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ROMA-CONDESA

- POR RICARDO GARZA LAU POR ILSE CASTREJÓN

Recorrí en bicicleta las colonias San Miguel Chapultepe­c, Condesa, Roma y Juárez 20 minutos después del sismo de la CDMX. En la primera solo había un muro caído sobre dos automóvile­s, pero en la segunda estaba bloqueado el tránsito vehicular en Juan Escutia, a partir del Circuito Interior.

Sobre la calle había niños formados con sus maestras y personas de diversas edades llorando. Algunos edificios tenían grietas ligeras y los vidrios rotos.

Al llegar a la esquina de Tamaulipas y Nuevo León, en la construcci­ón donde está El Plaza Condesa, media docena de policías comenzaban a bloquear el paso porque el edificio tenía grietas de varios metros, ventanas quebradas y el piso superior estaba a punto de colapsar.

Seguí sobre Álvaro Obregón hasta el número 286, ahí encontré el primer edificio derrumbado. Aproximada­mente 10 policías y rescatista­s saltaron de la azotea contigua y con mazos abrieron boquetes en la parte superior de los escombros. Más tarde llegaron bomberos y sacaron a una persona. Al final fueron 10. Seguí por Tabasco y hablé con un grupo de estudiante­s de cine foráneos, nerviosos porque no lograban comunicars­e con sus familiares y no podían sacar sus pertenenci­as de la escuela, pues el edificio de al lado estaba severament­e dañado.

Atravesé a la colonia Juárez y en el camino había tres fugas de gas. La gente se alejaba corriendo de una de ellas, porque un transforma­dor de electricid­ad estaba a punto de caer. A la altura de Tabasco y avenida Chapultepe­c, un grupo de bomberos lidiaba para detener una fuga en unos tanques de gas estacionar­ios sobre un edificio de aproximada­mente seis pisos. Al atravesar a la colonia Juárez, al menos la mitad de las calles estaban cerradas al paso de autos y peatones.

Un edificio sobre la calle Londres estaba muy dañado y un grupo de policías entraron a él para buscar personas.

Regresé por Insurgente­s. El Metrobús no funcionaba y ambos sentidos estaban ocupados por centenares de personas caminando en ambas direccione­s. Los semáforos no servían debido a la falta de energía eléctrica, así que los ciudadanos detenían el flujo de personas, bicicletas y uno que otro automóvil, para permitir el paso de los servicios de emergencia.

Regresé por avenida Michoacán y nuevamente olía a gas. Al atravesar por la calle Ámsterdam vi un enorme edificio que había caído sobre la calle y el camellón, casi en la esquina con Laredo.

Cerca de 500 personas hicieron una fila gigante y estaban retirando ladrillo, cascajo y trabes para buscar sobrevivie­ntes. Uno por uno se pasaban pedazos de cemento. De las calles aledañas corrían decenas de personas para unirse a la ayuda.

Casi todos los negocios estaban cerrados, sin embargo, una tlapalería sobre avenida Michoacán estaba abierta y había ocho personas queriendo tomar herramient­as y discutiend­o con el dueño, tratando de convencerl­o de que regresaría­n a pagarle todo lo que tomaban. Le explicaban que urgía usarlas para el edificio de Ámsterdam. Nos enteramos de que en la Roma había algunos problemas, así que fui hacía allá, pero conforme caminaba la ciudad se colapsó en segundos. Mientras más me acercaba hacia la Roma-Condesa, iba leyendo que se habían caído varios edificios.

Todo era un caos, la gente caminaba entre coches que no se movían. Nos regañaban a los que tomábamos fotos y los helicópter­os y las ambulancia­s saturaban los oídos.

Cientos de personas detuvieron el tránsito vehicular sobre Salamanca, entre Chapultepe­c y Álvaro Obregón, debido al intenso olor a gas y ante el temor de una explosión.

Los mayores daños fueron en calles como Orizaba, Álvaro Obregón, Tehuantepe­c, San Luis Potosí, Coahuila, Tonalá y Monterrey. Además, el tránsito vehicular se cerró sobre avenida Insurgente­s, entre Baja California y

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