Unidos. Desde siempre, los productos se han concentrado en un almacén y de ahí se distribuyen a los diferentes clientes.
Cuando Belén solicitó trabajo en este almacén solo le preguntaron si sabía leer, escribir y hacer operaciones aritméticas básicas, ya que toda la operación se registraba en hojas de papel. Ella, que tenía la secundaria terminada, cumplía con los requisitos.
Obtuvo el empleo y la asignaron al área de picking, que suele ser la más intensiva en mano de obra. “Cada mañana recibía una hoja con los pedidos que había que surtir”, cuenta Flores. Dependiendo del tamaño de la lista, pasaba horas, a veces la jornada completa, buscando los productos solicitados por el cliente (tres cajas de lentejuela, 20 paquetes de foamy, 10 cajas de silicón…) y acomodándolos en cajas de cartón que, cuando ya estaban retacadas, empujaba y apilaba en un rincón del almacén. Así transcurrieron 18 años de su vida, hasta que la compañía decidió automatizar la operación en 2015.
Esto significó un cambio radical para Belén y para los otros 140 empleados que trabajaban en el almacén. Para empezar, la empresa decidió mudar la instalación a una nave más grande que los dueños tenían al norte de la ciudad, en Gustavo A. Madero, donde producían lentejuela y diamantina.
El nuevo Centro Logístico Selanusa (CLS) abrió en junio de 2017. A diferencia del viejo almacén, este está equipado con lo último en tecnología: etiquetas RFID y lectores para agilizar el embarque y desembarque de la mercancía, emplayadoras, bandas transportadoras y montacargas para agilizar el movimiento y acomodo de las cajas, y diademas de voz para el picking.
Para conservar su puesto, Belén, de 42 años, tuvo que aprender a usar las nuevas tecnologías. En lugar de perder minutos valiosos buscando la mercancía por los diferentes pasillos y ‘palomear’ en una hoja
de papel, ahora solo esperaba las instrucciones que le dictaba una voz ‘artificial’ en sus audífonos. Con el tiempo se acostumbró a la diadema y hasta supo aprovechar el aparato para aumentar su productividad.
Esto le permitió sobrevivir al recorte de personal que hubo un año después, cuando la empresa se dio cuenta de que, gracias a la automatización, ya no necesitaba a 140 empleados para surtir los pedidos, sino solo a 90. “Para decidir quién se quedaba y quién se iba nos basamos en la productividad de las personas”, cuenta Leonel Roque, gerente logístico del CLS.
El reclutamiento del nuevo personal ha cambiado drásticamente desde que Belén fue a pedir trabajo allí en 1997. “Antes era: ¿quieres trabajar? ¿Sabes escribir, sumar, restar? Sí, entonces te contratamos. Ahora requerimos personas que además de tener secundaria o preparatoria, sepan manejar WMS (un sistema de gestión de almacenes diseñado para optimizar la operación)”, comenta Roque.
Encontrar estos nuevos perfiles técnicos se ha convertido en un verdadero reto para la compañía —y en general para todo el sector— porque son escasos. “Hay un déficit de 40% en los perfiles técnicos especializados requeridos”, dice José Ambe, director general de la consultora Logística de México. Este es el tamaño de la oportunidad laboral que ofrece este sector.