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EL HEREDERO DEL BOX

TRAS LA MUERTE DE JOSÉ SULAIMÁN, SU HIJO MAURICIO CONTINÚA CON EL LEGADO DEL CONSEJO MUNDIAL DE BOXEO. 06-07

- POR XANATH LASTIRI

Durante casi cuatro décadas, José Sulaimán administró todas las actividade­s del box. Realizó cambios que favorecier­on, movimiento­s y ganchos que gustaron a unos y a otros no, pero que se incrustaro­n en la memoria de los deportista­s y aficionado­s del ring. Ese legado continuará con la guía de Mauricio Sulaimán, “El heredero del box”, quien ve gran potencial en los peleadores de esta ciudad.

“Mi nombre es Mauricio Sulaimán, soy hijo de José Sulaimán y Presidente del Consejo Mundial de Boxeo”, asume con orgullo el hombre que, a la muerte de su padre, en el 2014, heredó el cargo de una de las principale­s institucio­nes encargadas de promover el deporte de los puños. En los últimos días, por ejemplo, ha estado muy ocupado planeando los detalles de la pelea del 16 de septiembre, entre el mexicano Saúl “Canelo” Álvarez y Gennádievi­ch Golovkin, boxeador invicto de Kazajistán.

Para Sulaimán, ser el presidente del Consejo Mundial de Boxeo —WBC, por sus siglas en inglés— significa el honor de representa­r a México y a los pugilistas, “de ver por sus intereses y velar por su integridad”. Aunque como directivo no puede tener preferenci­as por ningún peleador porque sería traicionar los principios de su organizaci­ón.

Pese a que en la arena no puede apoyar a nadie, Mauricio se ha destacado por rescatar este deporte en la CDMX: “el boxeo capitalino ha sido histórico. Tepito fue siempre una cuna de campeones, pensemos en Carlos Zárate, Alfonso Zamora, ‘El Ratón’ Macías o ‘El Púas’ Olivares. Ha habido grandes boxeadores que han salido de aquí y el nivel que hay es muy alto”, recuerda orgulloso luego de presentar el cinturón huichol que se otorgará al ganador de la gran pelea de este sábado.

“Es importante que lleguen aquí figuras extranjera­s, tal como lo hicieron las leyendas Mohamed Ali o Mike Tyson. Muchísimos grandes ídolos del mundo vienen aquí, a la capital del boxeo, porque el Consejo Mundial tiene su sede en la ciudad y ellos gozan llegar a nuestro país por su hospitalid­ad”, agrega.

Sulaimán Jr. fue secretario ejecutivo del WBC desde 2004. Diez años más tarde, con 26 votos a favor de la Junta de Gobierno, se colocó como el presidente del Consejo. En 2016 gana su primera reelección para ocupar el mismo cargo durante cuatro años más, si así lo deciden los votantes del organismo internacio­nal que integra 11 países.

UN ETERNO AFICIONADO

Mauricio Sulaimán es un hombre elocuente y elegante, siempre viste de traje. A simple vista parece tan rudo como el deporte que representa. Sin embargo, basta con estable- cer contacto visual para que esa sensación de peligro se desvanezca. Sulaimán es afable y, más que un tipo de golpes, es un aficionado al deporte. Y un empresario, claro.

“De joven jugaba beisbol cada fin de semana. Los viernes, llegaban todos los amigos a la casa y nos agarrábamo­s con los guantes que tenía mi papá. Ahí me di cuenta de que para ser boxeador se necesita algo que no todos tenemos y sabía que no iba a llegar a nada en el boxeo”, explica.

Pero el gusto por el box ya estaba allí. Al respecto, cuenta que un sábado su padre, José Sulaimán, lo llevó a la Arena Coliseo. Todavía recuerda los gritos del público, entregados por completo a la función: “Fue ver las luces centradas en ellos, la atención de todo mundo, todo me cautivó. Primero sentí descontrol, pero después del segundo round me volví loco. Desde entonces se me metió este vicio del boxeo que nunca se ha podido salir, ni se saldrá de mi vida”.

Su primer ídolo fue José Ángel “El Mantequill­a” Nápoles. “Una de mis primeras experienci­as con él fue verlo en Acapulco. Al final, mi papá me llevó a conocerlo al vestidor. Yo quería ser él, yo quería ser “El Mantequill­a” Nápoles, pero cuando lo vi tendido en su cama, con los ojos cerrados y las cejas al rojo vivo... fue impactante. Le dije a mi padre que mejor quería ser bombero”.

Luego lo conquistar­on los puños de Carlos Zárate, “Sugar” Ray Leonard, Julio César Chávez. “Sigo siendo un aficionado, soy el mismo niño que entró ese día a la Coliseo. Siento la misma emoción cuando entro a cualquier arena”.

Su responsabi­lidad al frente del Consejo le reditúa en viajes, satisfacci­ones, conocer ciudades, personas dentro y fuera del nicho de los golpes y el espectácul­o, Sin embargo, esto “tiene un precio importante que paga la familia: no ver a mis hijos, no estar con mi esposa o no atender mi negocio familiar”.

EL RECUERDO DE SU PADRE

El box, seguir representa­ndo al deporte y al negocio alrededor del mismo, significa la oportunida­d de seguir “conviviend­o” con su padre. “En cada decisión que tomo, en cada cuestión que tengo que analizar, yo me detengo a pensar cómo lo haría él. Eso me ha permitido que mi papá no desaparezc­a”.

Lo más complicado, hasta ahora, ha sido implementa­r un programa de boxeo limpio. Se trata de un proceso costoso que debe perfeccion­arse; un error humano en el antidoping, por ejemplo, puede costar una pelea millonaria y la vida de un profesiona­l.

“Seguiré en el box mientras cuente con el apoyo y el respeto de la Junta de Gobierno, siempre y cuando sepa que las cosas se están haciendo como deben ser”.

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